Retrato en un jardín del paisajista Fernando Nájera © Fernando Nájera Paisajista

Jardinería

Fernando Nájera, paisajista: "Los jardines fragantes no son una moda nueva, pero hoy son tendencia porque perduran y emocionan"

¡Despierta tus sentidos con unos exteriores aromáticos! Lavanda, jazmín, romero, hierbaluisa… cada planta fragante es una promesa de emoción, memoria y carácter en el jardín.


24 de junio de 2025 - 7:45 CEST

Hay jardines que se ven, porque incluyen plantas que se mecen con el viento o tienen un colorido especial, y jardines que se escuchan, por ejemplo con el borbotear del agua de una fuente. Pero los más memorables son, quizá, los que se huelen. Un rincón fragante puede detenernos, conmovernos, evocarnos un lugar o una época con una sola bocanada de aire. El aroma del jazmín en una noche cálida, el azahar en flor, la resina del pino o la humedad del musgo no solo nos afectan: nos quedan grabados.

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El paisajista Fernando Nájera (fernandonajera.es), experto consultado para elaborar este reportaje, lo tiene claro: los jardines fragantes son de hoy y de siempre. “No es una moda nueva, pero ahora sabemos mucho más sobre el impacto que tiene el olor en nuestro bienestar. Siempre han gustado, pero ahora están más presentes porque entendemos su valor, lo estudiamos, lo buscamos. Y por eso están en tendencia: porque perduran, porque funcionan y porque emocionan”.

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Un jardín donde plantas de niveles medios pero también altos, como la higuera, son fragantes© Fernando Nájera Paisajista

El perfume como herramienta de diseño

¿Se puede ‘diseñar con olores’? Según el paisajista, no es sencillo planificar un jardín basándose únicamente en la fragancia de las plantas, ya que no existe una correspondencia directa entre aroma, textura y forma. Eso dificulta evitar solapamientos olfativos entre especies similares. Aun así, sí es viable crear espacios donde el perfume sea el hilo conductor. Combinando bien las variedades y con la fragancia como objetivo principal, pueden lograrse jardines ricos y diversos. En este enfoque, la estética visual pasa a un segundo plano, dando protagonismo al contraste (o la armonía) de los olores.

Fernando firma el diseño de este bello exterior, en el que lavandas y nepetas (visualmente similares cuando florecen, pero con aromas complementarios), se mezclan con gramíneas como las stipas, valerianas y euforbias, de fragancia más discreta. A este conjunto se suma una higuera, árbol conocido también por desprender un olor dulce.

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© Niki / Pexels

Sol y altas temperaturas, aliados de las fragancias

La fragancia de una planta se intensifica con el calor. El aroma está estrechamente ligado a la volatilidad de los compuestos que lo generan, y esa volatilidad aumenta con la temperatura. Por eso, en estaciones cálidas, plantas como la lavanda, el romero o el jazmín liberan más aroma cuando reciben sol directo.

La estacionalidad, en climas como el español (muy variable, pero en gran parte adaptado al ciclo de cuatro estaciones), influye notablemente en la experiencia aromática de un jardín. En los meses fríos, la fragancia sigue presente en muchas especies, aunque se vuelve más sutil. A menudo hace falta el contacto directo o el roce para percibirla”, detalla Fernando. De hecho, en invierno, los olores se trasladan: bajan al suelo húmedo, a los troncos, a los márgenes sombríos donde corre el agua.

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© Fernando Nájera Paisajista

El secreto para combinar perfumes 

El experto afirma que en el equilibrio está la clave, pues un jardín aspira a ser embriagador, pero no empalagoso

En momentos de alta volatilidad de aromas, a finales de primavera, por ejemplo, puede darse el caso que el solapamiento de especies muy fragantes nos abrume. Igual que sucede a nivel visual, pasa a nivel olfativo. Por ello sugiere que zonas muy intensas tienen que tener vecinas más neutras que permitan apreciar los matices. Veamos el caso de un jardín con mucho pino carrasco (Pinus halepensis), que es tremendamente fragante ya tenemos una nota de madera o resina, que es muy intensa; entonces, podemos optar por redondear el conjunto con romeros, jaras o salvias, pero si optáramos por rosas, estas ni se intuirían. 

¿Se necesita floración para lograr un jardín fragante? En absoluto. Una buena muestra la ofrece esta propuesta en la que pinos, eleagnus y cipreses componen un espacio sin flores, pero donde los aromas cobran un protagonismo absoluto. La fragancia no siempre viene del color: a veces está en las hojas, en la resina, en el verde profundo que se percibe antes de verse.

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© Adobe Stock

Clásicos aromáticos del verano mediterráneo

Lavandas, mentas y tomillos conforman el trío triunfador de un jardín fragante. Fernando lo justifica por tres razones: agradan a casi cualquier olfato, están profundamente arraigadas en el subconsciente mediterráneo y, además, son muy fáciles de cultivar. No podemos pasar por alto la importante carga simbólica que estas plantas tienen en nuestra cultura: evocan limpieza, bienestar o el sabor de la cocina tradicional.

Las tres plantas aromáticas son especies versátiles, ideales tanto para jardines como para terrazas o balcones. Su uso es amplio: culinario en el caso de la menta (Mentha) y el tomillo (Thymus vulgaris); fragante y decorativo en el de la lavanda (Lavandula), que incluso seca mantiene su poder evocador.

A veces basta acercarse a una mata de menta para cambiar el ánimo (como vemos en la imagen, en un jardín muy sensorial). El simple gesto de oler una planta aromática estimula el sistema nervioso, refresca la mente y despierta sensaciones placenteras. Y es que estas especies regalan bienestar con solo respirar cerca de ellas.

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© Adobe Stock

Más allá de lavandas, mentas y tomillos

El paisajista destaca otras especies que comparten muchas de las virtudes de las más clásicas, mencionadas en el punto anterior: resistencia, valor culinario y un aroma inconfundible. Es el caso del romero (Salvia rosmarinus) o las salvias (Salvia officinalis, en la imagen), especialmente apreciadas en la cocina. También destacan la albahaca (Ocimum basilicum), de perfume intenso; las melisas (Melissa officinalis), con un matiz suavemente cítrico; las artemisias (Artemisia vulgaris), de aroma seco y herbal; la santolina (Santolina chamaecyparissus), igualmente herbácea; junto con la mejorana (Origanum majorana) o la hierbaluisa (Aloysia citrodora), de fuerte identidad fragante.

“En conjunto, las plantas mediterráneas presentan un gran potencial aromático. Esta cualidad se debe a su capacidad para producir aceites esenciales, una estrategia de adaptación que les permite reducir la pérdida de agua y sobrevivir en ambientes secos, calurosos y exigentes. Estos aceites, al ser volátiles, se activan con el calor y liberan su fragancia con apenas un rayo de sol”, precisa Fernando.

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© Elena Kloppenburg / Unsplash

La glicinia, fuerza y perfume en racimos

La glicinia (Wisteria sinensis) es una de las grandes aliadas del jardín aromático. Rústica, vigorosa, floral y profundamente fragante, ofrece una estampa inconfundible cada primavera, con sus racimos colgantes y su aroma embriagador. Puede florecer incluso varias veces al año si se dan las condiciones adecuadas.

Su mayor virtud (la fuerza) es también su advertencia. “Tal vez su único inconveniente sea su vigor”, apunta Fernando. Esta trepadora puede llegar a estrangular vigas o cubrir estructuras con demasiada intensidad si no se controla. Por eso es fundamental acompañarla con una poda regular y dirigir su crecimiento con criterio, especialmente cuando se la usa para cubrir pérgolas, porches o muros soleados. A cambio, la recompensa es incuestionable: un espectáculo visual y aromático que deja huella.

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© Annette Meyer / Pixabay

Las jaras, sinónimo de belleza sin artificios

Tras la exuberancia fragante de la glicinia, conviene mirar hacia otros arbustos que, sin ese despliegue trepador, aportan carácter y perfume de forma más contenida, pero igual de sugerente. Las jaras, del género Cistus, son un excelente ejemplo.

“Se trata de plantas perfectamente adaptadas al secano, capaces de sobrevivir sin riego una vez establecidas. Solo por eso merecen un lugar destacado en jardines sostenibles”, subraya Fernando. Aromáticas y resinosas, muchas de las variedades de esta flor evocan de inmediato al paisaje mediterráneo, incluso para quien no sepa identificarlas. Su olor, seco y característico, se activa con el sol y el calor.

El género ofrece una sorprendente variedad floral: desde flores blancas hasta tonos rosados y lilas, con formas sencillas pero muy ornamentales. Todas comparten belleza, resistencia y una fragancia silvestre que conecta directamente con la naturaleza más pura.

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© Phinyaphat Ritthiruangdet / Adobe Stock

Rosa: flor icónica, aroma a veces esquivo

Estéticamente y desde el punto de vista cultural, la rosa es una flor estrella del jardín desde hace siglos. Su fuerte carga simbólica, unida a una apariencia extraordinaria, múltiple y variada, la ha convertido en un icono universal.

Sin embargo, “su fragancia no siempre está a la altura de su fama. Aunque algunas variedades desprenden un aroma sutil y suave, muchas otras apenas resultan perceptibles. Su cultivo, además, exige ciertos cuidados. En no pocos casos, su atractivo reside sobre todo en lo visual, y mucho menos en lo oloroso”, explica el paisajista.

Ahora bien, si se desea incluir rosas en un jardín donde el aroma sea protagonista, conviene seleccionar variedades reconocidas por su fragancia, como las rosas de té (en la imagen) o las damascenas.

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© Wouter Koppen / iBulb

Narciso de poeta: belleza y perfume intenso, pero fugaz

A continuación el experto nos presenta una de las joyas más efímeras del jardín, una especie apreciada por su fragancia y belleza, que deja una impresión duradera a pesar de su corta vida. "El narciso del poeta (Narcissus poeticus) es una especie que aúna atractivo estético y aromático, si bien ambos son efímeros, nada extraño en las bulbosas, maravillosas en su apogeo, pero breve e intenso. En agrupaciones más o menos grandes logra un efecto muy bonito y además perfuma intensamente, pero insisto, dura casi como un espejismo", relata Fernando.

Esta es una bulbosa que florece en la primavera tardía, desprendiendo una fuerte fragancia dulce y especiada.

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© Natalia Voitkevich / Pexels

El jardín secreto de los aromas

El experto no quiere dejar la oportunidad de mencionar variedades ‘tapadas’. Hay plantas como el mirto o arrayán (Myrtus communis, en la imagen sobre estas líneas), el laurel (Laurus nobilis) o el eleagnus que, o bien por sus hojas verdes o secas, o por sus flores, no tan impresionantes, desprenden aromas fantásticos. Son más o menos conocidos; de ellos, alguna mención culinaria cabe decir, pero ante todo tienen un poder olfativo difícil de olvidar. 

Fernando añade que, naturalmente, “el pino (Pinus spp.) y el ciprés (Cupressus spp.) son dos coníferas que aromatizan incansablemente jardines y campos, y muchas veces lo olvidamos”.

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© Wilfried Overwater / Flower Council of Holland

Aromas que caben en un balcón o terraza

También se pueden diseñar exteriores urbanos fragantes, en terrazas y balcones que cultivan las plantas en maceta. ¿Qué consejos dar? El cabeza del estudio de paisajismo Fernando Nájera, explica: “En general, el mismo que si el enfoque no fuera tan marcado respecto al olor. Menos es más. Una buena cantidad de plantas, repitiendo un patrón de especies no muy ambicioso. Tal vez 4 o 5 especies con varios ejemplares de cada una. Buscaría que no se pisen los aromas, eligiendo una planta o dos dominantes y una sucesión de otras que acompañen”. Asimismo, siempre hay que tener en cuenta la insolación solar así como la capacidad de responsabilizarse del correcto riego, que es más exigente que en el caso de las plantas cultivadas directamente en la tierra de un jardín.

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