“No he sido ni un padre, ni un marido, ni un amante ejemplar”, reconocía Joaquín Sabina a finales de 2022, cuando guardó su legado en la caja 1237 del Instituto Cervantes. Una frase honesta que resume su vida sentimental, marcada por la pasión.
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Desde hace más de tres décadas, el artista jienense comparte su vida con Jimena Coronado. Se conocieron en Lima en 1994 y se casaron el 29 de junio de 2020 en el registro civil de la calle Pradillo de Madrid. La boda fue oficiada por el ministro del Interior Fernando Grande-Marlaska y entre los invitados se encontraban Joan Manuel Serrat y su esposa, Candela Tiffón, los escritores Luis García Montero y Almudena Grandes, el cineasta Fernando León de Aranoa, y los periodistas Jesús Maraña y Mónica Carrillo.
Meses después de la boda, Sabina confesaba el motivo que le había llevado a casarse. "En todas mis idas y venidas a los hospitales, incluida la última, siempre he pensado que si me pasa algo, quiero que tenga papeles que le den todo tipo de derechos". Y añadía una frase que define su visión del amor. "Lo mejor es verte en los ojos de la otra persona, porque no te ves tal como eres, sino mejorado".
Al enlace, como no podía ser de otra manera, asistieron Carmela y Rocío, las dos hijas que Sabina tuvo durante su relación con Isabel Oliart. Ambas ejerciaron de testigos, demostrando así su cariño por los recién casados. Carmela trabaja en la productora Estela Films y es académica en la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Rocío, por su parte, es tan discreta que apenas se conocen detalles de su vida. Solo que escribe poesía, practica yoga y adora la comida japonesa.
"La verdad es que he tenido suerte, son estupendas. No van diciendo por ahí que son mis hijas, ni mucho menos. Sus amigos íntimos lo saben, pero el resto de la gente no", dijo el cantante en 2009, en una entrevista concedida a la revista Rolling Stone. De hecho, las dos han huido del apellido Sabina. Tanto Carmela como Rocío mantienen el primer apellido del cantante, Martínez, seguido del primero de su madre, Oliart. "Un día les propuse si querían cambiarse el apellido, porque al fin y al cabo Sabina es el que yo me he hecho y me dijeron: Ni hablar", contó el artista con orgullo.
Isabel Oliart, que tampoco faltó a la boda de Sabina y Jimena, fue y será una de las mujeres más importantes de la vida del artista. Estuvieron juntos más de una década, de 1986 a 1998, pero nunca llegaron a casarse. Aunque hace años que rompieron su relación, el vínculo entre ellos sigue intacto. De hecho, el propio Alberto Oliart, padre de Isabel y exministro de Industria, Sanidad y Defensa, aseguró antes de fallecer que Sabina y él se llevaban "de maravilla".
Durante su relación con Isabel, Sabina vivió un intenso romance con Cristina Zubillaga, una modelo mallorquina que conquistó Madrid en los años noventa. Ella misma relató en el programa Pongamos que hablo de Sabina, presentado por Iñaki López en laSexta, cómo se conocieron. “Yo era un poco loquita de noche y una de esas veces, sola en un rincón de Amnesia, se me acercó y me invitó a una copa. Así empezó todo", explicó.
Su romance fue muy apasionado y cuando terminó, Sabina le dedicó una de sus canciones más emblemáticas: 19 días y 500 noches. "Me dijo: 'Mira, Zubi, lo que he escrito’. Y me la cantó”, recordó ella, asegurando que sí se reconocía en esa letra. "Me reconozco en 'la frente muy alta, la lengua muy larga y la falda muy corta'. Se pasa un poquito mal, porque me abandonó como abandona él 'los zapatos viejos'. Era exagerado, no soy tan mala. Él lo pasó muy mal y yo también lo pasé muy mal".
A pesar de la ruptura, Cristina no dudó en acudir al hospital cuando Sabina sufrió un ictus en 2001. "Me daba igual todo. Me presenté allí, me puse a los pies de la cama. Estaba la madre de sus hijas y Jimena, y dije: 'Aquí estoy yo, me dais igual todas'".
El propio Sabina reconoció que, durante su relación con la madre de sus hijas, llevaba una vida sentimental agitada. "Yo me iba diez días de casa y no decía dónde, aunque Isabel lo sabía muy bien. Me iba con Cristina. Y cuando volvía, no tenía ni una mala palabra ni un mal modo conmigo".
El cantante también estuvo con Sonia, un amor londinense tan intenso como destructivo, que Sabina mismo definió como “pasional… en el peor sentido”. "Esa mujer era un trueno, intensa, impredecible, pero yo la quería con locura… y creo que ella también a mí. El problema es que Sonia siempre veía la botella medio vacía, y a veces menos que medio, mientras que yo la veía medio llena".
La primera esposa del artista fue Lucía Correa, una argentina a la que conoció en Londres y con la que se casó por la iglesia el 18 de febrero de 1977, mientras hacía el servicio militar en Palma de Mallorca. El matrimonio fue más un trámite que un idilio, ya que el "sí, quiero" le facilitaba al artista salir del cuartel a las tres de la tarde para no regresar hasta la mañana siguiente. Como era de esperar, acabó en divorcio en 1985.
Antes de Jimena, Cristina, Isabel, Sonia o Lucía, Sabina se enamoró perdidamente de Virtudes Antero, a quien llamaba cariñosamente Chispa. Era hija de un notario, y cuando su padre descubrió el romance, decidió apartarla del joven músico enviándola a Granollers, quizá con algún familiar o a un internado. Pero el corazón rebelde de Sabina no conocía límites: junto a un amigo, emprendió un viaje para encontrarla y, cuando lo consiguió, ambos se fugaron al Valle de Arán. Fue su primera gran historia de amor… y, como tantas en su vida, también tuvo fecha de caducidad.