Un tesoro único

De la reina María Amelia a la emperatriz Eugenia: la historia que hay detrás de las joyas robadas en Louvre


Francia sigue en estado de 'shock' tras el asalto que muchos consideran como un ultraje a la memoria de su época más esplendorosa


Martín Gálvez PiquerasRedactor de Actualidad
20 de octubre de 2025 - 16:47 CEST

Cuando se dice que algo tiene un valor incalculable, no siempre es una frase hecha. Significa que su precio va mucho más allá de lo económico, ya que precisamente lo que de verdad importa es su significado patrimonial e histórico. Por eso, las joyas que un grupo de cuatro encapuchados se llevaron este domingo del Louvre encajan a la perfección con esa definición de piezas únicas e inestimables, tanto es así que ya se cuestiona la viabilidad de su posible venta en el mercado negro de los coleccionistas al estar bien catalogadas.

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© Getty Images

Una vez se ha confirmado por las autoridades cuál es exactamente el botín que los delincuentes sustrajeron del emblemático museo, cabe recordar el apasionante relato que acompaña a estas coronas, collares y broches que un día pertenecieron a reinas y emperatrices. Todas ellas de cuando Francia gobernaba el mundo, de la época napoleónica en el siglo XIX que, ahora, muchos franceses recuerdan con nostalgia al sentir que parte de su sentimiento nacional ha sido ultrajado con este robo de película.

La diadema, el collar de zafiros y los pendientes de la reina María Amelia y de la reina Hortensia

Tal y como informa el museo en su web, la diadema se compone de cinco elementos, tiene 1.083 diamantes y 24 zafiros. El collar, por su parte, cuenta con 631 diamantes y 8 zafiros, destacando también por sus eslabones articulados que reflejan la técnica exquisita que usaban los joyeros de entonces. En cuanto a los pendientes de zafiros, están rodeados de 59 diamantes y oro de Sri Lanka.

© Colección del Museo del Louvre
© Colección del Museo del Louvre
Pendientes de zafiros de la reina María Amelia y de la reina Hortensia

En primer lugar, la corona fue propiedad de la reina Hortensia. Ella era hija de Josefina, quien fuera la primera mujer de Napoleón Bonaparte. Hortensia, después, se convertiría en madre de Napoléon III. Posteriormente, esta tiara cayó en poder de la reina María Amelia de Borbón-Dos Sicilias, quien contrajo matrimonio con el rey Luis Felipe Felipe.  Fue este último quien compró los pendientes siendo todavía duque de Orleans. El collar, por su parte, perteneció después a la colección de la Casa de Orleans y de ahí fue adquirido por el Gobierno galo en 1985.

© Colección del Museo del Louvre
Conjunto de la reina María Amelia y de la reina Hortensia

El collar de esmeraldas, los pendientes y 'El Relicario' de la emperatriz María Luisa 

El collar contiene nada menos que 1.138 diamantes, de los que 874 sin brillantes y 264 en rosa. Está formado por 32 esmeraldas, 10 en forma de pera, y al central tiene un peso de más de 13 quilates. Mientras, los pendientes tienen 108 diamantes, dos esmeraldas en pera de 45 quilates y otras 4 esmeraldas adicionales.

© Colección del Museo del Louvre
Collar y pendientes del juego de esmeraldas de la emperatriz María Luisa

El collar y los pendientes fueron un regalo de Napoleón Bonaparte a su segunda mujer tras su separación de Josefina. Eso sí, al morir la emperatriz María Luisa, estas joyas se fueron rumbo a Italia, mientras que el gobierno francés las pudo recuperar hace ya dos décadas (concretamente en 2004).

La corona de la emperatriz Eugenia de Montijo

Ha sido la única joya recuperada hasta el momento tras el robo, después de que los presuntos ladrones la perdieran en su huida. Decorada con 1.354 diamantes y 56 esmeraldas, además de águilas doradas como emblemas, la corona de la emperatriz impresiona con solo verla. Al parecer, ha sufrido algunos daños en su estructura después del asalto.

© Colección del Museo del Louvre
Corona de la emperatriz Eugenia de Montijo

Sobre su historia, fue encargada por Napoleón III en 1855 como regalo a su esposa, realizada por el orfebre Alexandre-Gabriel Lemonnier. Fue una corona que dio varias vueltas por el mundo, ya que primero perteneció a la emperatriz Eugenia de Montijo, después se la arrebataron y finalmente se la devolvieron cuando estaba en el exilio. Pasado el tiempo, esta la legaría a la princesa María Clotilde Napoleón. Ya en la década de los ochenta, fue subastada por más de 11,5 millones de euros, para ser luego donada al Louvre por el mecenas Roberto Polo.

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