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El color es uno de los recursos esenciales en decoración. Es capaz de dárnoslo todo (o de quitárnoslo), tal es su capacidad decorativa. Por eso, si estás pensando en pintar las paredes de tu casa este verano, ten en cuenta algunas cuestiones básicas a la hora de elegir los colores, especialmente si necesitas ampliar visualmente el espacio. Descubre cuáles son los tonos perfectos para espacios reducidos.

 

En clave monocolor

Elegir el mismo color para todas las paredes de la casa puede ser un buena idea, especialmente si los espacios son pequeños y buscamos crear sensación de amplitud. No se trata de limitarnos a la hora de decorar, sino de conseguir unificar el conjunto, lo que hace que las estancias parezcan más grandes. Es una forma de evitar compartimentalizar en exceso.

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Cómo crear zonas de contraste

A pesar de lo dicho en el apartado anterior, también es posible (e incluso puede ser recomendable) crear un contraste interesante pintando una de las paredes de la habitación con un color oscuro que armonice con el tono claro del resto. En especial si se trata de estancias con suficiente luz.

Sería como crear una pared destacada o “de acento”. El contraste aportará dinamismo al resultado global. Un consejo: elige el color más oscuro para la pared que más luz natural reciba.

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El blanco infalible

Lo has oído millones de veces y realmente es una verdad indiscutible: el blanco es el color que no falla para las paredes de casas pequeñas.

Sin embargo, y por muy cierto que sea, eso no significa que tengamos que asumir y acatar siempre este tipo de premisas, ¿verdad? En cualquier caso, y aunque va bien en espacios de todos los estilos decorativos, apostar por el blanco resulta especialmente acertado en ambientes nórdicos, por ejemplo.

Por otro lado, existen muchos matices de blanco, más cálidos (con componentes amarillos o rojizos) o más fríos (con componentes azules o grises).

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Amarillo luminoso

No hay otro color, a excepción del blanco, capaz de multiplicar la luz natural de una estancia como lo consigue el amarillo. Puede que sea un color personal, que no guste a todo el mundo, pero si lo eliges llenará tu casa de alegría.

Es especialmente adecuado para las zonas de día, combinado con otros colores como el blanco, el gris o el azul. Solo tienes que tener en cuenta una recomendación: si vas a pintar todas las paredes de amarillo no escojas un tono demasiado vibrante. Mejor decídete por un tono pastel, más moderado.

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La calidez del beige

Dentro de los colores luminosos para pintar las paredes, el beige es un neutro perfecto para conseguir una sensación de amplitud. Una alternativa al blanco que te gustará especialmente si buscas un color clásico que no desentone con la decoración de tus espacios. El beige va con todo.

Como tiene un matiz cálido resulta muy acogedor en zonas de día y también es relajante en los dormitorios, por lo que puedes elegirlo para toda la casa.

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La elegancia del gris

Es uno de los colores que más pasiones despiertan a la hora de pintar las paredes con un neutro que no resulte agobiante.

Si eliges un gris claro verás que es luminoso y, además, los espacios ganan en elegancia y sofisticación. Al contrario de lo que puede suceder en ocasiones con el blanco, el gris no resulta aburrido y plano, sino que aporta profundidad a las estancias.

Por otro lado, no resulta difícil de combinar con otros colores, sobre todo con tonos más cálidos como el amarillo o el rosa.

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Apuesta por el greige

A medio camino entre el gris y el beige, es un color de tendencia que triunfa en cualquier habitación de la casa, ya sea amplia o más pequeña. Es un neutro capaz de potenciar la luz de las estancias y, además, resulta elegante y moderno. Más personal que el blanco, e incluso que el gris, añade interés a los espacios sin reducirlos.

Una de las ventajas del greige es que reúne lo mejor de los dos colores de cuya mezcla resulta. De esta manera, es más acogedor que el gris, que en ocasiones puede ser un tanto frío, y matiza el tono amarillento que puede tener el beige. El resultado es genial.

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Azul relajante

Aunque un tono frío como el azul es muy recomendable para las zonas de descanso de la casa, eso no quiere decir que no pueda resultar perfecto también para el salón. Si bien en los dormitorios contribuye a crear una atmósfera serena y relajante, sin estridencias cromáticas que transmitan inquietud ni sean excesivamente estimulantes, también puede ser muy acogedor si lo combinas con colores cálidos y neutros como el beige o los tonos arena.

En las zonas de descanso lo mejor es optar por versiones tenues como el celeste.

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Piensa en verde

Como ocurre con el azul, las paredes pintadas de color verde provocan sensaciones de calma y relax. En líneas generales, es un color que nos conecta con lo natural y con el mudo vegetal.

Aunque hay un sinfín de tonos de verde diferentes, elegir uno claro es la mejor opción para aportar frescura a un espacio.

Si te apasionan los ambientes de estilo nórdico, el verde puede ser el complemento perfecto para romper con el blanco total. Combinar ambos colores será un éxito seguro.

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