Triste adiós a Antoinette de Mónaco

Los Grimaldi despidieron con todos los honores a la hermana del príncipe Raniero

Por hola.com

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Mónaco no ha faltado al último adiós de la princesa Antoinette, como ella nunca faltó a Mónaco en ninguna circunstancia. Ni el brillante sol de hoy, ni la recién estrenada primavera, ni los alegres preparativos nupciales han podido evitar que el corazón del Principado amaneciera hoy de luto. Anunciaban el duelo oficial y la triste despedida las banderas ondeando a media asta, las solitarias calles y el palacio principesco vacío. Todos, sin excepción, se encontraban congregados en la catedral de Notre-Dame Immaculée, escenario donde se han celebrado momentos cruciales de la vida de los Grimaldi. Las alegrías y las tristezas. Hoy, una nueva pena: la muerte de la princesa monegasca, condesa de Polignac y baronesa de Massy, hija mayor de la princesa Charlotte y del príncipe Pierre de Mónaco, duques de Valentinois, y hermana del recordado príncipe Raniero, que nació el 28 de diciembre de 1920 en París y nos dejó la semana pasada a la edad de 90 años, tras una larga enfermedad que la mantuvo ingresada en el Hospital Princesa Grace. 

 

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La Familia Principesca, al completo, ha despedido con todos los honores a la princesa Antoinette en este funeral homenaje. De riguroso luto (con mantilla las damas reales) y con el gesto grave, han ocupado los primeros asientos en el coro del histórico templo el príncipe Alberto, su prometida, Charlene Wittstock, que permaneció junto a su futuro esposo apoyándole en estos difíciles momentos, y sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía. Les seguían los hermanos Casiraghi -Andrea, Carlota y Pierre-, que el pasado fin de semana presidieron por primera vez y en solitario un Baile de la Rosa marcado por la pérdida de la princesa; la pequeña princesa Alejandra,  así como los dos hijos que sobreviven a la fallecida, Elisabeth-Anne y Christian Louis de Massy, y sus nietos. Los familiares, que volverían a reunirse en una íntima ceremonia para dar sepultura a los restos mortales de la princesa en la Capilla de la Paz, recibieron consuelo en las palabras del monseñor Barsi, que ofició la solemne ceremonia. Los Grimaldi, unidos en el dolor, lloraron la muerte de su tía, su madre, su abuela... y todos los presentes rogaron por el eterno descanso de la abuela de Mónaco.

 

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