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En el grupo de las plantas acidófilas hay especies diferentes, desde plantas de flor hasta arbustos o, incluso, pequeños árboles. Sin embargo, todas tienen algo en común: necesitan suelos ácidos para desarrollarse, con un pH bajo que debe estar entre 5,5 y 6,5. Descubre cómo cultivar en tu jardín especies acidófilas de gran belleza.

 

Necesidades especiales

A este grupo de plantas, las llamadas acidófilas, no les vale cualquier terreno para crecer. Se trata de especies que suelen ser originarias de países asiáticos como China o Japón, con un clima muy específico marcado por los ambientes húmedos, los veranos templados y los inviernos suaves y lluviosos.

Estas plantas se desarrollan felices en este tipo de climas, por lo que si vives en el norte de España tendrás más opciones de tener éxito en su cultivo. Hortensias, gardenias o camelias pertenecen a este grupo de plantas especiales.

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Los cuidados que demandan

Comencemos por la cuestión principal a la hora de cultivar plantas acidófilas: el terreno. Estas especies necesitan crecer en suelos ácidos con un pH bajo (entre 5,5 y 6,5) y poca cal. Son terrenos típicos de zonas lluviosas. El agua de la lluvia arrastra las sustancias calcáreas del suelo, lo que favorece el desarrollo de este grupo de plantas. Este aspecto es lo primero que debes tener en cuenta antes de plantarlas. Para saber cuál es el pH del suelo de tu jardín debes utilizar un medidor para tal fin. Si no es el adecuado, puedes añadir sustrato especial para acidófilas o corregir el pH de tu suelo.

A la hora de plantar estas especies, ten en cuenta el clima de la zona donde vives. Si es templado y húmedo puedes ponerlas en un lugar soleado. Si, por el contrario, hace calor y el clima es seco, colócalas mejor en semisombra.

Un consejo: protege a estas plantas de las heladas invernales. Si las cultivas en maceta puedes trasladarlas al interior en los meses más fríos, cuidando de no someterlas a corrientes de aire ni ponerlas cerca de un radiador. En caso de que estén plantadas en el suelo del jardín, haz un buen acolchado con corteza de pino para proteger las raíces de las bajas temperaturas.

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El riego, un aspecto esencial

Una vez tengas controlado el suelo donde van a crecer tus acidófilas favoritas llega el momento de ocuparse de otro aspecto importantísimo: el riego. No basta con establecer una pauta y listo. Las plantas acidófilas necesitan un riego especial.

Para empezar hay que regarlas con agua blanda, sin contenido en cal. No les gustan las aguas duras porque suben el pH del suelo y eso las perjudica sobremanera. Riégalas con agua destilada, agua recogida de la lluvia, o corrige el agua del grifo añadiendo unas gotas de zumo de limón o vinagre.

Las plantas acidófilas necesitan mucha humedad para vivir, tanto en el sustrato como en el ambiente. Si vives en una zona calurosa y seca deberás regarlas con mucha frecuencia, hasta dos veces al día en verano, sin encharcar el terreno.

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La clorosis férrica, un riesgo real

Es una enfermedad muy común entre las acidófilas que se produce por una carencia de hierro. Cuando el pH del suelo es alto y no es el adecuado, estas plantas no pueden asimilar correctamente el hierro. Las hojas se ponen amarillas y la planta sufre.

Para poner remedio a esta enfermedad puedes aportar al sustrato quelato de hierro. Se pulveriza sobre las plantas (o se añade al terreno en versión granulada) para aumentar el contenido de este mineral. Sin embargo, lo más importante es corregir el pH del terreno para que las plantas puedan asimilar el hierro y solucionarlo de forma definitiva.

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Hortensia (Hydrangea macrophylla)

Es una de las plantas más bellas que puedes escoger para llenar de alegría tu jardín. Este arbusto de tamaño medio hace gala de unas grandes flores blancas y azuladas que aparecen en primavera y duran hasta el otoño.

Como buena acidófila, la hortensia ama los suelos ácidos y los climas húmedos. Cuanto más ácido sea el sustrato en el que crece, más azules serán sus flores. Protégela del sol intenso, del frío y las heladas, y abónala a partir de febrero y hasta que comience a florecer.

Para que se desarrolle sana y feliz, vigila que no sufra clorosis férrica ni el ataque de los hongos. En este último caso, actúa cuanto antes aplicando un fungicida.

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Camelia (Camellia japonica)

Una de las características especiales de la camelia que más nos gustan, además de sus bellísimas flores, es que la floración sucede en invierno y consigue traer un soplo de aire fresco y colorido que mitiga los rigores de la estación.

Se trata de una planta arbustiva de hoja perenne, bastante resistente si la cuidas adecuadamente: asegurándote de que crece en un sustrato ácido, que tiene el aporte de agua y la humedad que necesita, y manteniéndola a la sombra en verano. En primavera añade al agua de riego (que debe ser blanda) un fertilizante específico para plantas acidófilas.

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Gardenia (Gardenia jasminoides)

Las flores de la gardenia no solo poseen una belleza espectacular, sino que destilan un aroma tan rico y delicado que ya es un aliciente para cultivarla. Puedes tenerla dentro de casa o plantarla en el jardín, lo importante es que la protejas de las temperaturas extremas y de los cambios drásticos en el termómetro.

Por otro lado, la gardenia necesita mucha luminosidad, aunque sin recibir los rayos directos del sol que podrían quemar sus hojas. Riégala de forma regular con agua blanda vigilando que el sustrato drene correctamente y no se encharque.

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Arce japonés (Acer palmatum 'Atropurpureum')

¿Necesitas un árbol de pequeño tamaño para alegrar tu jardín? Entre las plantas acidófilas hay una propuesta que te gustará mucho: el arce japonés. Se trata de un arbolito de crecimiento lento que aporta belleza gracias a sus hojas que cambian de color con el paso de las estaciones, del verde al rojo intenso pasando por el dorado.

Para que crezca precioso protégelo del sol directo y riégalo con abundancia, especialmente en los meses más calurosos del año. Cuida también de plantarlo en una zona protegida de vientos fuertes.

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Brezo (Calluna vulgaris)

Hay plantas acidófilas para todos los gustos. También para aquellos que buscan especies de estilo campero y silvestre, como el brezo, por ejemplo.

Es un arbusto resistente y de cuidados sencillos (más allá de las exigencias que plantean las plantas acidófilas, grupo al que pertenece) que tiene muchas ventajas. Desde verano hasta otoño el brezo se llena de pequeños racimos de flores rosadas o moradas que destilan un aroma agradable.

Además, podrás plantarlo en el jardín aunque vivas en una zona de inviernos rigurosos, ya que soporta estoicamente las bajas temperaturas e, incluso, las heladas. Riégalo de forma abundante (en función del clima y las lluvias) con agua pobre en cal.

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