Con la misma delicadeza, estilo y sensibilidad que la caracteriza, Paula Ordovás y su marido Eduardo Nieto han celebrado uno de los momentos más significativos de su vida: el bautizo de su hija Manuela. Una jornada repleta de emoción, ternura y detalles inolvidables, que comparte, en exclusiva, con ¡HOLA! La influencer y escritora, que ha compartido con su comunidad algunos de los hitos más importantes de su vida, quiso que este acontecimiento familiar tuviera un aire íntimo, cercano y profundamente emotivo, sin renunciar a la elegancia y el gusto por el detalle que definen su estilo personal.
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Una ceremonia íntima en el corazón de Madrid
El bautizo tuvo lugar el pasado sábado 7 de junio, en la Parroquia de San Fermín de los Navarros, un templo con gran carga sentimental para la pareja, situado a escasos pasos de su hogar en Chamberí. La elección no fue casual: “Queríamos poder ir caminando y vivirlo como algo cercano, en nuestro barrio. El Santo Mauro es uno de nuestros lugares favoritos en Madrid”, nos confiesa Paula.
Tras la ceremonia religiosa, celebrada a las 13:45 h, los 40 invitados —familiares y amigos muy cercanos— caminaron juntos hasta los jardines del icónico Hotel Santo Mauro, donde tuvo lugar una comida en la que cada detalle hablaba de amor y dedicación.
Manuela, la gran protagonista
Manuela, de apenas tres meses y medio, acaparó todas las miradas con su dulzura, simpatía y serenidad. Para el gran día, lució un faldón de cristianar exclusivo diseñado por Mandarina Gris, una joya artesanal que requirió más de 35 horas de trabajo y se confeccionó a partir de encajes vintage del siglo XIX, sedas naturales y tejidos bordados a mano. Un diseño único, inspirado en una estética victoriana que Paula había guardado de una antigua revista, y que se completaba con capota, cubrepañal, patucos tejidos a mano y una enagua bordada con ilustraciones personalizadas de Lucrecia Rey, la creativa detrás de la imagen del evento.
A lo largo del día, Manuela se mostró tranquila, despierta y muy presente, como si supiera que era la protagonista de una celebración irrepetible. “Es muy observadora, le encanta estar rodeada de gente y lo disfrutó muchísimo”, asegura su madre. Uno de los momentos más emotivos fue cuando su padrino, Manuel Ordovás, le regaló un ángel de la guarda que perteneció a su abuelo, restaurado con cariño para la ocasión. Además, el sacramento se celebró con agua bendita traída de Lourdes, en otro gesto lleno de simbolismo.
Una celebración de estilo impecable
Tras la ceremonia, los jardines del Santo Mauro acogieron una comida inolvidable, bajo la dirección de Carlota (de Limbela Producción), quien supo traducir a la perfección la visión de Paula. Todo giró en torno a los limones y los tonos melocotón, con composiciones florales espectaculares de Elena Suárez, mantelería de rayas, vajilla vintage y textiles bordados a mano por Macalda, que reemplazaron la papelería tradicional. Cada invitado se llevó una servilleta personalizada con ángeles, limones o palomas bordadas.
La zona infantil, creada por Wonderland, estaba inspirada en un bosque encantado con picnic, disfraces, cojines en el suelo y un sinfín de actividades para los más pequeños.
El menú, servido por el propio hotel, incluyó aperitivos gourmet y puestos especiales de caviar, ostras, champagne y jamón Cinco Jotas, además de un buffet de postres espectacular con creaciones de Balbisiana, como una tarta enrollada de 1,60 m de pistacho y chocolate blanco, y dulces infantiles.
Una familia unida por el amor y la memoria
Paula lució radiante con un conjunto a medida de Navascués, compuesto por blusa de satén y falda de tafetán, casquete de Mimoki, joyas de Havana Joyeros, bolso de Jimmy Choo y sandalias de Martinelli. El maquillaje aportaba un toque natural y sofisticado. Eduardo, su marido, optó por un traje azul marino de Lander Urquijo y una corbata de Hermès que había pertenecido a su padre, en un gesto lleno de emoción. “Fue un día lleno de luz, de significado, de familia. Un día que guardaremos para siempre en el corazón”, nos cuenta Paula, aún emocionada.
El evento finalizó de forma espontánea, como solo ocurre en las celebraciones familiares verdaderamente felices: con música en directo, mientras el hermano de Paula tocaba la guitarra y su cuñado Charlie cantaba. Entre risas, canciones y abrazos, el bautizo de Manuela se convirtió en un recuerdo imborrable para todos los que lo vivieron.