Cerca de Ribeira Grande está uno de los balcones panorámicos más agradecidos de la isla,el mirador de Santa Iría, con prados y vacas colgados en acantilados cárdenos lamidos por la espuma y colinas cubiertas por plantaciones de té, que hacen pensar en una estampa índica. La factoría de té Chá Coreana sigue en funcionamiento, pero es un auténtico museo vivo, con sus máquinas y artilugios candorosamente obsoletos. Hacia Poniente de las dos ciudades principales se encuentra uno de los conjuntos lacustres más pintorescos y visitados, la Caldeira das Sete Cidades. Ya el nombre se presta a cábalas y fantasías, a lo cual contribuye la rareza del enclave: dos cráteres inundados por sendos lagos, uno verde y otro azul, sólo separados por un delgado tabique de toba volcánica (dice la leyenda que formados con lágrimas de dos enamorados, de ojos verdes y azules).La vista que se tiene desde el Miradouro do Rei es la imagen tópica que anuncia a las Açores en carteles y folletos por todo el mundo. Pero hay una vista tan buena o mejor desde el mirador de la Grota do Inferno, un parque vecino, desde el cual además aparece en toda su redondez un tercer lago más pequeño, el de Santiago.
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