El inesperado truco para ganar siempre a 'piedra, papel o tijera', según la ciencia


Según un estudio que analizó 15.000 partidas y actividad cerebral, recordar la jugada anterior es justo lo que te hace perder


Piedra, papel o tijera© Adobe Stock
24 de noviembre de 2025 - 11:09 CET

¿Alguna vez has empezado una partida de piedra, papel o tijera convencido de que “esta vez sí” vas a ganar… y has perdido tres seguidas? No es casualidad. Aunque parezca un juego infantil, piedra, papel o tijera es en realidad un laboratorio perfecto para entender cómo funciona nuestro cerebro cuando compite. Y la neurociencia acaba de demostrarlo.

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© Getty Images
En las más de 15.000 partidas analizadas, “piedra” fue la opción más elegida y “tijera” la menos usada, confirmando que los humanos no sabemos ser aleatorios.

Un nuevo estudio, basado en más de 15.000 partidas y en el registro simultáneo de la actividad cerebral de los jugadores mediante hiperescaneo, ha revelado por qué nos cuesta tanto aplicar la estrategia óptima para ganar: ser completamente impredecibles. Nuestros cerebros, diseñados para cooperar y buscar patrones, no soportan el caos absoluto.

La investigación, publicada en la revista Social Cognitive and Affective Neuroscience, llenó un vacío crucial. Tradicionalmente, la neurociencia social se había centrado en estudiar cerebros de forma individual. 

Sin embargo, para entender las interacciones reales —la competencia, la negociación, la cooperación— es esencial observar los cerebros mientras interactúan. El juego aparentemente simple de piedra, papel o tijera proporcionó el escenario ideal para confrontar la lógica matemática de la teoría de juegos con la realidad de la psicología humana.

El desafío de ser aleatorios (y por qué casi nadie lo consigue)

La estrategia matemática para ganar varias rondas seguidas es muy simple: no pensar, no recordar, no anticipar. Aleatoriedad absoluta.

Pero la ciencia ha comprobado que eso es casi imposible para nosotros. Al analizar el comportamiento de 62 participantes que jugaron 480 rondas cada uno surgieron dos sesgos claros: 

 1. Sesgo de elección: la roca favorita

Más de la mitad de los participantes mostraron una preferencia marcada por piedra, seguida de papel. Tijera fue la cenicienta del experimento.  Esto no es un dato menor. En un juego donde cada opción debería tener exactamente la misma probabilidad (33.3%), el simple hecho de que más de la mitad de los jugadores se incline por una opción es una desviación estadística significativa que un oponente astuto podría explotar. 

2. Evitar repetir: el patrón del cambio automático

La mayoría de jugadores cambiaba de opción en la ronda siguiente, evitando repetir la anterior. Paradójicamente, ese intento de “parecer impredecibles” los hacía más predecibles. Somos animales de costumbres, incluso cuando intentamos no serlo.

Esta tendencia a sobrecompensar la necesidad de ser aleatorio crea un patrón de 'ganar-perder-cambiar' que es fácilmente decodificable por un algoritmo o un jugador experimentado. En lugar de actuar al azar, reaccionamos al resultado inmediatamente anterior.

El hiperescaneo: mirar dentro de dos cerebros compitiendo

Para entender qué pasa en el cerebro durante la competición, los investigadores emplearon hiperescaneo EEG, una técnica que permite registrar simultáneamente la actividad cerebral de dos personas mientras interactúan. El EEG (Electroencefalografía) utiliza sensores colocados en un gorro para medir las señales eléctricas del cerebro con una precisión temporal altísima. Esto es clave: no solo registra dónde, sino "cuándo" sucede el proceso mental.  Así pudieron “leer” las decisiones en tiempo real, incluso antes de que los jugadores movieran un dedo.

Los resultados fueron sorprendentes:

  • El cerebro revela la decisión antes que la mano: los algoritmos de decodificación neuronal pudieron identificar si un jugador estaba eligiendo piedra, papel o tijera antes de que realizara la acción.
    La jugada estaba escrita en el cerebro segundos antes de ejecutarse. Esto valida la capacidad de la neurociencia para rastrear la toma de decisiones competitivas desde su origen. Los investigadores podían ver cómo se formaba el "plan" de la jugada, no solo su ejecución final.
  • El cerebro usa el pasado, aunque no convenga: durante la fase de decisión, el EEG mostraba que los jugadores recordaban activamente su propia jugada anterior y la del oponente, incluso cuando ese recuerdo los volvía más previsibles.
    No podemos evitar mirar hacia atrás, aunque nos perjudique. El cerebro, al enfrentar una nueva decisión, no hace un 'reset'. Por defecto, integra los datos históricos en la ecuación.
    En la mayoría de las interacciones sociales (como cooperar), esto es útil; te ayuda a predecir a tu pareja. Pero en un juego de suma cero como este, se convierte en un lastre cognitivo.
© Adobe Stock
La clave para ganar no es pensar más, sino pensar menos: los ganadores “resetean” el cerebro en cada jugada.

El 'sesgo del perdedor': pensar demasiado te hace perder

La diferencia más llamativa llegó al comparar ganadores y perdedores después de 480 rondas completas.

Los ganadores “vivían en el presente”: su cerebro no mostraba señales fuertes del resultado anterior. Cada jugada era un reinicio real.  Su actividad neuronal durante la fase de decisión se centraba en la elección actual, sin la 'interferencia' de la memoria de la ronda previa. Eran, sin saberlo, los que mejor aplicaban el principio de la aleatoriedad.

Los perdedores arrastraban el pasado: su actividad cerebral contenía una representación clara tanto de su jugada como de la del oponente en la ronda previa.  Los perdedores, en cambio, parecían estar atascados en un ciclo de reanálisis. Su cerebro codificaba la información de la derrota, la procesaba y la inyectaba en la nueva decisión, lo que los hacía vulnerables a caer en patrones reactivos. Estaban sobreanalizando, una desventaja estratégica en este contexto.

Es decir: los perdedores pensaban demasiado, analizaban, intentaban anticipar… y en ese exceso de análisis perdían la capacidad de ser impredecibles.

Por qué esto importa más allá de un juego

Aunque piedra, papel o tijera parece una tontería, los neurocientíficos lo usan como escenario ideal para estudiar la toma de decisiones bajo presión.  

El profesor Manuel Varlet y la investigadora Denise Moerel, de la Western Sydney University, señalan que estos hallazgos son una puerta de entrada para estudiar escenarios más complejos, como las negociaciones empresariales, los mercados financieros o las decisiones militares. 

Y lo que ocurre en esas milésimas de segundo se parece mucho a lo que pasa cuando competimos por un ascenso, negociamos un acuerdo, jugamos un partido o tomamos decisiones rápidas.

Este hallazgo revela algo clave:

  • En cooperación, recordar, anticipar y ser predecible es útil.
  • En competencia, esos mismos mecanismos pueden convertirse en una desventaja.

Nuestro cerebro social, diseñado para convivir en grupo, no siempre es la herramienta perfecta para ganar en entornos competitivos. Nuestra arquitectura cerebral está optimizada para la interacción social, no para la lógica pura o el caos estadístico. La empatía, la memoria de las acciones pasadas y el intento constante de predecir al otro son esenciales para una convivencia armónica, pero letales para la victoria en un juego de suma cero.

La lección final: para ganar, a veces hay que dejar de intentar ganar

Los investigadores lo resumen así: “nuestros cerebros no son computadoras: no podemos evitar intentar predecir lo que sucederá a continuación, incluso cuando eso es contraproducente.”

La moraleja científica es inesperada y poderosa:

En un mundo donde todos intentan anticipar la jugada del otro, la ventaja real está en saber 'resetear': dejar de arrastrar el pasado, soltar la última derrota y actuar sin sobrepensarlo.

O dicho de otra forma, aplicable a la vida real: a veces, para ganar, hay que dejar de intentar ganar.

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