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Al desnudo. Así se muestra esta vivienda madrileña, con sus techos altos, sus molduras decorativas y sus paredes de ladrillo. Y es, sin duda, en esta desnudez visual donde radica su mayor encanto. Además, su reforma, obra del estudio Ábaton, tiene otra cosa en común con la película de Mankiewicz: su brillantez e inteligencia. Dos cualidades presentes en un proyecto que busca el respeto por la esencia original y la comodidad y el ‘look’ de una casa moderna, hecha para vivir y disfrutar.

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El proyecto arquitectónico quiere rescatarla de algunas de las características típicas de las casas antiguas, como son sus pasillos infinitos, la oscuridad de muchas de sus estancias y los ‘huecos muertos’. Para lograrlo, el equipo de Ábaton mejoró la distribución, recuperando el potencial del espacio y llevando la luz natural a los espacios interiores. Batavia firma el interiorismo de este piso con un mobiliario escogido con mimo, donde las líneas sencillas y los colores neutros aportan un plus de estilo a este espacio común, que alberga el salón y el ‘office’ y con comunicación directa con el vestíbulo y la cocina.

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Para diferenciar el espacio social de la vivienda de la parte privada, Ábaton optó por desarrollar la zona pública alrededor de un vestíbulo diáfano, amplio y generoso. La pared de ladrillo visto desvela el sistema constructivo tradicional empleado. Los refuerzos metálicos en los huecos son un elemento central en el proyecto, de manera que no solo son visibles si no que se convierten en protagonistas. La butaca de terciopelo azul es un diseño de Eero Saarinen y la alfombra de la azul es de Batavia.

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Desde el vestíbulo se accede a la sala de estar. Pensada para la familia, se trata de una especie de zona de filtro entre la parte pública y la privada. Una alfombra de lana tejida a mano de Batavia ayuda a delimitar la zona visualmente y a crear una atmósfera hogareña y estilosa, gracias también a la mesa de centro de Jean Prouvé (en Vitra).

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La atmósfera acogedora y cálida se logra, en gran parte, por la recuperación de materiales y por la inclusión de elementos originales de la vivienda, como los techos altos y sus vistosas molduras, una antigua chimenea de mármol y la carpintería de madera. Así, se han recuperado todas las ventanas de madera y aquellas puertas con mayor detalle y relevancia, como la que comunica la cocina y el comedor, integrándolas en el proyecto de una manera amable y respetuosa.

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El comedor limpio, sencillo y funcional, pero deliciosamente bello, apuesta por el contraste entre una ‘caja blanca’ y un mobiliario en tonos oscuros, en el que destaca una espectacular mesa negra, diseñada por Piergiorgio y Michele Cazzaniga, con las icónicas sillas de Børge Mogensen y la lámpara de techo de Arik Levy (en Vibia).

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Las estancias públicas de esta vivienda madrileña que comunican con el vestíbulo (salón, comedor y cocina) se organizan como vanos sucesivos comunicados entre ellos, lo que aumenta la sensación espacial, permiten la continuidad visual y facilitan que la luz natural penetre en el interior. Así, las ventanas del ‘office’ y el salón dejan que el sol y la sensación de amplitud se cuele a la parte interior de la vivienda, fomentando una actitud conciliadora.

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La cocina con una gran isla central de color blanco, sobre la que planea la lámpara de suspensión de Francesco Rota (Oluce), mantiene ese equilibrio entre modernidad y clasicismo. Esta perfecta covivencia se produce gracias a la recuperación de los elementos estructurales y decorativos originales y sus materiales, sin ocultar el inevitable paso del tiempo y sin renunciar a una concepción contemporánea del uso del espacio y de su lenguaje. Destacan especialmente las molduras de motivos florales, de cuya limpieza y rehabilitación se encargó a una restauradora.

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Si algo llama la atención en el dormitorio de matrimonio son sus  techos altos y sus preciosas molduras de motivos florales. Para qeu puedan contemplarse desde cualquier ángulo, el mobiliario, diseñado a medida, no llega al techo. La cama blanca inmaculada se fusiona con la pared y la carpintería, mientras que los cojines, las esculturas étnicas de Irian Jaya y las muñecas Kokeshi pintadas y talladas a mano (en Batavia) ponen la nota 'deco'. 

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El cuarto de baño del dormitorio principal, que cuenta con ducha y bañera, apuesta por una distribución práctica y cómoda para un espacio compartido, con un gran lavamanos, espejo y toallero doble, que pueden usarse por dos personas al mismo tiempo. 

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Los tres dormitorios, contando al principal, están situados en la parte más resguardada e íntima de la casa, con el fin de facilitar el descanso y el recogimiento. Todos cuentan con un amplio amplio vestidor y un cuarto de baño completo, lo que facilita la vida diaria de sus habitantes.

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