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La recta final antes de las vacaciones de verano suele hacerse, casi siempre, cuesta arriba. Por eso, hemos seleccionado cuatro hoteles donde podrás recuperar la energía y la sonrisa, en un entorno idílico, pero sin renunciar a ningún lujo. ¡Bienvenidas a la calma!

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1. La Donaira (Ronda, Málaga)

Este cortijo del siglo XXI reconvertido en ‘eco retiro’, es un pequeño rincón (solo tiene nueve habitaciones) donde desconectar de la urbe y conectar con la naturaleza, y con uno mismo, de manera sencilla, pero ‘chic’: por algo es el lugar preferido de muchos, famosos o no, europeos. Libre de distracciones, pero con todas las comodidades (piscina infinita, spa, iluminación de diseño...) apuesta por una decoración discreta, fresca y contemporánea.

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Respetando su esencia original, pero ofreciendo todas las comodidades y ‘lujos’ actuales, la decoración se apoya en suelos de madera, muebles hechos a mano, sofás de piel que invitan a tumbarse, más que a sentarse, bañeras de cobre, camas con dosel y la integración del entorno en el interior. Con más de 700 hectáreas donde perderse, y encontrarse, la comodidad se alía con la sencillez para hacer más agradable la estancia. 

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Además, para que la experiencia en La Donaira (Mälaga) sea completa puedes disfrutar de sus festivales de música o de sus encuentros con artistas internacionales o ver y sentir como ‘el hombre que susurra a los caballos’ lo hace junto a ti. Todo ello mientras disfrutas, solo o acompañada de otros huéspedes, de una deliciosa comida con productos de su huerto ecológico.

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2. Quinta da Comporta (Comporta, Portugal)

Ubicada en el corazón del idílico pueblo de Comporta (Portugal), que cuenta con visitantes tan ilustres como Rania de Jordania, la familia Grimaldi o Kristin Scott Thomas, esta quinta (o finca) emerge como un paraíso, con sello sostenible, donde descansar y recuperarse del largo invierno. Diseñado por el reconocido arquitecto portugués Miguel Câncio Martins, logra un inspirador estilo de vida, a través de la integración con la arquitectura tradicional y la conexión con el entorno.

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Llenas de luz y conectadas con ventanales y terrazas al entorno que las rodea, las 73 habitaciones y villas con piscina te brindan el ambiente ideal para dejarte llevar por la calma. La paleta de tonos neutros se apodera de cada rincón, al igual que los materiales naturales recuperados de la zona, como madera, mimbre, vidrio y piedra, con motivos decorativos, diseñados por artesanos locales, que colorean cada espacio con elegancia y autenticidad.

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Cada detalle, cada rincón, y no solo nos referimos a su spa, invita a la tranquilidad. Incluso el cuarto de baño, blanco y con un toque rústico con su encimera y revestimientos de azulejos, es un remanso de paz. Quinta da Comporta (Portugal) te brinda la oportunidad de vivir durante unos días una experiencia auténtica, sencilla y relajante, que te proporcionará recuerdos verdaderos, capaces de hacerte más llevadero el estresante ritmo de vida de la ciudad.

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3. Finca Serena (Palma de Mallorca)

‘La serenidad puede ser un lugar’, dice la web de este hotel, situado en plena naturaleza, en el Pla de Mallorca. Y a juzgar por el entorno que lo rodea, la calma que respiran sus interiores y su spa, con tratamientos y masajes by Natura Bissé, yoga, zona de fitness, piscina interior, sauna y haman, parece que lo hemos encontrado. Su lobby, con techos altísimos y cálidos tejidos naturales vistiendo ventanas, suelos y mobiliario, nos dan la bienvenida al lujo que supone disfrutar las cosas sencillas. 

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Sus interiores, tranquilos y sin sobresaltos, apuestan por una decoración contemporánea, en la que se incorporan, de manera sutil, algunas pinceladas rústicas, como sus alfombras y sus muebles de fibras vegetales o sus tejidos naturales, buscando su conexión con el entorno y con la finca donde se ubica. Las 25 habitaciones, amplias y luminosas, hacen gala de un minimalismo elegante y cálido, que propicia el ambiente ideal para disfrutar de la calma del lugar.

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Finca Serena son 40 hectáreas donde se respira, y se puede disfrutar, de la esencia y el paisaje mediterráneo, con olivos, cipreses, lavandas, limoneros y 10 hectáreas de uva autóctona. Una decoración ‘wabi sabi’, que apuesta por la belleza de lo imperfecto y el encanto y la calidez que deja el paso del tiempo en las estancias, se encarga de crear la atmósfera ideal donde desconectar del mundanal ruido, aunque la playa y su ritmo rápido estén a menos de 20 minutos. Sin olvidar, su cocina, con productos cultivados en la huerta de la finca y elaborados por el chef Cristian Peguero.

 

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4. Terra Dominicata (El Priorat, Cataluña)

Ubicado en una masía, sus 26 habitaciones, reformadas por la arquitecta María Vives, buscan respetar la esencia original, manteniendo intactas su amplitud y encanto, pero sin perder comodidad ni funcionalidad. En un marco de paredes blancas y elementos y suelos de madera, las alfombras ligeras, la ropa de cama con tejidos naturales y los detalles, como las plantas o las lámparas, se crea un universo tranquilo y relajante, que aparca la prisa en la puerta de entrada.

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Rodeado de un paisaje único, este hotel te permite descansar en plena naturaleza y disfrutar de la gastronomía de la zona con un buen vino, ya que cuenta con su propia bodega y se encuentra en una de las mejores zonas vinícolas del mundo. Su restaurante Alma Mater, con el chef Mattia Turchet en sus fogones, es otro de sus alicientes.

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