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Zarautz es una población grandecita (23.000 habitantes), llana y luminosa, como su playa de 2 kilómetros. Getaria, chica (2800 habitantes), con cuestas y enrevesada. Zarautz es turística, ociosa, risueña. Getaria, laboriosa, portuaria, seria, hija de famosos navegantes y de cazadores ballenas. Son dos vecinas guipuzcoanas opuestas, pero unidas por dos pasiones comunes y por una carretera espectacular, angosta y sinuosa, que discurre durante 3,5 kilómetros entre el mar y los acantilados.

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PASEO AL BORDE DEL MAR

La carretera que une Zarautz y Getaria, la N-634, es muy atractiva desde el punto de vista turístico, sobre todo cuando hay temporal y el oleaje salpica los coches como un gigantesco autolavado. El paseo peatonal que discurre a su lado, con balcones asomados al océano y alicatadas rosas de los vientos eusquéricos (Ipar-Norte, Hego-Sur, Ekia-Este y Mendebal-Oeste), es ideal para andar o correr quemando calorías. Con lo bien que se come en Zarautz y Getaria, nunca se queman demasiadas.

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ESCUELAS DE SURF

Olas consistentes, regulares y poderosas, de hasta 10 metros, suelen romper en la playa de Zarautz, que además no es una playita cualquiera, sino la más larga del litoral guipuzcoano. Ambas circunstancias han convertido a esta localidad en la meca vasca del surf, donde se reúnen y prueban sus habilidades los imitadores de Aritz Aranburu y Hodei Collazo, dos de los mejores surferos del mundo, nacidos en Zarautz y acunados por estas olas de campeonato. Siete escuelas hay en Zarautz nada menos, para que niños y grandes aprendan y perfeccionen el manejo de la tabla. Shelter (shelter.surf), Pukas (pukassurf.com) y Moor (moorsurfeskola.com) son las más prestigiosas.

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LA OBRA DE ARGUIÑANO

Durante muchos años, el rey de tenedores de Zarautz fue Karlos Arguiñano. Ahora cinco de sus hijos son los gestores del hotel-restaurante Ka (hotelka.com), que reina en primera línea, con su terraza y su bar de pintxos para los que no pueden (o no quieren) pagar los precios de la carta. En la pastelería JA (hotelka.com/es/bomboneria), podemos probar los bombones y chocolates que obra Joseba, el hijo pequeño de Karlos. El as gastronómico de la comarca, sin embargo, siempre ha sido el pescado recién trincado que asan en las parrillas del puerto de Getaria (en la imagen), en Elkano (restauranteelkano.com) y en Kaia-Kaipe (kaia-kaipe.com).

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BODEGAS DE TXAKOLÍ

Treinta y dos bodegas, la mayoría situadas en Getaria y Zarautz, se dedican a la producción de las uvas hondarrabi zuri y hondarrabi beltza, las únicas que se estrujan para hacer txakolí. Uvas cultivadas en emparrados y espalderas que describen atrevidas geometrías al borde de los acantilados. Antiguamente, según observó el naturalista Humboldt, las parras se sostenían con huesos de ballenas. Hoy, en vez de osamentas se ven tractores Lamborghini y la más moderna tecnología está al servicio de este vino fresco, ácido y ligero, que huele a hierba fresca y a flores silvestres. Se suele servir en vaso ancho y chato, a cierta altura, para que «rompa» y salga la fina aguja de carbónico que hiere dulcemente el paladar. Y se bebe acompañado de anchoas o bonito en aceite. Los viernes y los sábados hay visitas guiadas a Talai Berri (talaiberri.com), una bodega familiar de Zarautz con 12 hectáreas de viñedo y fantásticas vistas. Aquí no solo se elabora el txakolí blanco, el de toda la vida, sino uno tinto, un orujo, un vinagre y un agridulce. Más bodegas visitables, en getariakotxakolina.com.

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MUSEO BALENCIAGA

Después de Juan Sebastián Elcano, el hijo más famoso de Getaria fue el modisto al que está consagrado el espectacular Museo Cristóbal Balenciaga (cristobalbalenciagamuseoa.com). Casi tanto como la colección permanente (1200 trajes y complementos, que van rotando), atrae el sinuoso volumen cristalino que la aloja, que es como un vestido de cola que le han puesto al decimonónico Palacio Aldamar.

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LUJO CAMPESTRE O MODERNIDAD URBANA

Para quienes buscan lo mejor, cueste lo que cueste, en el monte de Getaria descuella el hotel Iturregi (hoteliturregi.com), un majestuoso caserío rodeado de prados y viñedos, con piscina construida sobre unas melancólicas ruinas, bosque propio y enormes habitaciones con vistas al faro. Para quienes buscan algo diferente, está el hotel Zerupe (hotelzerupe.com), en Zarautz. En pleno casco urbano, a 200 metros de la playa, se encuentra este alojamiento diseñado por el estudio Lurbel a partir de una antigua nave, en el que se combinan el hormigón, el acero, el vidrio y la madera natural con grandes imágenes del entorno del fotógrafo Jon Atxutegi. Es un espacio moderno, tranquilo, silencioso, inspirado en la filosofía Passivhaus y con una gran eficiencia energética.

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