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Una lápida con unos versos grabados de El Libro del Buen Amor ante la iglesia de Sotosalbos sirve para recordar la especial vinculación del Arcipreste de Hita, con esta localidad –de la que se cree que llegó a ser párroco– y otros lugares de la sierra segoviana. También sirve para arrancar un viaje que discurre, entre lo literario, lo gastronómico y lo paisajístico, por algunos de los rincones más auténticos de la provincia. Sotosalbos, a 23 kilómetros de Segovia, es el primero. 

 

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Su iglesia, por ejemplo, es uno de los edificios románicos más antiguos. Desde luego, estampa tiene, y, en cualquier caso, basta echar un vistazo a la colección de capiteles que rematan las columnas de su atrio para no olvidarse de ella nunca más. También merece mucho la pena su interior, con un pequeño museo. 

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PEDRAZA 

Hace ya muchas décadas que los buscadores de escenarios de película descubrieron en Pedraza un filón. Su plaza Mayor, a la que se abren soportales y grandes balconadas, vale igual para una cinta ambientada en la Edad Media que para un anuncio de la Lotería de Navidad. Y no es el único rincón fotogénico de este pueblo. El secreto está en el magnífico estado de conservación de su arquitectura y en el cuidado que aquí le ponen a todo. Es así como consiguieron, en 1996, poner en marcha unos Conciertos de las Velas que acabaron inscritos en el Libro Guinness de los Récords. Hoy son un acontecimiento imprescindible cada verano, cuando el pueblo se ilumina con 26.000 velas. Imprescindibles son también la Cárcel de la Villa –museo y sede de la oficina de turismo-, el castillo que enamoró a Zuloaga o la Casa del Águila Imperial, en la antigua iglesia de San Miguel. 

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NAVAFRÍA Y EL CHORRO

Antes de alcanzar Prádena, merece mucho la pena el desvío que acerca hasta Navafría. En cualquier época del año, los frondosos pinares que se extienden por esta zona serrana brindan la posibilidad de mil y un paseos por sus caminos. Pero Navafría es famosa, sobre todo, por el Chorro, una cascada en torno al que se localiza un área recreativa con piscinas naturales y otros servicios que se disfruta en verano. También por haber conservado un martinete (o martillo pilón), ese ingenio hidráulico dedicado a batir el cobre. 

 

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EL BOSQUE DE ACEBOS DE PRÁDENA

De lo que presume Prádena es de una joya botánica también superviviente de tiempos pasados. En este caso, un bosque de acebos hasta el que se llega sin problemas por un sendero señalizado a la entrada del pueblo. Su otro gran secreto se esconde bajo la tierra: la Cueva de los Enebralejos, una espectacular cavidad cuya gran particularidad, además de la belleza de sus formaciones, es que sirvió como lugar de enterramiento y ofrendas hace 4000 años. 

 

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El camino entre Prádena y Sepúlveda pide una inevitable parada, al menos para hacer una foto, al llegar al cruce de la carretera que preside el majestuoso castillo de Castilnovo. Otro alto inevitable es el Mirador de Zuloaga. Y es que no puede haber mejor balcón para contemplar el laberinto de calles escalonadas y el despuntar de iglesias en Sepúlveda. 

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Pero a esta hermosa población encajada entre los ríos Duratón y Caslilla también se viene a degustar el sabroso lechazo al horno que se cocina en sus figones, como Cristóbal (restaurantecristobal.es), con su comedor excavado en piedra. 

 

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Las otras delicatessen de su rico menú son la iglesia de El Salvador –el templo románico más antiguo de la provincia de Segovia–, acercarse a la ermita de Nuestra Señora de la Peña y asomarse a los balcones de su entorno, la iglesia de Santiago, el Museo de los Fueros o el recorrido senderista de los Dos Ríos. 

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LAS HOCES DEL DURATÓN 

De postre, no puede concebirse nada mejor que un atardecer mágico en una de las curvas más enrevesadas y bellas de cuantas dibuja el Duratón en Segovia: la que preside, en un paraje sobrevolado por los buitres, la ermita de San Frutos, el rincón más visitado del Parque Natural de las Hoces del Duratón. El centro de información se encuentra en la antigua iglesia románica de Santiago de Sepúlveda.

 

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La verdad es que la mejor manera de apreciar la auténtica dimensión de este cañón de paredes calizas, que en algunos puntos alcanzan los 100 metros, es desde dentro. Y una de las formas más apetecibles es con las piraguas que pueden alquilarse, en diferentes modalidades, en Cantalejo o Sebúlcor. Una actividad tranquila y al alcance de la mayoría que permite, por ejemplo, acercarse hasta las ruinas del escondido monasterio de la Hoz, al pie de los farallones, en lo más profundo del cañón. Naturaltur (naturaltur.com), Hoces del Duratón (hocesduraton.com) o Bocanada (duratonaventura.com) son algunas de las empresas que ofrecen esta actividad. 

 

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DÓNDE DORMIR Y MÁS PARA COMER 

En Sepúlveda, en la Posada de San Millán (posadasanmillan.es), una construcción de estilo rústico con habitaciones están situadas alrededor de un patio. En Pedraza, en la Hospedería de Santo Domingo (hospederiadesantodomingo.com), una casa noble de tres siglos de antigüedad. Y en Sotosalbos, Finca Fuente Techada (hotelfincafuentetechada.com) es un casa de campo con mucho encanto en una finca de once hectáreas. A dos kilómetros de Sotosalbos. 

Otros dos lugares recomendados para comer en la ruta son La Olma (laolma.com), en Pedraza, de cocina tradicional actualizada. Y el Rancho de la Aldehuela (Torrecaballeros, fincaelrancho.com), un antiguo esquileo reconvertido en un clásico de la cocina tradicional, especialmente del asado y las carnes. 

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