Genalguacil, el pueblo malagueño que es puro arte

Desde que hace casi 30 años celebrara su primer certamen artístico, esta localidad malagueña anclada en el corazón del valle del Genal es un auténtico museo al aire libre. Su inigualable situación rodeada de inmensos castañares, su blanco caserío de origen árabe y la esencia sureña que destilan sus calles, le valieron hace años ser incluida entre Los Pueblos más Bonitos de España. Y no es de extrañar.

Por CRISTINA FERNÁNDEZ

No lo ponen fácil las estrechas y sinuosas carreteras del valle del Genal cuando se trata de alcanzar uno de sus pueblos más hermosos; una clara muestra de que todo esfuerzo tiene su recompensa. Aferrada a las montañas de la serranía de Ronda y rodeada de densos castaños, Genalguacil es una singular localidad cercana a Jubrique o Gaucín que se ha convertido en todo un referente artístico en la provincia. Un pueblo-museo con sus calles y plazas convertidas en la mejor galería que se pueda imaginar. Abramos bien los ojos, porque el espectáculo comienza.

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INSPIRACIÓN ARTÍSTICA

Encuentros con Arte nació allá por 1994 decidido a que Genalguacil (pueblomuseo.com) sirviera de inspiración a todo tipo de artistas. Un evento que arrancó centrándose en las artes populares y tradiciones, pero que, a partir de su tercera edición, amplió miras.¿Qué tal si lo celebraban cada dos años? ¿Y qué ocurriría si, más allá de lo local, acogían todo tipo de arte contemporáneo? Es más, ¿por qué no invitar a artistas llegados desde todos los rincones del mundo? Y así se hizo.

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De esta manera, por este coqueto pueblo de retorcido entramado han pasado ya más de 200 creadores que, además de integrarse en la vida local y empaparse de ella, han dejado su impronta a lo largo y ancho de sus calles. También en el Museo de Arte Contemporáneo Fernando Centeno (MAC), que atesora entre sus paredes, desde su apertura en 2004, aquellas obras más delicadas.

Sin embargo, el verdadero placer está en perderse por sus estrechas vías peatonales y escaleras sin fin, por sus enrevesadas cuestas encaladas, plazas y fotogénicos rincones. Allá donde se mire, allí donde menos se espera, aparece el arte de mil y una formas diferentes, ya sea en murales, esculturas o instalaciones. ¿El objetivo de todo este movimiento? Muy sencillo: luchar contra la despoblación.

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Un reto que, en gran parte, se ha conseguido, porque además de que Genalguacil y su arte callejero han marcado bien su lugar en el mapa, ya casi alcanzan la decena los artistas que han escogido este pequeño lugar en el mundo como base para desarrollar su trabajo. Nombres como Carlos Re, Francisco Núñez, Patrick Fossey o Marie Isabelle Poirier están entre los nuevos vecinos de la localidad. 

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MÁS ALLÁ DEL ARTE

Sin embargo, si por algo se ha convertido este enclave malagueño de apenas 400 habitantes en uno de los pueblos más bonitos de España, no es solo por su carácter de localidad-museo. Las razones van mucho más allá. Por ejemplo, la riqueza del único monumento que existe en su casco urbano. Ya desde la lejanía, cuando se otea la silueta de Genalguacil en la distancia, sorprende la torre octogonal de la iglesia de San Pedro Mártir de Verona. El templo preside la plaza de la Constitución, que hace las veces de balcón asomado al extenso valle y que regala unas vistas únicas del entorno. Su construcción data del siglo XVI, aunque tuvo que ser reconstruida posteriormente. Es de estilo barroco con reminiscencias mozárabes, y cuenta con tres naves separadas por arcos de medio punto.

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A partir de aquí, el resto del patrimonio de Genalguacil se mide por la belleza de su casco urbano y la fascinante naturaleza que lo envuelve. El nombre del pueblo deriva de su pasado árabe, Genna-Alwacir, que se traduciría en algo así como «los jardines del Visir», una pista que deja sospechar que algún importante cargo musulmán debió establecerse aquí.

Su pasado aún se siente, se respira, al caminar por sus empinadas calles flanqueadas por casitas blancas de una o dos plantas. La esencia serrana está presente a cada paso, allí donde lucen al sol las macetas color añil plagadas de flores, donde se escucha el arrullo de las fuentes repartidas por la localidad, o en la esquina donde la señora se afana en limpiar, palangana en mano, los adoquines frente a su casa.

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Antes de partir a explorar los alrededores, no estará de más un alto en el camino para reponer fuerzas. Y en Genalguacil, las opciones para cumplir con esta máxima son abundantes. Para catar los sabores de la zona, basados especialmente en los productos de la huerta y los guisos, pero también en las setas en temporada y en las carnes ibéricas, nada como echar un vistazo a la carta de Venta Las Cruces (tel. 952 15 20 39), un negocio familiar situado a la entrada a la localidad aclamado por quienes lo visitan. Entre su oferta, tapas espléndidamente servidas y platos de cuchareo entre los que no faltan los chícharos o las sopas. También aclamada su carne ibérica a la brasa con boletus y los postres.

CUANDO EXPLOTA LA NATURALEZA

Más allá, donde el verde de los montes y valles alcanza todo su esplendor, se despliegan castaños que se cuentan por miles. Pero resulta que junto a ellos se halla también uno de los mayores pinsapares de la serranía de Ronda y Genalguacil cuenta con un mirador desde el que disfrutar de este tesoro. En la frondosidad más absoluta se alzan, asimismo, alcornoques, quejigos y pinos;  por algo el 90% del territorio de la localidad, situado junto al entorno del Paraje Natural de los Reales de Sierra Bermeja, es puro terreno forestal.

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Apúntate a una excursión a Sierra Bermeja, Genalguacil y pasarelas del Genal

Un vergel por el cual discurren el río Almarchal y los arroyos de la Posada y Almeses, tributarios del río Genal. Además, innumerables senderos unen, ocultos entre la vegetación de los montes, localidades vecinas. Caminos por los que aventurarse y desconectar de toda civilización respirando el aire más puro.  Muy popular es la senda lineal que lleva desde Genalguacil hasta Jubrique. O los 7 kilómetros que permiten alcanzar Prado de la Escribana mientras se admiran las cumbres de Sierra Bermeja o la Sierra Crestellina. El catálogo de rutas es tan amplio que incluso abarca dos de las etapas de la Gran Senda de Málaga, la que une Benalauría con Genalguacil, o la de 20 kilómetros que parte de Genalguacil y llega hasta Casares. 

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Y será allí, envueltos en los parajes más increíbles y contemplando de nuevo las vistas al blanco caserío de Genalguacil en la distancia, cuando digamos adiós a esta localidad guardiana del arte que ha sabido reflejar en sus calles toda una manera de ver la vida. Volveremos a casa un poquito más inspirados.