La ironía es “una burla fina y disimulada” y el sarcasmo, “burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo”, según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. Con estas definiciones, especialmente con la segunda, la respuesta a por qué no debemos emplear el sarcasmo y la ironía con los niños está más que contestada, pero aún así, vamos a aportar más argumentos de manera detallada que dan buena cuenta no solo de las consecuencias en los sentimientos y la autoestima de los pequeños, sino también del sinsentido que supone emplearlo con ellos.