¿Te has preguntado por qué, cuando suena Tití me preguntó, Safaera o Debí tirar más fotos, se te escapa una sonrisa o te cambia el ánimo al instante? No es solo el ritmo ni las letras pegadizas. Es ciencia. Un estudio realizado por el Colegio de Químicos de Puerto Rico (CQPR) ha demostrado que las canciones de Bad Bunny activan en el cerebro neurotransmisores como la dopamina, la serotonina y la oxitocina, responsables del placer, la conexión social y el bienestar emocional.
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Temas como NUEVAYoL, Me porto bonito o Yo perreo sola no solo arrasan en reproducciones: también provocan una respuesta neuroquímica que explica por qué millones de personas sienten euforia, conexión y un fuerte vínculo emocional con su música.
"El público no solo baila: también se conecta bioquímicamente" , resume María Santiago Reyes, ex presidenta del CQPR.
Y todo esto ocurre en un momento histórico: hablar de salud mental ya no es tabú, y conectar emocionalmente a través de la música no es solo bonito. Es profundamente necesario.
De Puerto Rico 'pal mundo'
Lo extraordinario del caso Bad Bunny es cómo una historia humilde ha desencadenado un fenómeno global. Nacido en Bayamón (Puerto Rico) en 1994, Benito Antonio Martínez Ocasio empezó cantando en el coro de su iglesia y subiendo canciones a SoundCloud mientras trabajaba como reponedor en un supermercado. Hoy, se ha convertido en el artista latino más escuchado del planeta, con más de 84 millones de oyentes mensuales en Spotify.
Desde Soy peor (2016) hasta Debí tirar más fotos (2025), Bad Bunny ha alcanzado más de 100 millones de discos equivalentes vendidos en todo el mundo. Esto no significa solo discos físicos, sino una medida combinada que incluye ventas tradicionales, descargas digitales y reproducciones en streaming, según los estándares de la industria musical actual.
Además, ha protagonizado giras millonarias como la World’s Hottest Tour, que recaudó más de 290 millones de euros, y ha batido récords con álbumes íntegramente en español. Su impacto va mucho más allá de la música: ha sido pionero en llevar la historia de Puerto Rico a sus conciertos, ha irrumpido como estrella en la WWE (la lucha libre estadounidense) y ha desafiado los estereotipos de género desde la moda urbana.
Música, química… y conciencia colectiva
El análisis del CQPR se presentó en el marco de No me quiero ir de aquí, una histórica serie de 30 conciertos consecutivos que Bad Bunny ofrecerá como residencia en el Coliseo de Puerto Rico, desde el 11 de julio hasta el 14 de septiembre de este año. Este formato, habitual en grandes estrellas internacionales, implica actuar varias noches en el mismo recinto y , en este caso, ha batido récords: se vendieron 400.000 entradas en pocas horas, colgando el cartel de “sold out” para toda la temporada.
Pero el fenómeno no se detiene ahí: en España, las fechas anunciadas para su gira de 2026 también volaron. Doce conciertos en ciudades como Madrid, Barcelona o Valencia colgaron el cartel de sold out en cuestión de horas.
Más allá del espectáculo, el estudio también lanza una alerta sobre la sostenibilidad de este tipo de eventos. La huella de carbono, el consumo energético y los residuos son parte del impacto de estos macroconciertos. Por eso, el CQPR propone integrar soluciones sostenibles como energía solar, baterías de litio, movilidad compartida y reciclaje activo.
Este informe se presentará en el Congreso PRCHEM 2025 (se celebrará del 30 de julio al 2 de agosto), el mayor encuentro científico del Caribe, con un objetivo claro: sacar la ciencia del laboratorio y llevarla a la conversación pública. “Si una canción puede mover multitudes, la ciencia puede orientar sus pasos”, afirma José A. Pérez, presidente del Colegio.