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La capital de Estonia es una encantadora ciudad medieval Patrimonio de la Humanidad a la que no le faltan ni calles y callejuelas pintorescas ni castillo, templos, palacios y una gran plaza mayor con sus cafés y restaurantes. Pero, Tallín es también una ciudad con una larga historia, una rica mezcla de culturas –rusa, alemana, escandinava- y un entorno de lagos y bosques para ser descubiertas en la reina de las repúblicas bálticas.

Cualquier época es buena para planificar una escapada pero en Navidad, o durante el invierno, aunque bajan mucho las temperaturas, bajo un manto blanco la ciudad gana en belleza y magia.

Desde España es posible encontrar vuelos directos entre Barcelona y Tallín, con compañías de bajo coste como Rayanair, desde unos 50€. Desde Madrid no existen vuelos directos, solo con escala. Otra opción es volar a Helsinki y de ahí en barco a Tallín –el trayecto dura entre dos horas y dos horas y media– y hacer dos ciudades por una. El aeropuerto internacional Lennart Meri de Tallin se encuentra a unos 5 km del centro de la ciudad.

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TALLIN EN NAVIDAD

Una de las imágenes más icónicas cuando hablamos de ciudades europeas iluminadas en Navidad es la del famoso mercado navideño de Tallín en la plaza de la Ciudad Vieja o plaza del Antiguo Ayuntamiento, del siglo XV y Patrimonio de la Humanidad. Y lo es por su bella estampa, con más de 50 puestos tradicionales donde se puede comprar artesanía o degustar especialidades locales –como el pan de jengibre y los dulces navideños–, los carruseles, Papá Noel repartiendo dulces en su casita y el aroma especiado a vino de la bebida típica navideña que se sirve caliente y que también puede degustarse en los puestos.

Tallín presume además de ser la ciudad donde se originó el árbol de Navidad ya que fue en la plaza el Ayuntamiento donde se puso uno por primera vez. Según la leyenda en 1441, en la misma plaza donde se celebra el mercado de Navidad hoy, un comerciante bailó y cantó junto con unas mujeres alrededor de un árbol al que prendieron fuego. Ese gesto, según cuentan, es el que inicia la tradición de el encendido de los árboles durante la Navidad.

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PLAZA DEL AYUNTAMIENTO

Más allá de la Navidad, esta plaza ha sido el centro de la ciudad durante los ocho últimos siglos. El punto de encuentro de la reina de las repúblicas bálticas es un cuadrado perfecto enmarcado por casas de colores y el edificio del Ayuntamiento que, con buen tiempo, se anima con el ambiente de las terrazas de sus cafés y restaurantes. A la torre de este edificio del siglo XV podemos subir para ver la mejor panorámica de la plaza y la ciudad.

 

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PUERTA VIRU

Murallas y torreones de piedra rodean por completo el casco viejo de Tallín y dos de estos enmarcan la conocida como Puerta Viru, que servía de acceso por su parte oriental. En ella arranca la calle del mismo nombre, muy transitada porque en sus locales abren, cafés, restaurantes y tiendas de souvenirs.

 

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PASAJE DE SANTA CATALINA

La calle más medieval de Tallín es también la más bonita del casco antiguo y conecta la calle Vene con Müürivahe, donde se encuentra el famoso mercado Knit. Un pasaje que es parte de las ruinas de un antiguo convento dominico y avanza paralelo al muro que se conserva de la iglesia de Santa Catalina. En ella se ubican talleres de artesanía donde podemos ver a los artistas trabajar, soplando el vidrio, tejiendo o encuadernando libros.

 

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LA CATEDRAL ORTODOXA

Sus cúpulas con forma de bulbo nos remiten a San Basilio y a la plaza Roja de Moscú. Y es que la espectacular catedral ortodoxa Alexander Nevski, ubicada en la colina de Toompea, fue construida durante el periodo en que el país formaba parte del Imperio ruso. Aunque fue ordenada su demolición, por considerarse un monumento a la dominación rusa, nunca se llevó a cabo. Hoy es una joya arquitectónica Patrimonio de la Humanidad, con la cúpula más grande de las catedrales ortodoxas.

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EL RESTAURANTE OLDE HANSA

La experiencia medieval en Tallin no solo se siente en sus calles también en disfruta sentándose a la mesa de este restaurante (oldehansa.ee) que te hace viajar en el tiempo. Una taberna en la que parece que nada ha cambiado desde la Edad Media, porque la luz la ponen velas y antorchas, los camareros van vestidos con trajes de la época y en los baños hay palanganas como lavabos. El festín gastronómico, como entonces, abundante.

 

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MURALLAS MEDIEVALES

Tallín ha logrado conservar una gran parte de las murallas que protegían la ciudad. Construidas en distintas fases, entre los siglos XIII y XVI, son en total dos kilómetros reforzados con torres de vigilancia rematadas con sus clásicos tejillos rojos que marcan su inconfundible silueta. Hoy, en tiempos más pacíficos, podemos recorrerlas por abajo o desde su adarve, como también los museos que se alojan en muchas de las torres.

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IGLESIA DE SAN OLAF

Durante mucho tiempo, la torre del campanario de este templo en honor al rey Olaf II de Noruega, que luego sería santo, levantado en el siglo XII fue la construcción más alta de Europa, con sus 155 metros de altura. Superada desde hace tiempo, lo que sí ofrece es una de las mejores vistas de la ciudad.

 

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CALLE PIKK

Empedrada y de suave pendiente, la también conocida como calle Larga que cruza prácticamente todo la ciudad amurallada y alojaba a los ricos comerciantes, asciende hasta Toompea, el barrio alto, donde está su gran templo ortodoxo. La casa del Gremio Mayor (Suurgilde Hoone), que acoge el Museo de Historia Natural, el café Maiasmookk, la pastelería más famosa de la ciudad, la sede del Gremio de San Canuto, la Casa de las Cabezas Negras (Mustpeade Vennaskond) o la de las Tres Hermanas (Kolmeks Oeks) son algunos de los edificios a los que prestar atención.

 

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MIRADORES DE TOOMPEA

Elevándose sobre la ciudad medieval, la colina de Toompea aglutina la mayor parte del barrio alto de la capital de Estonia, donde se sitúan el castillo de Toompea, la catedral ortodoxa y la medieval de Santa María, pero son sus dos miradores lo que más se disfruta en este imprescindible rincón de Tallín.

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