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Más allá de la siempre apetecible Estambul, de la sugerente Capadocia y sus vuelos en globo, de las paradisíacas playas de la costa turca o las piscinas termales de Pamukkale, el país a medio camino entre Oriente y Occidente esconde otros muchos tesoros que bien merecen un viaje. Porque explorar más allá de lo esperado siempre resulta una experiencia emocionante, en esta ocasión te proponemos poner rumbo al este, a Anatolia.

 

Turquía para principiantes

 

Allí, entre altas montañas cercanas a la frontera con la vecina Georgia, y en medio del corredor que un día formó parte de la Ruta de la Seda, se halla Erzurum, la ciudad más grande de la región. Un lugar estratégico que, gracias a su atractiva localización, constituye una de las zonas habitadas más antiguas del país y un ejemplo de convivencia y hospitalidad, muestra de los numerosos pueblos que han pasado por ella.

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La suerte de que en esta ciudad marcada hoy por el ambiente universitario que ha conquistado calles y negocios sea posible toparse a cada paso con grandes tesoros del pasado, es digna de mención. Lo comprobamos en cuanto ponemos los pies en el recinto cerrado situado sobre un pequeño promontorio del centro de Erzurum. Allí tres edificaciones circulares con tejados cónicos se alzan, imponentes, mostrando orgullosos cómo han sido capaces de plantar cara al paso del tiempo.

 

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UN VIAJE POR LA HISTORIA

 

Son tres tumbas construidas en los siglos XII y XIV consideradas de los más bellos mausoleos de todo Anatolia. La más antigua se cree que perteneció a Emir Saltuk. Un poco más al centro de la ciudad, un par de minaretes reclaman nuestra atención: la popularmente conocida como Madrasa de los Minaretes Gemelos fue levantada por los yelménides en el siglo XIII y es un precioso ejemplo de arquitectura de la zona. Una vez visitada, no sabremos qué nos habrá deslumbrado más, si sus torres forradas de azulejos esmaltados, su impresionante portada de acceso o la manera en la que las habitaciones interiores están repartidas: hoy convertidas en museo, cada una de ellas sirvió para que los alumnos recibieran lecciones de Corán, astrología o matemáticas, entre otras disciplinas.

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ENTRE MEZQUITAS Y BAZARES

Seguimos paseando entre calles plagadas de destartalados edificios entre los que, de vez en cuando, se cuela alguna joya. Los minaretes nos desvelan antiguas mezquitas a nuestro paso, como la de Ulu, del siglo XII, que con sus 28 ventanas y 40 columnas constituye una de las más importantes de la ciudad. También la Lalapasa, de la que disfrutamos desde su exterior (en la imagen). Esta, más tardía fue levantada a petición del comandante en jefe de Solimán el Magnífico y se halla a los pies de una popular plaza donde los vecinos de Erzurum se reúnen a diario para charlar y pasear.  

 

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No muy lejos, las vetustas murallas del antiguo castillo captan la atención de todo visitante mientras desvelan aquellos tiempos en los que la ciudad fue un importante enclave estratégico. Cerca, otra madrasa, esta vez las de Yakutiye, nos conquista con su llamativa portada y su espectacular minarete. Su interior alberga el Museo Islámico de Arte y Etnografía (en la imagen). 

Uno de esos acontecimientos que le otorgó a Erzurum la importancia que hoy posee para Turquía es que aquí se celebró en 1919 el Congreso en el que se establecieron las bases para la creación de la República de Turquía que, además, fue firmada también aquí.

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Así, repasando la historia reciente de la ciudad, alcanzamos el Caravasar Rüstem Pasa, construido en 1561 y uno de los ejemplos más destacados de este tipo de construcciones durante el imperio otomano. Un espacio dividido en dos plantas y un patio en el que los pequeños negocios de joyería se reparten ofreciendo piezas de todo tipo, pero, sobre todo, aquellas elaboradas con una piedra preciosa de tono oscuro típica de esta zona de Anatolia, el oltu. Charlar con los tenderos, echar un vistazo a lo que ofertan y, por qué no, practicar un poco el arte del regateo, no estará de más.

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Antes de seguir, una parada en cualquiera de sus negocios locales para degustar un rico té turco y, por qué no, un tradicional cag kebab –lonchas de cordero o cabra asada en pan típico aderezado con salsa de yogur–, supondrá una deliciosa experiencia.

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HORA DE PONERSE LOS ESQUÍS

Pero Erzurum es también uno de los destinos preferidos por nacionales y forasteros para la práctica de todo tipo de deportes de nieve. De hecho, cuenta la ciudad con una de las estaciones de esquí más importantes del país: Palandöken Ski Resort (ejder3200.com) se halla a tan solo 6 kilómetros del centro de la ciudad y su temporada se alarga de octubre a mayo. Es decir, ocho meses al año para disfrutar de esta faceta a lo grande.  

 

Experiencias para disfrutar de la nieve sin esquiar

 

Pero, además, resulta que este remoto enclave es ideal para lanzarnos a conquistar las montañas no solo sobre esquís –cuentan con 22 pistas, entre las que se hallan algunas de las más empinadas y largas del mundo–, sino también a través de cualquiera de las múltiples actividades de nieve que ofrecen a los visitantes. Empezando por la escalada con crampones en una pared artificial de hielo de 150 metros de ancho. Incluso grandes deportistas de montaña vienen aquí cada año para entrenarse mientras el pico Ejder, de 3271 metros de altura, vigila imponente en la distancia.

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¿Para quienes buscan aún más aventura? La lista continúa con parapente sobre las montañas nevadas, el Human Sling –una atracción por la que se es lanzado con gomas elásticas a 11 metros de altura–, el Giant Swing –un columpio gigante que permite experimentar, con total seguridad, las sensaciones ante la caída libre–, rutas con raquetas de montaña o disfrutar, como niños, deslizándonos en trineo por suaves pendientes. Todo ello, eso sí, con la mejor de las panorámicas. La ciudad de Erzurum a los pies de las montañas, absolutamente rodeada de blanco, son espectaculares.

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Para poner la guinda al pastel, es posible alojarse en plena estación en hoteles como el Sway Hotel (swayhotels.com), que ofrece un atento servicio de cinco estrellas además de un lujoso spa, elegantes restaurantes e incluso una propuesta de aprés-ski de lo más divertida. Arriba en la montaña, a 2700 metros de altura, se halla The Kure, un restaurante ideal para reponer fuerzas con un abundante menú turco con vistas a la montaña.

 

MÁS ALLÁ DE LAS FRONTERAS

 

Llega la hora de explorar. Dejamos atrás Erzurum para conocer qué se cuece en el vasto territorio que rodea la ciudad. Y lo que encontramos, nos gusta. Empezando por la espectacular naturaleza, que nos regala enclaves tan especiales como las curiosas Narman Chimney Rocks, curiosas formaciones moldeadas por el viento y la lluvia a lo largo de más de tres millones de años que resultan de lo más sorprendentes. Hacer una ruta de senderismo por este mágico paisaje es siempre una buena opción.

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Como también lo es continuar camino hasta alcanzar el popular lago de Tortum, de 10 kilómetros de largo, que nos obligará a parar en cada uno de los miradores habilitados para inmortalizarlo con nuestras cámaras. Sus aguas límpidas, en tonos turquesas casi imposibles, contrastan con las agrestes montañas que quedan reflejadas, como si fuera un espejo, sobre ellas. Muy cerca, un desvío nos advierte del camino hacia la cascada de Tortum, que con sus 48 metros es una de las más altas de Turquía. En pleno invierno, a temperaturas bajo cero, resulta curioso contemplar sus aguas absolutamente congeladas.

 

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Para acabar la ruta –y nuestro viaje–, una última sorpresa: la que permanece a modo de legado patrimonial semioculta entre las pequeñas aldeas y montañas de esta parte de Anatolia, casi en la frontera con Georgia. Hablamos de iglesias levantadas mil años atrás como la de Ösvank, mandada construir en honor a San Juan Bautista por Bagrat y Davit, hijos de un rey georgiano (en la imagen), o las ruinas del monasterio de Oshki, abandonadas y completamente abrazadas por la maleza, que ha ido apoderándose del edificio. No nos cabe duda de que esta incursión en la Turquía más desconocida es un absoluto must.

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