Estas son las ventajas (e inconvenientes) de ser freelance

No todas las profesiones permiten ser 'freelance', pero en las que sí se puede dar esta opción se dan características propias que hacen que tu calidad de vida aumente en muchos sentidos, y que de la misma forma surjan inconvenientes que pueden hacer insostenible esta decisión.

Por Cristina Soria

Ser freelance en muchos casos tiene que ver con un cambio de ciclo vital. Cuando hemos desarrollado una experiencia suficiente trabajando en una empresa y finaliza nuestra relación, bien sea por cuestiones familiares o por decisiones de la propia empresa, puede haber llegado el momento de un cambio de enfoque.

Las profesiones más proclives a ser freelance tienen que ver con cuestiones creativas: escritores, periodistas, fotógrafos, cocineros, representantes de actores, ilustradores, expertos en ingeniería… Pero también existen especialistas en economía, derecho y tecnología que pueden optar por esa forma de empleo. Además, por supuesto, de los clásicos empleos donde ser autónomo ha sido desde siempre lo más habitual, como electricista, transportista o agricultor.

Según la legislación, los freelance son personas que trabajan para muchos clientes distintos, pero no son una empresa porque toda la carga de trabajo la realizan ellos mismos, y aunque pueden colaborar con otros autónomos, lo que les caracteriza es la libertad y la variedad de clientes y proyectos.

Leer: Trabajo en equipo: claves para fomentar el concepto de grupo

Ventajas

Generalmente, los trabajos de freelance más creativos permiten que seas la dueña de tus horarios. De hecho, por ley un autónomo no debe estar vinculado a asistir todos los días a un espacio de trabajo ajeno, y nadie puede obligarte a mantener una disciplina concreta, pues en ese caso estarías trabajando por cuenta ajena, como un “falso autónomo”.

Tú administras tu tiempo y puedes decidir qué días trabajas y qué días no. Esto permite que concilies con mayor autonomía, puedes decidir a qué actividades de tus hijos y familia te sumas, y ver a tus amigos a cualquier hora del día. Para esto debes ser muy disciplinada y tener en cuenta que cuando trabajas debes centrarte en tu tarea sin procrastinar, y gracias a esa dedicación férrea podrás destinar todo el tiempo sobrante para tu ocio.

VER GALERÍA

Ser freelance en muchos casos tiene que ver con un cambio de ciclo vital. Cuando hemos desarrollado una experiencia suficiente trabajando en una empresa y finaliza nuestra relación, bien sea por cuestiones familiares o por decisiones de la propia empresa, puede haber llegado el momento de un cambio de enfoque.

El freelance reduce a la mínima expresión el concepto que en las oficinas se denomina como 'calentar la silla'. Esto ocurre cuando ya hemos terminado toda nuestra tarea diaria y, sin embargo debemos permanecer cumpliendo un horario para que no parezca que no nos comprometemos lo suficiente con la empresa, e incluso saliendo más tarde del horario fijado, para que no parezca que somos los primeros en irnos.

Trabajar desde casa permite que los días que no te encuentras bien y que sabes que estás a medio gas, te des a ti misma la opción de desconectar y de descansar. A veces no hace falta más que dormir un par de horas más, o de pasear un rato. Estas cuestiones de descanso, que biológicamente tienen todo el sentido, son imposibles cuando estás inmersa en una disciplina laboral.

Siendo freelance, siempre puedes re-enfocar tu profesión hacia tus propios intereses, rechazando proyectos que no te motiven o que no te aporten aprendizaje o popularidad, y pelear por conseguir clientes y proyectos que realmente supongan para ti un reto apasionante. Tú eres tu propia jefa, y tú marcas tu destino.

Leer: ¿Cuál es la clave para ser un buen líder?

Desventajas

Pero no es oro todo lo que reluce, y el día a día del freelance tiene muchos sinsabores. El más complicado es que precisamente todo depende de ti misma. Y en especial la disciplina la fuerza de voluntad son valores que siempre debes llevar al máximo y que en ocasiones te harán flaquear. 

Cuando has pasado casi toda tu vida trabajando para una empresa, cambiar el chip y mantener al día todas tus tareas sin nadie que te supervise, te complemente y te ayude a gestionar otras cuestiones de intendencia resulta agotador.

Porque el autónomo no solo debe saber hacer su trabajo, sino convertirse en un comercial de su propia marca, además de un administrativo capaz de llevar una contabilidad rigurosa de todos sus ingresos y gastos, y de presentar los impuestos a su debido tiempo.

Además, la inestabilidad es muy alta cuando eres freelance. El trabajo nunca está asegurado y hay que estar muy pendiente de las tareas que debes hacer para tus clientes, y además ir buscando nuevos proyectos para acometer próximamente. Eso hace que decir “no” a los clientes resulte muy difícil, y en ocasiones el trabajo se acumule, forzándote a trabajar muy por encima de lo que harías en una empresa, incluso los fines de semana. Y que, sin embargo, existen épocas del año en las que no tengas nada que hacer porque los proyectos han dejado de llegarte.

Aunque se considera que el freelance es dueño de su propio tiempo y que tiene una gran libertad, la experiencia dice que ser autónomo acaba exigiendo unos horarios que en suma superan a la jornada habitual de 8 horas, y que por la incertidumbre que genera la búsqueda continua de proyectos, y por la delgada línea que separa la vida familiar de la laboral, el autónomo en muchas ocasiones no trabaja para vivir, sino que es más habitual ver freelances que viven para trabajar.

Leer: El 'coaching', una eficaz herramienta que te facilitará la búsqueda de empleo