Ha cocinado para Reyes, cantantes internacionales, estrellas de Hollywood, ases del deporte... pero también para las miles de parejas de novios que la han escogido para su boda. Porque 30 años dan para mucho y más si hablamos de Samantha Vallejo-Nágera. La popular cocinera vive a mil por hora y exprime cada minuto del día para poder llegar a todo. Pura adrenalina, abarca un sinfín de facetas y proyectos —chef, empresaria, madre de familia numerosa, astro televisivo, deportista y solidaria— y en todo le va bien porque, como ella misma dice, lo hace todo con "muchísima ilusión".
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Ahora, celebra tres décadas sazonando la vida con pasión, creatividad, calidad y sabor, a través de su catering "Samantha de España", motivo por el que nos ha abierto las puertas de casa de Madrid. En este piso espacioso, alegre, luminoso y colorido, como la propia Samantha, vive con su marido, Pedro Aznar, y sus cuatro hijos: Cloe, de 22 años; Pedro, de 21; Patrick —al que todos llaman Roscón—, de 17, y Diego, de 13, que protagonizan junto a ella un posado muy especial. Ellos son su mayor orgullo, sobre todo ahora, que ya ayudan los fines de semana en Casa Taberna y en De Natura, el restaurante y el espacio de bodas que Samantha regenta en el pueblo medieval de Pedraza, Segovia.
"Mi madre me invitó a estudiar un año de cocina en una escuela de Lyon. Aprendí un montón y fue el momento de mi vida en el que me sentí totalmente realizada como persona. Me di cuenta de que había algo que se me daba bien"
—Samantha de España cumple 30 años. ¿Esperabas llegar tan lejos?
—Bueno, he ido poco a poco, en la vida profesional, en la personal… Y sin darme cuenta, digo, ¡pero si llevo 30 años! En realidad, son 30 años desde que llegué a Madrid de Nueva York, en el 95. Pero empecé cinco años antes en Horcher, en el 90. Hice unas prácticas en plan broma, una cosa como para ir dos días. Y, de repente, descubrí mi profesión, mi pasión por la cocina. Yo ya había hecho mi carrera de Paisajismo, pero, a partir de ahí, empecé a cocinar en las casas, las amigas de mi madre me encargaban sus cenas; lo que ahora se llama chef a domicilio lo hacía yo hace 35 años.
—¿Tus padres se tomaron bien que te hicieras cocinera?
—Sí, mi madre, Sabine Dèrouléde, sobre todo, que es a la que siempre le ha gustado y, al final, es mi maestra. Porque en casa de mi madre siempre se ha cocinado muy bien, siempre se ha puesto muy bien la mesa... Toda esa parte la he heredado de la familia de mi madre, que es con la que siempre he vivido. Ella estaba encantada.
"Mi hijo Pedro, por ahora, trabaja a tiempo completo en nuestro restaurante de Pedraza. Creo que estudiará Educación Infantil o Educación Especial. Es muy sensible y se ha ocupado mucho de Roscón"
—Y te animó a seguir.
—Sí, me dijo: "Mira, acaban de abrir una escuela en Lyon; no vas a hacer una carrera entera, pero te invito a estudiar un año de cocina allí". Me fui para allá y, en vez de hacer el programa completo, solo hice cocina, cocina y cocina. Eso fue en el año 93. Y fue la pera. Yo hacía de todo: descargaba los camiones con el pescado a las siete de la mañana, preparaba todos los desayunos, los cruasanes, que los hacíamos nosotros; cocinaba para todos los alumnos, que éramos 300.
También había allí un restaurante estrella Michelin donde los alumnos cocinaban y yo hacía de todo, desde servicios, sala, cocina, pastelería... Aprendí un montón y fue el momento de mi vida en el que me sentí totalmente realizada como persona desde que empecé el colegio, porque a mí los estudios siempre se me han dado fatal. Entonces, me di cuenta de que había algo que se me daba bien.
—Y de ahí te marchaste a Nueva York y, al volver, fundaste tu catering. De todos estos años tendrás un millón de anécdotas.
—Millones y millones. Siempre digo que las tengo que apuntar porque se me olvidan. El catering de por sí es muy complicado, no solo por la cocina, que ya es difícil en un restaurante que todo salga bien, pero lo tienes que llevar, lo tienes que montar y tienes el tiempo siempre en tu contra; la temperatura, el frío o el calor; los coches, que se rompen; los camareros que no aparecen o se duermen... Tantas cosas. Siempre trabajas con la adrenalina a flor de piel y es divertidísimo. A mí me gusta eso, me gusta la marcha.
Adrenalina a mil
—Sigues con el mismo entusiasmo que el primer día. ¿Cuál es el secreto?
—El secreto es justamente eso, que no es rutinario. Yo me dedico al catering porque me gustan los cambios y en él los cambios son diarios. Hoy servimos en un jardín; mañana cocinamos en el campo; pasado, en el pico de un edificio, y todo eso hace que la adrenalina siempre esté a mil.
—Habrás tenido un montón de clientes ilustres.
—Por supuesto, he servido a Reyes, a cantantes en sus casas, pero no me gusta dar nombres, soy bastante discreta... Cuando eres hostelero, hay que saber callar. Pero creo que he servido a todos mis ídolos, a todos. Tengo clientes de todo tipo, gente del cine, gente de la moda. Es un orgullo.
—Tu familia, el catering, MasterChef, Casa Taberna... ¿Cómo llegas a todo?
—Llego a todo, primero, porque voy en moto y me da tiempo a hacer muchas más cosas; porque hago ejercicio todos los días y me da una energía tremenda, y porque tengo una chica en casa desde hace 17 años que es una maravilla, que me ayuda mucho, con Roscón sobre todo.
Tener una buena organización familiar también ayuda. Soy muy organizada y valoro mucho el trabajo de todas las personas que trabajan para mí. Siempre digo que tengo dos vidas: mi vida uno es la mía, la del catering, el restaurante, los niños. Y tengo la vida dos, que es la tele, que vino a mí hace ya trece años y es casi el 50 por ciento de mi tiempo.
—Trece años ya. ¿Te sigue divirtiendo?
—Me lo paso bomba. Es verdad que en el plató hay días que se te hace largo, pero con Pepe (Rodríguez) y con Jordi (Cruz), que nos llevamos fenomenal, me lo paso muy bien. Además, la respuesta del público es un regalo. Tenemos contacto a diario con la gente por las redes sociales y algunos que viven fuera de España y ven el programa nos cuentan que les recuerda a España, les huele a España y les da la vida. Hay padres que nos dan las gracias porque lo ven con sus hijos autistas y nos dicen que es la única cosa que su hijo siente. A mí con eso ya me vale, pero creo que hemos aportado mucho en estos años.
—Alguno de tus hijos ya ayuda en tus negocios, ¿verdad?
—Mi hija Cloe está en Suiza estudiando hostelería, en Lausana, y cuando viene se involucra, por supuesto, tanto en servicio como en temas de gestión. Y le gusta mucho. Ella ya opina y está muy preparada. Es una máquina de currar y me ayuda muchísimo. Mi hijo Pedro, por ahora, trabaja a tiempo completo en Casa Taberna, y Roscón trabaja de extra en las bodas de De Natura.
—Diego todavía es pequeño, claro.
—Diego tiene una jeta... Dice: "A mí dejadme en paz, que me quedan cuatro años todavía". Y también dice que va a ser el CEO. Sí, le gustan los numeritos, la gestión.
—A nivel personal, ¿cómo describes a tus hijos?
—Cloe es una mujer estupenda, la puedes meter en una fiesta con Reyes y la puedes dejar en el campo con un pastor de ovejas y es totalmente feliz en cada lado. Tiene conversación con todo el mundo, es trilingüe total y es superespabilada, divertida y alegre. Es la pera. Pedrito es mucho más introvertido, de hecho, es el más introvertido de la familia. Los estudios le han costado más que a los demás, pero está dándonos un gran ejemplo a todos. De momento, se ha puesto a trabajar y creo que estudiará Educación Infantil o Educación Especial. Es un niño muy sensible, le gustan muchísimo los niños y la educación y se ha ocupado muchísimo de Roscón. Siempre dice que quiere trabajar en colegios como el de Roscón.
—Roscón es el ángel de tu casa.
—Bueno, el ángel, tiene un morro... Es el ángel, el líder, el que controla todo, el más organizado, el que tiene claro todo lo que va a hacer cada día. Y el más divertido. Siempre diré que la vida es mucho más agradable con él que sin él. Por supuesto, los niños con discapacidad dan un poquito más de trabajo, pero todo se compensa con el amor.
Unidad familiar
—¿Te preocupa su futuro?
—Nunca me ha preocupado, porque está todo muy organizado y, además, sus hermanos se pelean todos por ver quién va a vivir con él. Pedrito, dice que sabe que Roscón va a vivir con él toda su vida. Mis hijos se llevan muy bien y son superpiña entre ellos, y eso a mí me da mucha tranquilidad.
—Estarás orgullosísima de ellos.
—Bueno, a veces el día a día es complicado. Por ejemplo, un tema que llevo fatal es el de los teléfonos y la conectividad. Con los niños soy talibana, me peleo con ellos todos los días por ese tema; para mí, es el drama. Intento que mis hijos sean deportistas, que compitan, y eso me cuesta a veces con alguno.
Pero creo que haber tenido una casa de campo en Pedraza toda la vida nos ha dado una gran unidad familiar y compartir cosas como jugar a las cartas, salir al campo, montar en bici todos juntos. Aunque yo trabaje mucho y me vaya el sábado a una boda, siempre dormimos en Pedraza el fin de semana, y eso nos da mucha unidad familiar. Y he conseguido que a mis hijos, aun siendo adolescentes, quieran ir.
—Otro de tus éxitos es tu matrimonio. Pedro y tú lleváis 23 años casados.
—Sí, en dos años hacemos 25, felizmente casados, con cuatro hijos, con estos pedazo de negocios, siempre currando. No me puedo quejar, lo pasamos bien. Él, además, es muy padrazo, se ocupa de la parte sentimental de mis hijos. Como yo paso mucho tiempo fuera, por el trabajo, mi marido es el que siempre está con mis hijos en casa. Se lo pasa muy bien con ellos, les escucha, les habla. Es el eje sobre el que rodamos todos y el que me da a mí tranquilidad y estabilidad. Es una persona maravillosa, todo el mundo le adora.
—Antes hablabas de tu madre. ¿Has heredado de ella ese espíritu de que nada te frena?
—Mi madre es una gran mujer. Siempre ha estado a la sombra de los demás, a la sombra de su marido, Paco Muñoz, que era muy grande, maravilloso, en el mundo de la decoración, pero creo que sin ella no habría sido tan grande. Y siempre está detrás de mí, por supuesto, en todo lo que hago hay un toque de mi madre. Es una madre superhumilde, porque está detrás de todo, pero es la que mejor hace las cosas, la que mejor decora. Y toda la vida ha sido muy exigente con nosotros, es muy cañera.
—¿Cuál de tus hijos crees que ha heredado ese espíritu de ti?
—Mi hija, Cloe, por supuesto. Es igual que yo, en versión mejorada, porque está más preparada, es más estudiosa y más tranquila.
—¿Va a seguir tus pasos?
—En un año termina en la escuela de Lausana orientada a hostelería, banca, lujo... Y yo quiero que vuele. Ella está pensando en irse a vivir a Londres. A los jóvenes hay que dejarles que hagan su vida.
—¿Cómo te ves, a tus 55 años, a nivel personal?
—Pues mira, mejor que nunca. Creo que cumplir 50 años te da la vida. Me siento fenomenal, enérgica total. Quiero quedarme como estoy: estar con mi taberna; que mi catering funcione bien; estar pendiente de todas mis bodas, que a veces no llego porque no puedo estar en todo a la vez; que mis hijos acaben sus estudios y se pongan todos a trabajar. Soy muy exigente también con los jóvenes y me gusta que trabajen, porque tienen demasiado tiempo libre y demasiado ocio, así que creo que estar ocupados les viene fenomenal y saber lo que cuesta ganarse la vida, también.