Él es un joven jinete que, hace cinco años, sufrió un accidente que terminó siendo un “regalo” de vida, que llegó a todos los telediarios de nuestro país. Ella, una joven que, dentro de poco, cumplirá su sueño de convertirse en odontóloga, una carrera que compagina con otro mundo, el de las redes sociales. Y hace apenas unas semanas dieron el ‘sí, quiero’ más importante de sus vidas.
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Juan Matute y Paloma Zafrilla son muy jóvenes, pero no tenían dudas. “Es la primera vez que siento, de verdad, que pasaría toda mi vida con él”, nos dice Paloma, “y él, para lo ‘cuadriculado’ que es lo tuvo súper claro”, añade, entre risas.
La pareja se casó en la Iglesia San Juan Bautista, en el pueblo medieval de Pedraza, y lo celebraron, por todo lo alto, en el Castillo de Castilnovo, otro espacio con siglos de historia, aunque, para contar la suya, tenemos que viajar hasta el 2020.
Aquel año sus caminos se cruzaron por primera vez cuando unos amigos en común les presentaron. Pero, por cosas del destino, se perdieron la pista hasta que “unos meses después, vi lo que le había pasado a Juan por las noticias y me sonaba el nombre… Al buscarlo, recordé que nos habíamos conocido hace unos meses. Empecé a seguirlo, sobre todo, a rezar por él, y cuando subió una foto dando gracias a todos, porque se había recuperado, le escribí que me alegraba de que estuviera mejor… Pasó el tiempo, retomamos contacto (porque yo necesitaba que me pasara el teléfono de su médico), hablábamos de vez en cuando… pero la vida fue pasando y nos encontramos en un concierto en el que nos chocamos, literalmente”.
“Permitidme hacer un inciso”, interviene Juan. “Yo estaba entrando justo a la pista de baile y, de pronto, me encuentro con esta chica radiante, rubia, como es Paloma… Mis ojos se pararon en ella. La quise reconocer, pero no estaba del todo seguro. Me acerqué y le pregunté si era ella”. En ese momento, nos comenta Paloma, ella “no quería saber mucho de nada, de ningún chico… Así que pasó otro año más. En la JMJ en Fátima, subí una foto de la Virgen María. Entonces estábamos haciendo una oración y justo Juan me escribió, que él estaba de camino. Empezamos a hablar, quedamos en septiembre de 2023, la primera vez ya en plan cita, y quince días después, estábamos saliendo”.
Una pedida por sorpresa
“Desde el primer momento, supe que era una chica muy especial”, nos explica Juan, “Tras muchos momentos de compartir opinión, de conversar… porque es importantísimo hablar, yo lo tenía claro y lo compartí con ella. Una noche nos fuimos a cenar y le dije que era el amor de mi vida y que me quería casar con ella. Paloma se puso nerviosa, a revolotear…”.
“Yo le dije que tenía que hincar rodilla primero”, señala Paloma, riéndose. Porque sin proposición, no se podía dar por hecho. “Eso fue en octubre y hablamos de que nos queríamos casar en 2025, y claro, que nos teníamos que comprometer porque la boda quería organizarla”.
Juan, en cambio, “¡pensaba que una boda estaría en un periquete!”, así que, tras caer en la cuenta de que había muchos detalles a tener en cuenta -y sería imposible tener todo listo en tan poco tiempo-, “le pedí que me permitiese escoger el día en que yo iba a dar el paso”.
Y lo cierto es que terminó siendo toda una “sorpresa” para Paloma, que, nos reconoce, “yo iba todos los meses con las uñas hechas, cada vez que hacíamos un plan especial. Venga, viaje a Sevilla, yo pensando que me lo iba a pedir… y yo me iba parando y nada. Un día me recogió de la universidad, un miércoles, que él normalmente entrena todos los días y muchas tardes. Nos fuimos a Pedraza, donde su familia tiene una casa y hay una capilla … Entramos para verla y la verdad que lo había montado todo súper mono y ahí sí que ya hincó rodilla”.
“Le dije que era el amor de mi vida, que no había nadie más que me entendiese, que me quisiera como ella, que me aportase tanto… Yo soy más bien cuadriculado, hermético… y Paloma es mucho más como: chico, baila y déjate de historias. Le mostré el anillo y le dije que quería casarme con ella”.
Paloma no se lo podía creer y, después de su “sí” –ella estaba tan emocionada que “el pobre estaba como… dime que sí o que no”- se pusieron manos a la obra para preparar su enlace soñado.
El gran día
Y el día veinte de septiembre al fin llegó. “Para mí el momento más bonito fue cuando, de pronto, se abrieron las puertas y vi a Paloma entrar con su padre, con Carlos… Empecé a llorar. Lagrimón tras lagrimón. Fue una entrada preciosa”, apunta Juan. “Ibas paso a paso, al compás… Majestuoso. Me derretí de amor, entre los nervios, el agobio, el estrés… Fue increíble toda la celebración en la Iglesia”.
Para Paloma todo “fue un sueño. Pero, sin duda, me quedo con el momento del consentimiento en la celebración eucarística, para mí fue súper especial. La misa fue espectacular, creo que el instante más bonito de mi vida. Lo viví rapidísimo, pero como a cámara lenta”.
La celebración posterior no se quedó atrás. Desde su baile en el balcón, “con todo el mundo abajo, grabándonos y gritando…”, al baile nupcial, para el que escogieron la canción A thousand years, una elección de Juan.
Un vestido "de princesa"
“Desde pequeña, había soñado con casarme. Yo quería ir de princesa total, con mi falda gigante…”. Así que Paloma confió la confección de su vestido a María José Ortiz Haute Couture, una diseñadora con una fascinante historia -tal y como nos desvela, debido al estrés, sufrió un ictus que la dejó paralizada y sin poder hablar, y la costura la “salvó” porque nunca ha parado de crear-.
“No me probé nada antes”, asegura Paloma. “Fue el primero… Me pillaron en seguida. Tuve mucha suerte de encontrar gente que me entendiera y cogiera la idea rápido. La verdad es que mi madre, que es una crack y tiene un montón de visión, me ayudó un montón. El resultado fue más bonito de lo que me había imaginado”.
Tampoco dudó en que no quería cambiarse de look, así que entré con una “chaquetilla como más larga, más sobria para la Iglesia, y con capa… Luego, me o quité. Yo era consciente de que era un modelo un poco atrevido. Me dio tanta seguridad que me gustara tanto al principio… pero a mí me gustaba tanto que fui súpercontenta”.
Un accidente que se convirtió en regalo
Juan tuvo claro, desde bien pequeño, que su lugar estaba en la hípica. “Acompañaba a mi padre a todas las competiciones, campeonatos, torneos por Europa… entonces supe que quería, al igual que él, heredar su escudo, sus títulos…”.
Un camino que, evidentemente, “no es fácil, como cualquiera, me atrevería decir. Al final, el que aspira al triunfo en el ámbito que sea, es complicado. Hay mucha competencia, en mi deporte, la doma clásica, más aún, porque no solamente se valora o se juzga al jinete, sino se juzga al caballo, al binomio, la combinación. Estuve a las puertas de conseguir la clasificación en los Juegos de Tokio, un año después de que me ocurriese mi accidente/ regalo de vida; y volví a estar a las puertas de los Juegos de París del año pasado. Ahora ya los próximos que están delante de mí son los de Los Ángeles. Ése es mi objetivo”.
Aquel accidente/ regalo de vida, como él mismo lo llama, fue “la etapa más dura que he vivido y que me atrevería a decir que viviré, si Dios lo quiere. Porque estuve entre la vida y la muerte”.
“De pronto, un buen día me desplomo y sin motivo alguno, sin ningún tipo de aviso… Estaba entrenando, a caballo y me empecé a marear. Comencé a sentir náuseas, perdía el campo de visión, no veía nada y pude, gracias a Dios y a la Virgen, bajarme del caballo; y según me bajo, grité: ¡mi cabeza! y me desplomé. No recuerdo nada más. Todo lo que me cuentan es historia… y una historia que asombra porque pasé 22 días en coma, dos meses hospitalizado, 40 días en la UCI”.
“Fue todo por un derrame”, nos explica Paloma. “Una aneurisma, una rotura de una malformación arteriovenosa que, además, se le complicó por una neumonía”.
“Me dieron la extremaunción tres veces”, añade Juan. “Estuve entre la vida y la muerte”.
“Ningún médico apostaba”, desvela Paloma. “Estuvo totalmente desahuciado... Es que los médicos en ese momento no daban un duro por él, como quién dice”. “Cuando lo operaron no sabían cómo iba a quedar y dijeron a sus padres que se prepararan, que si abría los ojos, podía hablar… que ya era un regalo”.
Pero no sólo se recuperó, sino que, a los cinco meses, en octubre de 2020, ya estaba compitiendo en el primer Campeonato de España. “Como te puedes imaginar, contra toda recomendación médica, por supuesto”, apostilla Paloma.
“Pero, bueno, gracias a Dios y al mero hecho de que abrí los ojos, fue un regalo y motivo de alegría y de celebración, ya que, a día de hoy, cinco años después, pues hago vida normal. Me acabo de casar con Paloma, la princesa de mi vida, e ir cumpliendo mis deseos, mis objetivos, paso a paso, estar disfrutando y celebrando cada día…”. Como hicieron en su boda. Esa fecha señalada que jamás podrán olvidar.