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CARENNAC

El pequeño pueblo de Carennac se ha ganado un hueco entre los pueblos más bonitos de Francia. Un tesoro oculto en el valle del río Dordogne que aún conserva intacta su esencia medieval desarrollada gracias a su priorato, establecido aquí por la abadía de Cluny en el siglo XI.

Para conocerlo, y como ocurre en estos pequeños pueblos medievales, lo mejor será caminar. A nuestro paso nos irán saliendo antiguas casas de piedra, llaman la atención la iglesia románica de Saint Pierre, del siglo XI con un precioso tímpano esculpido, o el claustro del siglo XV, mezcla de románico y gótico. También el renacentista castillo de los Deanes, del siglo XVI, en cuyo interior podemos visitar algunas de las exposiciones que se realizan (pays-vallee-dordogne.com).

 

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CONQUES

Que Conques sea una de las etapas más concurridas del Camino de Santiago en Francia tiene que ver con una reliquia de la jovencísima mártir Santa Fe (Sainte-Foy), que ha atraído desde antiguo a los peregrinos hasta este lugar. Aquí reposan junto a uno de los tesoros del arte cristiano occidental: la abadía románica de Sainte-Foy, con su espectacular tímpano policromado.

Las casonas medievales con entramados de madera que asoman a ambos lados de la rue Henry Paraye y de las cuestas que parten de la rue du Chamaine, el castillo de los Humières, el puente sobre el Dourdou o la porte du Barry adornan también esta villa fortificada de Alsacia que es todo un tesoro.

 

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CORDES-SUR-CIEL

A tan solo 25 kilómetros de la ciudad de Albi, o a poco más de una hora de la más conocida de Toulouse, Cordes-Sur-Ciel se eleva sobre un espolón rocoso dominando el horizonte y rodeado de murallas (de ahí le viene lo de sur ciel: en el cielo). Una ciudad medieval -conocidas como bastidas- que se levantó para ayudar al avance de las cruzadas contra los cátaros.

En un paseo por la villa podrás contemplar antiguas casonas medievales en las que detenerte en sus impresionantes fachadas góticas y para conocer su historia visitar el Museo Charles Portal. También hay un Museo de Arte Contemporáneo en una de las casonas más bellas, la Maison du Grand Fauconnier, y hasta un Museo de los Artes del Azúcar y el Chocolate. Imprescindible pasar por el mercado cubierto, construido en 1350, donde se encuentra el pozo que con 113 de profundidad, dicen que es el más profundo de Europa. 

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DINAN

De la Bretaña francesa, Dinan es una de sus joyas medievales. Una ciudad de piedra y pizarra situada sobre una empinada colina, protegida por una muralla, torres de defensa y un castillo del siglo XIV. Su aire romántico invita a detenerse en rincones tan evocadores como la plaza des Merciers, la basílica de St-Sauveur, la iglesia de Saint-Malo o a dar un paseo tranquilo por sus laberínticas callejuelas, sobre todo la encrestada rue Jerzual, a la que asoman casas medievales de madera con tejados puntiagudos que acogen talleres-tienda de artesanos de la madera y el vidrio y que nos hacen regresar a la Edad Media. A orillas del río Rance, Dilan ofrece también deliciosos paseos entre el puerto deportivo y el estuario.

 

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GORDES

Este bonito pueblo de la Provenza, situado en el corazón del parque natural del Luberon, impresiona por su posición. Primero porque está escalonado trepando sobre la colina, lo que le hace tener magníficas vistas desde sus calles, y luego por los campos de lavanda que lo rodean y florecen en el verano dejando estampas únicas.

El paseo por sus empinadas calles -llamadas calades- nos lleva hasta la fortaleza medieval, en la que podemos visitar su interior (chateaudegordes.com). También a descubrir unas cuantas iglesias -este pueblo estaba dentro de la ruta de los peregrinos en su camino hacia Santiago de Compostela- o una limosnería, que fue un albergue de peregrinos. Y en Gordes hay que visitar también su subsuelo, por las bodegas subterráneas del palacio de San Fermín, excavadas en la roca.

Gordes forma parte de la asociación "Plus Beaux Villages de Francia", la versión francesa de nuestros Pueblos más Bonitos de España, como muchos otros de este listado de pueblos medievales, que destacan por su gran belleza (gordes-village.com).

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EGUISHEIM

En la región de Alsacia y rodeado de colinas de viñedos, Eguisheim es el pueblo que inspiró a los estudios Disney para crear la villa de la película La Bella y la Bestia.

Si lo viéramos a vista de pájaro observaríamos su singularidad, pues sus empedradas calles están dispuestas en círculos concéntricos con el castillo en el mismo centro. El placentero paseo por ellas nos hará detenernos en cada rincón, ya sea para admirar sus fachadas con entramados de madera, sus tejados rojizos a dos aguas, sus plazas o sus fuentes.

 

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YVOIRE

Esta bonita localidad medieval es distinta a las otras, porque se encuentra en la orilla francesa del lago Leman, casi haciendo frontera con Suiza a pocos kilómetros de Ginebra, lo que la hace aún más especial. La que inicialmente fuera una aldea de pescadores se convirtió, en el siglo XIV, en una fortaleza rodeada de murallas para proteger la ruta comercial que cruzaba los Alpes.

El paseo por su casco histórico medieval nos lleva por calles adoquinadas donde veremos casonas de piedra con fachadas por las que trepan las plantas y cuyas ventanas y balcones de madera se llenan de de flores; la iglesia de Saint Pancras, con su reconocible torre; el castillo y el Jardín de los Cinco Sentidos (jardin5sens.net/en/), situado en lo que fuera el huerto del castillo, inspirado en los jardines medievales, con forma de laberinto, y que se puede visitar.

 

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BEYNAC-ET-CAZENAC

Al río Dordoña, por el que se puede navegar en piragua, se asoman algunos de los pueblos más bellos de Francia, entre ellos este maravilloso conjunto medieval, con sus fotogénicas calles y casas decoradas con flores adaptadas a un abrupto barranco y a la sombra del poderoso castillo medieval del siglo XII, que domina unas magníficas vistas del valle.

 

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FOUGÈRES

Dicen que la primera impresión es la que impacta y viendo Fougères se confirma, construido como está a los pies de una imponente fortaleza medieval, rodeada de murallas y coronada por numerosas torres. Pero hay más, porque la villa también conserva un rico patrimonio reunido, principalmente, en el barrio de Saint-Sulpice, con casas con entramados de madera de los siglos XVI y XVII y la iglesia gótica del mismo nombre. En la parte alta está el barrio medieval, coronado por un jardín y con la iglesia de St-Léonard con vistas formidables.

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EZÉ

Cuántos viajeros recorren la famosa Costa Azul sin apenas detenerse en este bonito pueblo medieval, situado entre Niza y Mónaco, que en ocasiones pasa desapercibido para quienes buscan el glamour de este tramo del Mediterráneo. Sin embargo, Ezé es uno de los pueblos más bonitos de la costa francesa, situado en lo alto de un acantilado, lo que le otorga unas vistas excepcionales.

Atravesando la puerta fortificada que da acceso al recinto medieval pasearemos por calles empedradas hasta llegar a la plaza de la Iglesia. Al recorrerlas iremos encontrando restaurantes, pequeños comercios, villas que se asoman al mar, galerías de arte… Imprescindible pasar por el Chateau de la Chévre d’Or, el que fuera residencia del príncipe Guillermo de Suecia hoy se ha convertido en un encantador hotel cinco estrellas con terrazas que ofrecen una panorámica única del Mediterráneo (chevredor.com) y unos cuantos restaurantes y bares donde querrás quedarte.

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CARCASSONE

A una verdadera experiencia medieval invita esta villa formada, en realidad, por dos ciudades separadas por el río Aude. Al otro lado del río, la Ville Basse; en lo alto, la Cité, el burgo primitivo. Es esta la que hay que buscar, porque está declarada Patrimonio de la Humanidad.

Protegida por una doble muralla y con más de 50 torres, se accede a ella por la puerta de Narbona y puente levadizo. En su interior se descubre el castillo Condal, la basílica de St-Nazaire, una joya arquitectónica con bellísimas vidrieras, y un cuidado laberinto de casas medievales en la se ubican encantadores cafés, restaurantes y tiendas de recuerdos.

 

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LOCRONAN

Esta fotogénica localidad que parece sacada de un decorado de cine, por algo ha sido escenario de películas, forma parte de Los pueblos más bonitos de Francia. Admirando sus casas y sus calles de piedra la localidad parece vivir en un letargo medieval.

De la prosperidad de su comercio textil da testimonio la Grand Place, en la que se levantan elegantes casas de nobles y ricos mercaderes. La iglesia de Saint-Ronan, con sus gárgolas y torres coronadas con cigüeñas, además de una obra maestra del arte flamígero es la joya artística de Locronan.

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ROCAMADOUR

En un abrupto barranco y rodeado de bosque crece este encantador pueblo medieval cuyo magnífico santuario adosado a la roca es un importante lugar de peregrinación en el que se rinde culto a la Virgen Negra. Rocamadour asombra por la pericia que supone su construcción, suspendida sobre un cañón por el que discurre el río Alzou, y por sus tres niveles superpuestos.

En la parte baja, la villa medieval; un poco más arriba, la ciudad santuario y, en lo más alto, el castillo que la corona, con una privilegiada panorámica del conjunto, del cañón del Alzou y de los paisajes del Parque Natural Regional de Causses du Quercy en el que está ubicado.

 

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VITRÉ

En la región de Bretaña, Vitré es sin duda, una de las villas fortificadas más bellas del noroeste de Francia, con su castillo dominando desde un peñasco el valle del río Vilaine. Un puente levadizo da acceso a esta construcción medieval testigo de grandes batallas y hoy sede del ayuntamiento.

Más allá de este gran bastión, la localidad impacta también por sus coloridas y estrechas calles, a la que asoman pintorescas casas con vigas y pilares de madera, la rue d’en Bas y la plaza Saint-Yves, que regala su mejor estampa. Para visitar también, la iglesia gótica de Notre-Dame o la curiosa de Saint Martin.

 

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SAINT CIRQ LAPOPIE

Colgado de los escarpes rocosos que se desploman sobre las aguas del río Lot y rodeado de bosques, Saint Cirq Lapopie no puede tener un emplazamiento más privilegiado. Una vez en este pueblo medieval lo que se descubren son otras muchas sorpresas, como sus evocadoras casas con entramados de madera y jardines sobre los acantilados que buscan la protección del castillo de la Gardette y de una antigua iglesia fortificada.

Para disfrutar de esta localidad que fuera lugar de residencia de un grupo de artistas surrealistas de la talla de André Breton o del pintor y fotógrafo Man Ray hay que olvidarse de las prisas y recorrer sus estrechas y empinadas calles adoquinadas en busca de sus miradores que se abren al valle y con bellas panorámicas de los meandros del Lot.

 

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