La casa de Margherita Maccapani Missoni es una casa muy vivida donde los objetos narran todos los recuerdos de su vida. Una villa de los años 70 rodeada por el verde bosque de la campiña de Varese. Casi, un refugio. Y es aquí donde Margherita ha elegido reconstruirse y renovarse.
Para ti que te gusta
Este contenido es exclusivo para la comunidad de lectores de ¡HOLA!
Para disfrutar de 5 contenidos gratis cada mes debes navegar registrado.
Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.Este contenido es solo para suscriptores.
Suscríbete ahora para seguir leyendo.TIENES ACCESO A 5 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Han sido tiempos muy difíciles para ella, que fue una famosa it girl en los años 2000, creativa y futura heredera de la dinastía reina de los tejidos de punto. Pero lo que parecía una historia ya escrita se interrumpió inesperadamente: la separación de su marido, Eugenio Amos, y, al mismo tiempo, su salida de la empresa familiar, donde Margherita era directora creativa de M Missoni desde 2018. Un shock que logró superar buscando su equilibrio, aislándose en esta casa con sus dos hijos y su perro labrador.
Hija de Angela y nieta de Rosita, Margherita ejerció de directora creativa del emporio familiar del tejido. Ahora, tras un giro de timón, ha emprendido carrera en solitario y, también, se ha enamorado de nuevo
Y ese "renacer" la llevó a abrir un nuevo capítulo de su vida: el de su nueva línea, Maccapani, que se corresponde con el apellido de su padre, y el de un nuevo amor, con Marcantonio Brandolini d'Adda. De ahí el crecimiento de la femineidad, la consciencia de su propio valor y el coraje de expresar sus ideas, creando ropa para mujeres multitasking. Como ella.
En esta casa, un pequeño museo donde los objetos de su abuela Rosita y su madre, Angela, se entremezclan con los sillones de Frigerio, la librería de plexiglás, los sofás de Patricia Urquiola, el cuadro de Caroline Walker y las margaritas de cerámica de Vladimir Kanevsky, Margherita nos cuenta su nueva historia.
"De mis abuelos heredé no solo un gusto estético, sino también un bagaje cultural y moral. Su curiosidad no se limitaba a la moda: abarcaba el arte, la literatura, el cine e incluso sus amistades. La herencia que me dejaron es inmensa"
El cambio y el proyecto
Margherita, ¿qué pasó con la empresa familiar?
Cuando Missoni decidió cerrar M Missoni, la colección de la que yo era directora creativa, dejé de trabajar en la empresa. Poco después, en realidad un par de años más tarde, porque me llevó al menos un año estar realmente preparada, lancé mi propia línea: Maccapani.
¿Con qué nuevo concepto volviste a reinventarte?
Maccapani nace de la conciencia de que, en el mundo de la moda femenina, había espacio para crear algo cómodo, versátil y funcional como la ropa urbana, pero, al mismo tiempo, elegante y femenino. De ahí surgió la idea de crear una colección íntegramente en jersey y en punto.
El jersey, en particular, permite obtener casi el mismo rendimiento que un tejido, pero con la comodidad y la suavidad de la malla. La idea es, por tanto, ofrecer una ropa que acompañe a las mujeres desde la mañana hasta la noche, desde la oficina hasta el gimnasio, para, luego, ir directamente a cenar con los amigos sin necesidad de cambiarse, sino, simplemente, modificando los accesorios.
Tu familia —y tu madre, que también ocupó la dirección creativa de Missoni— ¿cómo te ha apoyado en esta nueva aventura?
Mi familia me ha apoyado mucho, especialmente, mi abuela y mi madre. Siempre me han apoyado y mi madre sigue haciéndolo. También he tenido la suerte de contar con un grupo de profesionales de la moda a mi alrededor que me han servido de mentores y que aún hoy me siguen apoyando. Ha sido un gran privilegio, ligado también a las circunstancias en las que nací, porque de otro modo nunca los habría conocido. Soy muy consciente de ello y trato de aprovecharlo al máximo.
Familia y estilo
¿Cómo han influido tus abuelos Rosita y Ottavio en tu crecimiento y madurez?
Mis abuelos han sido figuras fundamentales en mi vida. Yo era una niña "buena", en el sentido de que me encantaba estar con los adultos, era curiosa y no daba molestias. Pasé mucho tiempo con ellos, viajando los fines de semana o yendo a los mercadillos. De ellos heredé no solo un gusto estético, sino también un bagaje cultural y moral. Su curiosidad no se limitaba a la moda: abarcaba el arte, la literatura, el cine e incluso sus amistades. Gracias a ellos conocí a personas especiales que me influyeron mucho. La herencia que me dejaron es inmensa.
Y tu madre, la rebelde de la familia, pero con paso firme y gran disciplina, ¿no?
Mi madre es un referente constante. Siempre ha trabajado mucho, dándome un gran ejemplo, pero, al mismo tiempo, siempre ha estado presente. Todavía hoy es la primera persona con la que hablo cuando tengo un problema. Y desde que se jubiló, me ayuda mucho con mis hijos.
Tu estilo ¿cómo es ahora y cómo ha evolucionado?
Mi estilo es espontáneo, sin demasiado esfuerzo. Para mí, vestirme es una forma de expresión, algo que debe ser fluido y funcional, nunca un obstáculo. Por eso, Maccapani me representa mucho: no propongo looks perfectamente combinados, sino una mezcla libre: una prenda nueva con otra vieja, una pieza de Maccapani y otra de otra marca. Esta forma de ver y entender la moda, que es también mi forma personal de vestir, constituye la esencia de la marca.
Su casa —en la que ha abierto espacios y eliminado puertas— refleja su estilo a la perfección; un estilo que no deja de ser una prolongación de su propia personalidad: espontánea y sofisticada, aunque sin "demasiado" esfuerzo
Hoy, con tu herencia familiar, ¿cómo has conseguido ser finalmente libre de opinar y hacer que tus ideas sean la expresión de lo que tú vales?
Vivir bajo el ala de una gran familia tiene, sin duda, más ventajas que desventajas. Al principio, puede resultar difícil, sobre todo cuando aún no has definido tu identidad: yo me sentía más como una rama de un árbol que como un individuo independiente. Fue precisamente esa necesidad de definirme lo que me empujó a estudiar, a vivir en Nueva York, a construir mi propio camino. Solo cuando gané seguridad en mí misma admití que la moda era mi verdadera pasión.
Mi familia me dio raíces sólidas, pero a veces también me sentía bloqueada, como si no pudiera elegir libremente. Hoy, en cambio, vivo una etapa de mayor libertad. Mi objetivo es hacer crecer Maccapani: me gustaría que se convirtiera no solo en una marca, sino en un mundo, un lugar en el que puedan reunirse todas las personas que viven la vida un poco como yo.
"Todas las piezas con las que he decorado esta casa las llevo conmigo desde hace años. Muchas son herencia de mi madre y mi abuela; otras, las he comprado a lo largo de los años; algunas son más nuevas, y otras, más antiguas"
Nueva casa, nueva vida
¿Cuándo te mudaste a esta casa?
Después de separarme, cuando conseguimos vender nuestra casa, fue cuando me mudé. Para mi comodidad y para la de los niños, está muy cerca de la anterior y cerca de Milán, donde voy a menudo por trabajo y por mi vida social. Vivimos en Varese, una ciudad verde, casi boscosa, que originalmente era un lugar de veraneo para los milaneses.
Se construyó con grandes casas y propiedades que, con el paso de los años, se dividieron, pero quedaron parques y bosques que la convierten en una verdadera "ciudad jardín". En cierta medida es una casa de pasaje, porque aún no sé dónde me llevaré en el futuro ni cuánto tiempo me quedaré. Por lo tanto, no he hecho cambios estructurales ni he reformado los baños ni la cocina. Me gusta mucho la arquitectura, sobre todo, los interiores. Y en particular, la entrada, de la que, sin embargo, he quitado las puertas, creando estos arcos para liberar espacio y abrir toda la habitación.
¿Te trajiste el mobiliario o lo has cambiado todo?
No he comprado nada nuevo. Son todas piezas que llevo conmigo desde hace años, muchas son herencia de mi madre y mi abuela, otras las he comprado a lo largo de los años, algunas más nuevas, otras más antiguas. Sin duda, tengo la suerte de contar con un increíble archivo familiar al que recurrir.
Un buen ejemplo es el sofá, un Tufty Time, de Patricia Urquiola, que fue un regalo de mi abuela para mi segundo apartamento en Nueva York, que, luego, me llevé a Milán; después, a Cerdeña, y ahora, está en esta nueva casa. Y solo le he cambiado la funda por una azul, que el azul y el rosa, con sus matices, son un poco la paleta, una la paleta que surgió espontáneamente... La mesa de comedor también era más larga en mi antigua casa, pero, por suerte, tuve la previsión de hacerla modular, para poder desmontarla.
Maccapani es el apellido de su padre, pero también el nombre que le ha dado a su firma, con la que Margherita también se expresa a través del punto y el color, aunque desde su individualidad como diseñadora
Cuando me viene aquí, quité varias piezas y ahora queda perfecta en mi nuevo comedor. Y lo mismo con el mueble de plexiglás, una pieza única de Andrea Branzi que encargamos también para nuestra antigua casa. Hay uno gemelo un poco más grande que ahora se encuentra en la Fondation Cartier de París, pero este lo compramos a través de la galería Luisa delle Piane, de Milán, una de mis galerías de diseño favoritas.
La lámpara, en cambio, procede de Bruselas. La compré allí durante un fin de semana, donde hay muchos anticuarios y marchantes de arte moderno, que adoro. Y las margaritas que ves diseminadas por la casa son fruto de años y años de coleccionarlas. Las coleccionaba desde antes incluso de decidir coleccionarlas. Entre mis piezas favoritas se encuentra el jarrón de margaritas de porcelana de Vladimir Kanevsky, que nunca muevo de su sitio porque es muy delicado.
En cuanto a tu vida privada, ¿qué tal con los niños y tu nuevo amor?
Tengo dos hijos, Otto, de doce años, y Augusto, de diez. También tengo una pareja que vive en Venecia y trabaja con el vidrio. Somos muy felices, es un buen momento de mi vida.
