A tan solo unas semanas de dar el “sí, quiero” en Zahara de los Atunes el próximo 21 de junio, Claudia vivió uno de los días más especiales de su vida. El pasado domingo 4 de mayo, justo antes del inicio de la Feria de Abril, celebró su pedida de mano junto a su prometido, Vicen, en una jornada familiar y llena de emociones que ambos bautizaron como su “preferia”.
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“Ambos somos muy feriantes, así que tenía todo el sentido hacerlo en ese ambiente. Además, la fecha coincidía con la llegada de la familia de Vicen desde Valladolid, y de su hermano, que vive en México. Era la ocasión perfecta para que nuestros núcleos familiares, que aún no se conocían por completo, por fin se encontraran”, comparte.
La organización fue una labor conjunta en la que participaron las madres y ellos mismos. “Buscamos y vimos muchas opciones para el lugar de celebración, y aunque nos decantamos por uno muy especial que nos encanta, fue muy importante para nosotros que la familia respetara nuestras decisiones”, explica. “Mi madre ha sido muy respetuosa con lo que decidimos, sin meterse demasiado, aunque nos ha acompañado en todo el proceso. Por ejemplo, ella pintó las invitaciones, que tienen un diseño precioso y original, y para hacerlas aún más especiales les pusimos arena de Zahara, ¡aunque creo que está prohibido coger arena allí!”, comenta entre risas.
El encuentro, íntimo y entrañable, tuvo lugar en su casa de Sevilla, cuidadosamente decorada y organizada entre ambos, con la ayuda de sus madres. Fue una celebración pensada con mimo, donde cada detalle hablaba de su historia y de sus raíces. “Preparamos un almuerzo informal con tapitas: trajimos atún de Zahara y chacinas de Aracena, pueblo de la familia paterna, que adoran. Y la suegra cocinó un guiso espectacular para todos”, relata.
Uno de los momentos más emotivos fue el encuentro de las dos abuelas, Amalia y Mercedes, las matriarcas de ambas familias. “Mi abuela es mucho más que eso, es mi confidente, mi mejor amiga. Hemos hablado de todo, sin filtros. Para mí era muy importante que conociera a la abuela de Vicen, una mujer de 94 años que vive sola, muy vital, muy interesante. Me encanta hablar con ella. Siempre me dice que el día de la boda me tengo que lucir, que el pasillo de la iglesia sea largo para que todos me vean. ¡Y yo quiero que sea cortito y pasar rápido!”, cuenta entre risas.
A sus 28 años, Claudia no solo brilla en lo personal, sino también en lo profesional. Es experta en marketing, tiene su propia empresa de comunicación, trabaja como relaciones públicas para una firma hotelera con presencia en España y Portugal, y además compagina su trabajo con su actividad como influencer.
Pero si hay algo que la define, es su pasión por la música. De hecho, participó en el programa La Voz, en Antena 3, donde tanto Melendi como Manuel Carrasco pelearon por llevársela a sus equipos. No ganó, pero su voz prodigiosa dejó huella. Respecto a las canciones que sonarán el día de la boda, mantiene el misterio absoluto. “Mi madre no lo sabe, y yo no te lo voy a decir a ti tampoco…”, bromea, dejando claro que quiere que sea una sorpresa para todos.
Durante la pedida, no faltaron las anécdotas. Una de las más divertidas ocurrió cuando el novio descubrió en pleno almuerzo que tenía que regalar flores a la novia. “Yo no había contado mucho que haríamos la pedida, así que no me esperaba tantos ramos.
Fue muy emocionante ver llegar uno tras otro, con cartas preciosas. De repente, mi mejor amiga le preguntó a él por su ramo… y se dio cuenta de que no sabía que eso se hacía. Salió corriendo y volvió con uno enorme de rosas rojas. Nos reímos muchísimo”.
Pero si algo conmovió a todos fue el discurso que pronunció al comenzar el aperitivo. “Estaba tan nervioso que quiso hablar cuanto antes. Se emocionó desde la primera palabra y nos hizo llorar a todos”.
También hubo un detalle muy especial: tarjetones personalizados para cada miembro de la familia, decorados con collages de momentos compartidos y mensajes escritos a mano. “Incluí unas palabras para cada uno… y también para Beto, nuestro perro, que es uno más”.
Después del almuerzo, la celebración continuó en un restaurante cercano, donde les esperaban sus amigos más íntimos. “Parecía ya nuestra boda. Bailamos, cantamos, nos mantearon… para el disgusto de mi suegra, que le tiene pánico a los manteos”, cuenta divertida.
La noche terminó en un restaurante mexicano, entre risas, complicidad y mucha alegría. “Siempre recordaré ese día como uno de los más bonitos y emocionantes de mi vida. Fue un encuentro lleno de amor, con nuestras familias y amigos más cercanos. Inolvidable”, concluye, radiante, mientras la cuenta atrás para el gran día sigue avanzando entre preparativos, sueños… y mucho amor.