Sufrió una sobrecogedora cogida en Santander de la que fue salvado por Cayetano Rivera

Andrés Roca Rey: un torero diferente con un estilo único, en su finca de Sevilla

Confesiones, reflexiones y planes de futuro del número uno del esca­lafón taurino y gran amigo de Victoria de Marichalar

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AUDREY LEVY

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Son las siete de la tarde y, bajo el ardiente sol andaluz, el termómetro sigue marcando 36 grados. Nada que vaya a distraerlo del entrenamiento diario: dos horas de toreo de salón para trabajar sus posturas, luego tres horas en el campo frente a las vacas para perfeccionar sus técnicas... Y entonces aparece él al volante de su furgoneta negra, con la música flamenca a todo volumen, sudando y flanqueado por su cuadrilla y su equipo de picadores. Él es Andrés Roca Rey, un peruano de 1,86 metros y 26 años, la nueva estrella del toreo. Estamos aquí, en su casa, en ‘La Consentida’, una suntuosa finca de diez hectáreas situada en las alturas de Gerena, un pequeño pueblo blanco perdido en medio de olivares, a 20 kilómetros de Sevilla. Fue en esta villa donde el director de cine Orson Welles, encantado por la magia del lugar, habría encontrado la inspiración para su película Ciuda­dano Kane.

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Sobre estas líneas, Andrés Roca Rey posando con algunos de sus perros en la puerta de su casa, en ‘La Consentida’, su finca de diez hectáreas situada en las alturas de Gerena, un pueblo blanco perdido en medio de olivares, a 20 kilómetros de Sevilla. ‘Lima me vio nacer, pero Gerena me vio crecer’, confiesa el torero, que encuentra en este lugar la ‘soledad impuesta pero necesaria’ para la concentración
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“Lima me vio nacer, pero Gerena me vio crecer”

Cuando no está recorriendo las carre­teras de España, Roca Rey viene aquí a calmar sus dudas, a encontrar la “soledad impuesta pero necesaria” para la concentración. Rodeado de su rebaño de ovejas y de su jauría de perros, liderada por ‘Crack’, un pastor alemán, vuelve a conectar con la naturaleza. “Lima me vio nacer, pero Gerena me vio crecer”, dice. Y, sobre todo, triunfar: “Estoy agradecido a España por abrirme sus puertas”. “Agradecido” porque aquí no solo ha cumplido su sueño. Ha llegado a lo más alto, convirtiéndose en el número uno del escalafón, la clasificación mundial del toreo. “Lleva ahí varias temporadas, mejorando de corrida en corrida”, explica su hermano Fernando, un antiguo torero, diez años mayor que él.

“La plaza de toros es un teatro donde puede pasar cualquier cosa”, asegura el diestro de 26 años

El año pasado, en 63 corridas, cortó 140 orejas y seis rabos. Roca Rey es un fenómeno que hace estremecerse a España, Francia y América Latina, empezando por su Perú natal, donde las plazas de toros de los pueblos se llenan con más espectadores que habitantes. “Revolucionó el toreo”, prosigue su hermano.

En el ruedo, no se había visto nada igual desde El Cordobés. Tanto si torea en capitales como en pueblos pequeños, siempre se agotan las entradas. En Nimes, durante la Feria de Pentecostés, fue aclamado tanto como el francés Sebastián Castella. En Aranjuez consiguió tres orejas y desbancó a su maestro, Julián López, ‘El Juli’, cuyos pases imitaba de niño, llegando incluso a inspirarse en su apodo: “Me hacía llamar “El Andi””, recuerda. Y por todas partes, en las plazas de toros, las mismas escenas de júbilo con el público gritando “¡oh!”, “¡bieeen!” y agitando sus pañuelos blancos ante el palco que ocupa la presidencia. Gracias a él, los jóvenes vuelven a las plazas. Lo admiran, lo siguen, se identifican con él. “Como ellos, está conectado en las redes sociales”, explica José Ramón Lozano, su director artístico. “Es serio y enigmático, con carisma, en una época carente de héroes y valores”, añade Roberto Domínguez, su apoderado desde hace tres años.

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“Disfruto cada minuto como si fuera el último”, confiesa Roca Rey, que, sobre estas líneas, posa en el salón de su hogar.

En su familia, la pasión por la tauromaquia se transmite de generación en generación: “Mi bisabuelo era ganadero; mi abuelo regentaba la plaza de toros de Acho, en Lima; mi tío era rejoneador, y mi hermano, torero”. ¿Tenía el camino trazado? “Podía haber estudiado Administración de Empresas, pero el destino lo decidió de otra manera”, dice. Será torero. “Siempre lo tuve claro”, confiesa. Después del colegio, corría a su habitación para “ponerme guapo”.

A lo largo de su carrera, ha sufrido terribles cornadas y siete lesiones graves: “No hay victoria sin sacrificio, las heridas moldean a los toreros”

“En el jardín me llevaba todo por delante, revolcándome en el barro”, recuerda. A los siete años toreó su primera becerra, una vaca novilla que le regaló un ganadero el día de su cumpleaños: “En esa época, no podía imaginarme lo que lograría después”. Era, entonces, sin contar con José Antonio Campuzano, un cazatalentos que se fijo en él en un pueblo: “Si tu sueño es convertirte en figura del toreo, ¡ven a España!“, le dijo. Más tarde, se convertiría en su apoderado. “Me lo enseñó todo: la disciplina y el esfuerzo, los caminos que hay que seguir para triunfar y cómo tomar las buenas decisiones”, explica el antiguo aprendiz.

Despedidas desgarradoras

Empezó a los catorce años con unas prácticas de dos meses en la escuela taurina de Badajoz, en Extremadura, antes de volar a Sevilla, dos años más tarde. No fue fácil dejar atrás a su familia y sus amigos a sus 16 años. Recuerda las despedidas desgarradoras, a su madre llorando, a su hermano diciéndole con los ojos húmedos: “Ya eres un hombre. ¡Suerte, torero!”. A diferencia del colombiano César Rincón, el genio peruano no tuvo que huir de la miseria. Sin embargo, sus comienzos en España fueron difíciles. Nadie lo conocía: “Mi apoderado no era ni gana­dero ni empresario, así que no tenía toros con los que entrenar ni fechas programadas en las plazas”. Ante la adversidad, se preguntó: “¿Merece la pena empeñarse?”.

Se ha convertido en uno de los pocos toreros peruanos que se han hecho un nombre en Europa: “Estoy agradecido a España por abrirme sus puertas”
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Sobre estas líneas, a la izquierda, Victoria de Marichalar recibiendo una de sus monteras, y al lado, junto al también torero peruano y amigo de la infancia, Joaquín Galdós.

Una tarde de domingo, tras años de lucha y sacrificio, renació la esperanza ante una película, RocknRolla, de Guy Ritchie, que vio con su hermano y otro novillero en el pequeño salón de la pensión donde se alojaban, en Gerena. Recuerda la filosofía del protagonista: “En la vida, hay quien quiere la riqueza y quien quiere la fama. El héroe lo quiere todo”. ¿Por qué no aplicarlo al toreo? Empezó irrumpiendo en la plaza de toros de Madrid. Roca Rey lo consiguió el 19 de abril de 2015 en Las Ventas. Un primer éxito seguido por una cadena ininterrumpida de triunfos. En 2015, con 18 años, tomó la alternativa con Enrique Ponce como padrino y Juan Bautista como testigo.

Mentalidad de samurái

¿Cómo explicar que llegase tan rápido a la cima? “Se arriesga como nadie y no tiene límites”, explica su apoderado. En el ruedo, “su entrega es total”. ¿Qué le diferencia? Su “mentalidad de samurái”: “Entiende al animal muy rápido y va a por él como un piloto de Fórmula 1 que acelera en las curvas cuando tiene que frenar”, explica José Ramón Lozano. “Ha heredado de los grandes maestros su elegancia y su capacidad para acercarse al toro en situaciones tan extremas como inverosímiles”, confiesa su amigo peruano el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa. Totalmente habitado por su “pasión”, Andrés Roca Rey solo habla de “autenticidad” y “pureza”: “Intento seguir el camino de la verdad, sin engañar a nadie: lo más impor­tante es torear con el alma, expre­sar tus sentimientos y transmitirlos al público”.

“Mi bisabuelo era ganadero; mi abuelo regentaba la plaza de toros de Acho, en Lima; mi tío era rejoneador, y mi hermano, torero”

Como otros antes que él, Roca Rey ha sido, sin embargo, víctima de terribles cornadas, siete lesiones graves que le han dejado feas cicatrices, como las que se ven en su muslo derecho. Una tarde de agosto de 2016, en Málaga, recibió un violento golpe en el cráneo y el abdomen y fue trasladado inconsciente al hospital. “Sufría de lesiones en las cervicales, tuve que parar cuatro meses”, explica.

Desde entonces, lleva un rosario con la imagen del santo patrón de Lima, un regalo de su madre para protegerle. En Bilbao, el verano pasado, tras una severa herida en la espalda, el miedo se apoderó de él por primera vez en su vida. Se planteó seriamente tirar la toalla y llamó a su hermano. Este le tranquilizó: “Si todavía puedes dar cuatro pasos, no te rindas”.

Riqueza y fama, lo quiere todo, como en RocknRolla, una película de Guy Ritchie que le sirvió como inspiración tras años de lucha y sacrificio
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Sobre estas líneas, en la piscina de su villa, donde, al parecer, Orson Welles encontró la inspiración para rodar la película ‘Ciudadano Kane’.

“Con los héroes nunca se sabe cómo acaban las cosas”

Con su traje de luces manchado de sangre, Roca Rey regresó. Y triunfó como un héroe sobre sus dos toros. “No hay victoria sin sacrificio, las heridas moldean a los toreros”, susurra. Detrás de la pantalla de su televisor, Melita, su ama de llaves peruana, tiembla en cada corrida.

Aunque, como él dice, “la plaza de toros es un teatro donde puede pasar cualquier cosa”, Roca Rey teme menos a la muerte que “a nuestra sociedad, que vive en la mentira y prefiere dar la espalda”, y al “mundo desconocido que se esconde detrás”. Algunos rezan antes de entrar en faena, mientras que él se aísla en la habitación de su hotel y escucha música.

En el ruedo, con los pies bien plantados en la arena, en ese momento de silencio flotante que precede a la lidia, la adrenalina inunda sus venas y hace desaparecer el miedo, dando paso al valor y a la concentración extrema... El alma del artista se eleva por encima del público, que pide más. “Nada más existe a mi alrededor, excepto el toro y yo”, sonríe.

“Vic y yo somos grandes amigos”, confiesa sobre la hija de la infanta Elena, a quien dedica sus toros y que se ha convertido en su fiel seguidora

¿Cómo ve el futuro? La pregunta inquieta a su apoderado, que acompañó a El Juli durante diez años: “Con los héroes nunca se sabe cómo acaban las cosas. Ningún torero que se arriesgue tanto ha durado 25 años”. Explica que no se proyecta en el futuro, que vive “el día a día”. “Disfruto cada minuto como si fuera el último”, confiesa Roca Rey. Salidas con amigos, buena comida, buen vino y reguetón.

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La “fórmula adecuada” en lo sentimental

En el lado sentimental, dice que “busca la fórmula adecuada”. Está convencido: “Detrás de cada torero hay una gran mujer”. Tuvo una relación durante siete años con una guapa rubia sevillana que siempre estuvo a su lado, apoyándolo “a través del miedo, la sangre y las lágrimas”. Pero la prensa española solo tiene ojos para una morena de fuerte personalidad: Victoria de Marichalar, sobrina del Rey Felipe VI e hija de la infanta Elena. Cuando se menciona su nombre, se le ilumina la cara: “Vic y yo somos grandes amigos”. Aficionada a los toros, ella le sigue en Instagram y da un like a cada uno de sus triunfos. En la plaza, él le regala su montera y le dedica sus toros. El invierno pasado le siguió hasta Perú, lo que conmocionó a los tabloides. Se rumorea que mantienen un romance. ¿No es ya rey el torero Roca Rey? Y quizás, incluso, según la prensa española, un “nuevo dios”...


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