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Sintra es una villa portuguesa a media hora de Lisboa encantadora, como espectacular es la sierra de granito a la que da nombre y la envuelve, cubierta de frondosos bosques, colinas escarpadas y surcada de manantiales, donde los monarcas veraneaban en los meses estivales. Reyes, aristócratas, millonarios y artistas cayeron rendidos ante la belleza de este paraje natural declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y levantaron en ella opulentos palacios, mansiones y extravagantes villas con jardines de fantasía. Parques de Sintra conserva y gestiona los grandes valores naturales y culturales de este espacio protegido y los World Luxury Travel Awards lo han reconocido como Mejor Destino Cultural del Mundo. Estos son los lugares que tienes que descubrir en él.

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Desde la sierra de Sintra hasta el litoral atlántico se extiende el Parque Natural Sintra-Cascais, un vergel de naturaleza para explorar por un laberinto de carreteras sinuosas que suben y bajan por sus colinas y acaban asomándose a los acantilados sobre el Atlántico. Hay mil recorridos para hacer senderismo y pequeños pueblos, como Colares, rodeado de viñedos, que también merecen una visita.

 

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PALACIO DA PENA

La carretera que trepa desde Sintra hasta el palacio da Pena es de una hermosura que abruma. Una vez en él se admira que parece diseñado a imagen y semejanza de los de Baviera. Un delirio de eclecticismo arquitectónico cuyas torres despuntan sobre las colinas. Construido en el siglo XIX, en él se funden entre un laberinto onírico de patios y escaleras de caracol, miradores y escondites de estilo barroco, manuelino, renacentista, gótico o arabesco.

 

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PALACIO NACIONAL DE SINTRA

Las dos enormes y simbólicas chimeneas cónicas de 33 metros de altura que se observan desde cualquier punto de Sintra son el rasgo más notorio de este palacio declarado Patrimonio Mundial de la Unesco. Se erigió árabe, más tarde fue renovado en estilo manuelino y acabó convertido en residencia real hasta ser lo que es hoy: todo un referente cultural en el mismo centro de la villa. Sus paredes cubiertas de azulejos antiguos, sus salas de los Cisnes y dos Brasoes, la capilla Palatina y la cocina son toda una sorpresa.

 

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PALACIO NACIONAL DE QUELUZ

Que se le denomine el Versalles portugués ya dice mucho de lo que uno espera encontrar en este palacio que pasó de ser un pabellón de caza a palacio rococó por mandato del príncipe Pedro, hijo de Joao V, quien se lo encargó al arquitecto francés Jean Baptiste Robillion. Su fachada en colores pastel y con balconadas, la sala de los Azulejos, la Cámara del Rey, el Salón del Trono, el de los Embajadores, la escalinata de los Leones y los jardines son lo más sobresaliente de este palacio convertido en residencia temporal de jefes de Estado.

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ESCUELA PORTUGUESA DE ARTE ECUESTRE

En el Palacio Real de Queluz tiene su sede la Escuela Portuguesa de Arte Ecuestre, que mantiene viva la tradición del arte de montar a caballo desde el siglo XVIII. En sus jardines se puede asistir a exhibiciones y espectáculos con caballos de la raza lusitana, que bailan al ritmo de la música, como si de un ballet se tratara, y jinetes vestidos con traje de gala, al estilo de los de la Escuela de Jerez de la Frontera. Un viaje al pasado para descubrir las costumbres de la corte portuguesa.

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CHALET DE LA CONDESA DE EDLA

Detrás de este edificio que forma parte del conjunto monumental del Parque de Pena está el recuerdo de una de las grandes historias de amor de la historia de Portugal. Su construcción recuerda a esos chalets alpinos que estaban de moda en Europa en la segunda mitad del siglo XIX y lo mandó levantar el rey consorte Fernando II para la condesa d’Edla, una cantante lírica de la que se enamoró y con la que se casó en segundas nupcias en 1869, 16 años después de la muerte de la reina María II. El romántico y escénico edificio está revestido por pinturas murales y su interior decorado con estuco e incrustaciones de corcho y cobre. En los jardines que rodean el chalet, con especies botánicas procedentes de todas las partes del mundo, llama la atención la Feteira da Condessa, el éxotico rincón creado como un escenario romántico repleto de dramatismo.

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CASTELO DOS MOUROS

Fueron los árabes los que levantaron en la sierra de Sintra este castillo como enclave defensivo, tal eran las impresionantes vistas que se abarcan desde sus alturas. Frente al Palacio da Pena, conserva dos portones románicos, la cisterna islámica, su torre real y algunos frescos de época medieval, pero, sobre todo, sus murallas, recorridas por un paseo de ronda que hay que seguir para contemplar una magnífica panorámica de Sintra y hasta del océano Atlántico.

 

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PARQUE Y PALACIO DE MONSERRATE

Escondido en la sierra de Sintra, a cuatro kilómetros de paseo desde el centro, se alcanza este pintoresco palacio de aire árabe construido como residencia de verano de un aristócrata. Sorprende su gran torre circular, sus cúpulas rojas, sus ventanas de estilo gótico y su interior exquisitamente decorado con estucos de aire oriental, aunque es su romántico bosque amazónico el que acapara buena parte de la atención, y es que en él conviven más de 3000 especies de plantas exóticas. 

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CONVENTO DE LOS CAPUCHINOS

Nada que ver tiene este convento del siglo XVI con los imponentes monasterios manuelinos portugueses, pues se trata de una pequeña y humilde construcción de piedra acorde con la austeridad de los monjes franciscanos que vivían en él. Entre sus angostas paredes, un espacio con cierto halo de misterio, una capilla con restos de azulejos, otra con frescos, las celdas de sus moradores y un frondoso jardín alrededor.

 

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