Entrevista exclusiva con Carmen Martínez-Bordíu el día de la boda de su hijo

Por hola.com
—¿Nunca te había presentado a alguna novia, a alguna chica con la que estuviera saliendo asiduamente…?
—Novias, novias, nunca. Yo, de vez en cuando, sabía que salía con alguna chica. Pero a mí jamás me presentó a ninguna novia o algo parecido. Y repito que, si le sacaba algún tema relacionado con un noviazgo y esas cosas, siempre repetía: «Hasta los treinta años, nada de nada, mamá».
—Una vez que te dijo que se casaba, ¿te comentó si lo de Margarita había sido un flechazo o, por el contrario, algo que se fue fraguando poco a poco?
—No me comentó nada a ese respecto. Pero yo supongo que en cuanto la vio…, le pasó lo mismo que a mí: que le encantó. Y es que a mí Margarita me encantó desde el primer momento. Y si a él le pasó lo mismo, habría que concluir que fue, efectivamente, un flechazo.
—¿Y cuándo viste por primera vez en persona a Margarita?
—Aproximadamente un año antes… de que Luis me la enseñara en el ordenador. Fue en Palm Beach (Florida). Pero en aquella ocasión mi hijo no estaba. Y creo que todavía no la tenía puesta en la pantalla del ordenador, aunque sí que la conocía. Se habían conocido, como se sabe, en la boda de Francisco Javier d’Agostino, un amigo de Luis y de mi familia, especialmente de mis tíos los Gotor, que se casó con María Victoria Vargas, la hermana de María Margarita. Pero en aquella ocasión ésta era todavía menor de edad.
—Luis, en asunto de chicas, siempre ha sido bastante discreto, ¿no?
—Siempre ha sido muy discreto. En eso siempre ha seguido un poco los pasos de su padre.
—¿Tú tenías ganas de que se casara?
—Ganas, ganas, no. Lo que sí tenía muy claro era que el día que lo decidiera, a mí me iba a parecer bien.
—Sin pasión de suegra, ¿cómo es Margarita?
—La chica que hace completamente feliz a mi hijo. Y si mi hijo es feliz, yo lo estoy también. Y si Margarita es quien le da esa felicidad, yo estoy encantada con Margarita, a la que, por otra parte, encuentro encantadora. Sin pasión… de suegra lo estoy diciendo.
—Por cierto, Carmen, ser suegra no es un papel fácil. Ya sabes que se dice que con frecuencia las suegras intervienen en la vida de sus hijos y una vez ya casados, pretenden, en ocasiones, influir y surgen los problemas.
—Yo seré una suegra de no meterme nunca en nada, porque tengo en mi vida esa norma.
—Pero, de pronto, se te puede ocurrir dar un consejo…
—No me gusta dar consejos. Y opiniones, sólo cuando me preguntan. En realidad, consejos sólo se deben dar —al menos yo sólo los daría— cuando viera un peligro grave. Pero, mientras no se llegue a ese punto, jamás doy consejos.
'Una madre orgullosísima'
—¿Cómo es Luis Alfonso, Carmen?
—Ha sido un hijo maravilloso durante toda su vida. Nunca me ha dado ningún tipo de problemas. Y eso que ha sufrido, ciertamente, golpes muy duros y de todos bien conocidos: mi separación de Alfonso, su padre; la muerte de Fran, su hermano; la pérdida de su padre… Decididamente, ha sido un chico de una enorme entereza, que supo encajar los tremendos palos que le dio la vida. Por eso cuando le veo hoy —y más concretamente, cuando le estaba viendo hace unas horas, feliz e ilusionado ante el altar al lado de la mujer junto a la que quiere caminar el resto de su vida— no dejo de repetirme: «Desde luego, hay que ver la capacidad que pueden tener algunas personas —él, una de ellas— para reaccionar como reaccionan ante las tragedias». Porque a nadie se le oculta que a Luis le ha tocado vivir una vida muy dura. Y, sin embargo, ha sabido encajarlo, asumirlo y superarlo todo. —En realidad, Luis Alfonso, con todo lo que pasó tuvo prácticamente todas las papeletas para ser un chico cargado de problemas y, en consecuencia, problemático.
—Probablemente. Sin embargo, creo que tenemos unos protectores por ahí arriba que nos ayudan. Lo único que puedo decir es que soy una madre que se siente orgullosísima de su hijo. Es un chico excelente en todos los sentidos. Y ha sido un buen estudiante. Y es un gran trabajador. Por otra parte, no me ha dado ningún tipo de problemas nunca, y bien sabe Dios que a ciertas edades los chicos pueden ocasionar problemas a montones.
—Carmen, la habitual pregunta a una suegra, ¿se pierde un hijo o se gana una hija?
—Pues respondo lo que se suele responder y que no sé en otros casos, pero al menos en el mío es totalmente verdad: gano una hija. Una chica que me parece encantadora. Creo que Margarita es el tipo de chica con la que todas las madres sueñan para esposas de sus hijos.