¿Eres una persona emocional o racional? Este test de personalidad lo descubre

Lo normal y preferible es que mantengamos un equilibrio. Sin embargo, algunas personas están en los extremos y, en ocasiones, pueden necesitar ayuda

Por Nuria Safont

 "Siento las cosas, generalmente, con mucha intensidad, ya sean alegrías o tristezas, y esto afecta todas mis decisiones. Por ejemplo, en mi trabajo en atención al cliente, mi capacidad para vincularme o empatizar con las personas me ayuda a resolver sus problemas", comparte Laura, que se dedica a la atención al cliente desde hace diez años.

 "Antes de tomar cualquier decisión, ya sea personal o profesional, analizo todos los hechos y datos disponibles. Esta característica me ha servido, especialmente en mi carrera en ingeniería, donde la precisión y la lógica son fundamentales", explica Juan, ingeniero con quince años de experiencia.

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¿Te suenan este tipo de formas de ser? Diríamos que la primera es una personalidad predominantemente emocional. La segunda, más racional y práctica. Lo normal y preferible es que mantegamos un equilibrio. Sin embargo, algunas personas están en los extremos. En estos casos, puede ser necesaria una ayuda psicológica si causa problemas de relación con los demás o con una misma. Nos habla de todo ello Pilar Guerra Escudero, psicóloga y coach. Pero antes, te animamos a hacer este test de personalidad, en el que podrás averiguar si en tu persona predomina un tipo de personalidad u otra. 

Test de personalidad emocional o racional

 

Personalidad emocional y racional 

Como nos explica la psicóloga y experta en coaching, según el Inventario de Personalidad NEO-FFI, que evalúa cinco dimensiones de la personalidad, incluidas la apertura a la experiencia, la escrupulosidad y la agradabilidad, podemos obtener indicadores de tendencias emocionales o racionales.

Por ejemplo, las personas más emocionales tienden a ser más intuitivas, empáticas y reaccionan en función de cómo se sienten respecto a la situación. Es decir, utilizan sus emociones para la toma de decisiones y cómo gestionan el momento. Son excelentes en papeles que requieren comprensión y cuidado humano, como la psicología, la enseñanza y el servicio al cliente.

Por otro lado, las personalidades racionales suelen centrarse en la lógica, la eficiencia y los resultados. Prefieren depender de datos y hechos en lugar de emociones, lo que los hace perfectos para trabajar en campos como la ciencia, la tecnología y la economía.

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Implicaciones psicológicas y búsqueda del equilibrio

Como decíamos al principio del artículo, lo idea es estar en equilibrio. Y es que tener una personalidad predominantemente emocional o racional también puede influir en la salud mental. Las personas altamente emocionales pueden ser más susceptibles a la ansiedad y la depresión si no gestionan bien sus emociones. En cambio, las muy racionales pueden parecer, en ocasiones, desconectadas emocionalmente de los demás y de sus propias emociones, lo que puede afectar sus relaciones personales.

El equilibrio se puede encontrar mediante prácticas como el Mindfulness y la terapia cognitivo-conductual, que ayudan a las personas a ser conscientes de sus emociones y a gestionarlas de manera más efectiva, mientras que también aprenden a cuestionar y modificar pensamientos irracionales.

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Impacto en el ambiente laboral y social

En el entorno laboral, la interacción entre personalidades emocionales y racionales puede ser tanto un desafío como una oportunidad. Las emocionales aportan empatía y adaptabilidad, fundamentales en entornos en constante cambio, mientras que las racionales ofrecen un enfoque analítico y orientado a objetivos que puede maximizar la eficiencia y la productividad.

Una comunicación efectiva entre estos dos tipos es muy importante. Por ejemplo, en un equipo de proyectos, las personalidades emocionales pueden asegurarse de que todos se sientan escuchados y valorados, mientras que las racionales pueden mantener al equipo en camino hacia sus objetivos cuantificables.

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Cultura y educación

La cultura y la educación también desempeñan un papel fundamental en el desarrollo de la personalidad. Por ejemplo, las culturas colectivistas tienden a fomentar la emoción y la armonía social, mientras que las individualistas pueden promover la independencia y el pensamiento racional. La educación, al promover habilidades como la empatía o el pensamiento crítico, también moldea nuestra forma de interactuar con el mundo.

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