Por qué necesitas una ‘dieta digital’

Los psicólogos nos dan las claves para evitar que el uso abusivo del móvil termine convirtiéndose en una adicción grave.

Por J.G.

Según un estudio reciente realizado por Rastreator.com, que analiza las tendencias de consumo del teléfono móvil en España -el primer país del mundo con mayor penetración de estos dispositivos-, la dependencia a los smartphones y a las nuevas tecnologías es una realidad que crece, especialmente, entre los jóvenes y que, según los especialistas en psicología, comienza a convertirse en un trastorno habitual en las consultas.  Y es que un uso abusivo del teléfono móvil puede derivar, en algunos casos, en problemas graves como la adicción; la nomofobia o miedo a salir de casa sin el móvil; o el phubbing (aislarse de las personas del entorno prestando más atención al móvil).

Los datos que arroja el estudio del comparador online hablan por sí mismas: los jóvenes entre 18 y 24 años pasan una media de seis horas diarias consultando su smartphone y el 45% de ellos se considera adicto. Pero entre la población adulta, la situación no mejora mucho; ya que la mitad de los encuestados reconoce que mirar su teléfono es lo primero y lo último que hace cada día, e, incluso, el 14% reconoce que lo consulta mientras conduce.

Tal y como explica el psicólogo Marc Masip, experto en adicciones y pionero en el tratamiento de las adicciones digitales, en su libro Desconecta (Libros Cúpula): "La adicción al móvil es igual a cualquier otro tipo de abuso de sus­tancias. La dependencia lo que hace es formar conexiones neuroló­gicas en el cerebro que provocan que quienes padecen esta patología la vivan de forma similar a los que están enganchados a la Oxicodina (analgésico que alivia el dolor). Chutarse en vena el teléfono provoca altos niveles de ansiedad, aislamiento y soledad".

También problemas de concentración y rendimiento en el trabajo, fracaso escolar en niños, problemas de pareja... Además, el papel de las redes sociales deja entrever otros desajustes emocionales, que afectan a la configuración de la personalidad en los adolescentes, como la impulsividad, la baja autoestima, la búsqueda de reconocimiento... "En redes sociales hemos creado diferentes comportamientos muy peligrosos, me alucina pensar que ahora valoremos a las personas por la foto que cuelga, el video que comparte o los likes que tiene. O que haya personas que caigan en depresiones o convivan con enorme ansiedad por no conseguir una comparativa social deseada. Actualmente queremos mostrar nuestra mejor versión, o por lo menos intentarlo, sin darnos cuenta de que nuestra mejor imagen es ser nosotros mismos y no algo estereotipado como superior", señala el experto, director de un programa especial donde trabaja con jóvenes que abusan de las nuevas tecnologías.

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5 claves para no caer en la adicción al móvil

La diferencia, sin embargo, con otro tipo de adicciones reside en la dificultad para detectar cuándo el uso abusivo del móvil se convierte en un problema que necesita de atención profesional porque todos hemos dado como válidos algunos comportamientos habituales del día a día. ¿Quién se cuestiona que caminar pegados a la pantalla del movil o dormir con el teléfono encendido junto a la mesilla son señales de un uso abusivo? "Por mi experiencia sé que quienes abusan del móvil encuentran muy exagerado que se les catalogue de adictos. Cuesta hacerles entender que sí lo son. Empiezan a darse cuenta de que algo va mal cuando consigo que tomen conciencia de que son rehenes del teléfono. Al punto que se han convertido en esclavos de una tecnología que controla su vida", apunta Masip. La realidad es que, si tomamos consciencia, descubriremos que la mayoría dependemos del móvil en mayor o menor medida.

Por ello, una de las ideas en las que el experto incide en el libro es en qué podemos hacer para mejorar la relación con las nuevas tecnologías para ganar en calidad de vida, y, sobre todo, aprender disfrutar más del tiempo libre, de los amigos y la familia, mejorar el rendimiento en el trabajo y, en definitiva, ser más libre. Estas son algunas soluciones que el autor nos propone para poner en práctica una 'dieta digital’:

  • No utilizar con los hijos el móvil como moneda de cambio. El teléfono no es un arma para premiar o castigar. No sirve quitar y devolver el móvil en función de los resultados. Si nuestro hijo tiene un mal comportamiento, sea o no causado por el teléfono, no se resolverá en días. Cuando no disponga de él, hará lo que sea para tenerlo. Si lo recupera sin seguir las pautas terapéuticas, antes o después volverá actuar inadecuadamente. Si nuestro hijo no rinde a nivel académico, necesita atención personalizada de algún docente que le ayude a resolver el problema y le oriente sobre las técnicas de estudio que mejor se adapten a su carácter y situación. Si nuestro hijo consume alguna substancia, necesita tratarse y si se porta mal en casa, reconducir su conducta. El autor recomienda que el uso del teléfono móvil esté regido bajo una serie de puntos consensuados entre adultos y adolescentes. Una buena opción es pactar con nuestros hijos, antes de entregárselo, el uso que hará.
  • No utilizar más de dos horas al día el móvil. Marc recomienda un tiempo máximo de uso del móvil al día que no debe superar las dos horas. Puede parecer difícil calcular cuánto tiempo pasamos con el móvil, existen algunas aplicaciones que lo hacen y pueden servirnos para orientarnos. Una buena idea es buscar un lugar en nuestra casa donde dejar el teléfono cuando lleguemos. Eso hará que vayamos adquiriendo el hábito de dejarlo guardado mientras estamos con nuestra familia o descansando. Si no nos llevamos el teléfono a la cama, nos dormiremos antes. Si no lo utilizamos en el baño, nuestra estancia allí será más corta, y si no lo usamos cuando estemos con gente, nuestra pareja, amigos o hijos no se sentirán ignorados y nos lo agradecerán.
  • Manifestar valores o acciones reconocibles en la vida real. Antes de enviar un mensaje, debemos pensar lo que queremos expresar y no caer en el impulso de escribir lo primero que se nos pase por la cabeza. En cuestiones de nuevas tecnologías, todo queda grabado. Una vez la información sale de nuestro teléfono y va hacia el ciberespacio, ya no tenemos ningún control sobre la misma. Un truco es tratar de imaginarnos, cuando escribamos algo, realizando la acción que queremos transmitir en la vida real. Si al hacer este ejercicio sentimos que podemos llevarlo a cabo, adelante. En caso contrario, es mejor hacer una pausa, volver a redactar el texto y repetir la operación.
  • Utilizar el móvil para comunicarnos. Cuando nos llegue un mensaje no estamos obligados a responder de inmediato, somos libres de actuar como queramos con nuestro móvil. Y más importante, no debemos tampoco exigir inmediatez a las personas a las que hemos enviado un mensaje. Si de verdad queremos una respuesta rápida, hagamos una llamada telefónica. La ausencia de respuesta no significa todo lo negativo que creemos, existen muchos más motivos. Los mensajes son muy útiles, como los mails, pero son un método de comunicación sin límite de tiempo, ni por lentos ni por rápidos. Cuando queremos contactar con alguien debemos hacerlo de la forma más próxima posible, siempre que lo hacemos a través de una pantalla existe una carencia real de afecto. Sea por trabajo, amor o amistad, quien recibe nuestra llamada necesita sentir lo que estamos expresando.
  • No utilizar el teléfono móvil una hora antes de irnos a dormir. El móvil no es un compañero recomendable a la hora del descanso nocturno, algo que debemos cuidar sin duda alguna. Es importante no utilizar el teléfono móvil en la cama antes de ponernos a dormir. Otras actividades como leer, ver una película, meditar o dejar la mente en blanco son más recomendables. Un truco muy útil: cuando acabemos de cenar, revisamos el móvil para cerrar aquellos temas importantes y así no tener nada pendiente al día siguiente. Si nos apetece, podemos movilear sin un fin claro. Sea lo que sea solo disponemos de quince minutos. Cuando ese tiempo haya pasado, toca apagar el terminal y dejarlo en algún lugar de la casa donde no esté a nuestro alcance cuando nos vayamos a dormir.

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