¿Te has fijado en esas personas que, al pasar junto a un perro, no pueden evitar detenerse para acariciarlo? Ya sea en un parque, en la calle o incluso en una reunión social, siempre encuentran un momento para agacharse, extender la mano y conectar con ese ser peludo de cuatro patas. Más allá de un simple gesto de ternura, este comportamiento dice mucho sobre la personalidad y el mundo emocional de quien lo tiene.
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En primer lugar, acariciar perros con frecuencia suele reflejar una profunda empatía. Las personas que sienten una afinidad natural hacia los animales, especialmente hacia los perros, suelen ser más sensibles a las emociones ajenas, incluso cuando esas emociones no se expresan con palabras. Captan el lenguaje corporal de un animal, interpretan sus necesidades y responden con afecto. Esta conexión intuitiva es señal de una personalidad compasiva y abierta.
El componente emocional
También hay un componente emocional importante: los perros provocan una respuesta química positiva en el cerebro. El contacto físico con ellos estimula la liberación de oxitocina, conocida como “la hormona del amor”, que genera bienestar, calma y sensación de vínculo. Para algunas personas, acariciar un perro puede ser una forma de autorregulación emocional. Les ayuda a relajarse, a sentirse en paz o simplemente a reconectarse consigo mismos en medio del caos cotidiano.
Desde una mirada más social, quienes acarician perros frecuentemente suelen proyectar una imagen cálida, accesible y confiable. La mayoría de los perros no se acercan a cualquiera; detectan quién les inspira seguridad. Por tanto, si los animales se sienten atraídos por alguien, eso suele decir mucho sobre la energía que esa persona transmite. En muchos casos, son personas con una capacidad natural de generar confianza, incluso sin darse cuenta.
Por supuesto, también hay un componente lúdico. Los perros nos invitan a la ternura, a la risa, al juego. Detenerse a acariciarlos es, en cierto modo, una forma de volver a lo esencial, de recordar que en lo simple puede haber alegría. Esa inclinación espontánea hacia los animales puede reflejar una personalidad optimista, juguetona y con un lado infantil muy sano.
No es solo una muestra de cariño
En definitiva, acariciar siempre a los perros no es solo una muestra de cariño: es una ventana a la personalidad. Nos habla de alguien empático, afectivo, con un fuerte sentido del cuidado y una conexión especial con el mundo emocional. Tal vez no todos acaricien perros, pero quienes lo hacen suelen tener un corazón que late un poco más cerca del amor.