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Vivimos en una sociedad que nos ha convertido en adictos a la velocidad. La prisa por alcanzar todos nuestros objetivos, profesionales y personales, nos impide, con demasiada frecuencia, disfrutar del momento presente como nos merecemos. Además, mientras estamos inmersos en esa vorágine vital marcada por la rapidez, no podemos dejar de planificar un futuro que, seguramente, seremos incapaces de disfrutar una vez que llegue.

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Una de las mejores herramientas que tenemos para aprender a reconocer el aquí y el ahora, el momento presente, es la meditación. A través de ella podemos aprender a lidiar con nuestros pensamientos, impidiendo que nos dominen y poniéndolos en orden. No es cuestión de deshacerse de ellos, porque el flujo de pensamiento que produce nuestra mente no se puede revertir, pero sí organizar por prioridades.

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