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SANTA CRISTINA DE SIL

Una carretera zigzagueante lleva desde Parada de Sil hasta este cenobio benedictino emplazado en uno de los meandros que el río Sil forma al bordear el monte Varona y rodeado de un bosque de enormes castaños centenarios. Un mágico entorno uno de los monumentos más bellos y cautivadores de la Ribeira Sacra. Fundado en el siglo X, es de estilo románico, salvo el claustro, con intervenciones renacentistas, y llegó a ser uno de los monasterios más importantes de la Edad Media (ribeirasacra.org).

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MONASTERIO DE OSEIRA

A este cenobio escondido entre las sierras gallegas, en San Cristovo de Cea y a unos 30 kilómetros de la capital ourensana, se le conoce como El Escorial gallego y viendo su monumentalidad, tiene su explicación. Lo fundaron en el siglo XII los monjes benedictinos y poco después pasaría a la orden del Císter. Su gran joya es la iglesia, de época medieval y, junto a ella, la capilla de los Forasteros, siendo las dos únicas construcciones que mantienen la estructura románica. Admirables son también los claustros barrocos de los Caballeros y de los Medallones, el renacentista de los Pináculos, la escalera de honor, sus obras artísticas... Cuenta además con hospedería (mosteirodeoseira.org).

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CASTILLO DE CASTRO CALDELAS

Al pie de la antigua vía romana, en el centro de la villa de Castro Caldelas está su monumento más emblemático, el castillo, que tiene su origen en el siglo XIV y, como la mayor parte de las fortalezas gallegas, tuvo que ser reconstruido después de la revuelta Irmandiña. Dos siglos más parte fue transformado en palacio y desde hace unos años en un centro cultural que alberga en su interior la oficina de turismo, la biblioteca y el museo etnográfico. La visita permite ver su doble muralla, la interior rematada con almenas, la torre del Reloj y la del homenaje, con una hermosa vista, el patio de armas, el paseo de ronda, el aljibe, un horno de alfarero…

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MIRADORES DEL SIL

Pocos lugares más recónditos que los cañones de medio kilómetro de profundidad que surcan el Sil y sus afluentes en el norte de Ourense. Una de las mejores maneras de disfrutarlos es en barco y otra asomándonos a sus miradores, que son muchos y extraordinarios. Junto a la población de Parada de Sil está el de Os Torgas, conocido como Los Balcones de Madrid. Otro que corta el aliento es el de Cabezoás, 4 kilómetros más allá, por la carretera hacia Nogueira de Ramuin. Y otros accesibles: Triguás, Pena da Cividade, Picotiño y Xuguiño (paradadesil.es).

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RIBADAVIA

El nombre y la historia de esta villa ourensana está íntimamente ligada a ese apreciado vino gallego que es el Ribeiro. En el fondo de un pintoresco valle, este pueblo guarda una serie de interesantes monumentos, entre ellos las ruinas del castillo medieval de los condes de Ribadavia, las iglesias románicas de Santa María de Oliveira, San Juan y Santiago, la gótica de Santo Domingo, además de una importante judería, que llegó a ser la más poblada de toda Galicia. Para acercarse a su patrimonio etnológico hay que visitar alguno de los escalonados socalcos (viñedos en terrazas) y el Museo do Viño de Galicia.

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PAZOS DE ARENTEIRO

Durante la Edad Media, Pazos de Arenteiro fue un lugar importante, estando en una de las principales encrucijadas que conducían desde el interior de Galicia a la costa y a Santiago de Compostela. Con el recuerdo de aquellos gloriosos tiempos se visita hoy este conjunto histórico con menos de cien vecinos en el que sobresale la iglesia de San Salvador, románica y perteneciente a un antiguo monasterio. Una visita a Pazos de Arenteiro sería incompleta sin dejarse seducir por su entorno, de árboles tan monumentales como el propio conjunto de pazos, y con puentes que encierran historias centenarias, como el de A ponte da Cruz el más antiguo. Desde aquí puede recorrerse el sendero que conduce hasta el Pozo dos Fumes, una ruta entre potentes cascadas y ejemplo de la naturaleza gallega en estado puro. O los que la unen a O Carballiño o a la medieval Ribadavia.

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OURENSE

Una milagrosa agua con una temperatura media de 60 ºC y un caudal de 300 litros por minuto mana de As Burgas, tres fuentes termales que son el símbolo de la ciudad desde época romana. Más allá, la capital ourensana tiene muchas otras cosas para descubrir, desde la catedral románica de San Martiño, con aire de fortaleza, a la plaza Mayor, un interesante conjunto de iglesias–Santo Domingo, Santa Eufemia…–, Os Viños, la zona del tapeo, el puente del Milenio o sus paseos a orillas del Miño, que pueden rematarse con un baño en sus instalaciones termales.

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PASARELAS DEL RÍO MAO

En lo más profundo de la Ribeira Sacra, un camino de madera de 800 metros sin desnivel más que en su último tramo avanza sobre la escarpada margen izquierda del río Mao hasta su desembocadura en el navegable Sil. Andando por esta pasarela se ven bosques y aldeas que apenas han cambiado desde que los eremitas descubrieron este rincón en la Alta Edad Media. Si queremos alargar el paseo llegaremos hasta la aldea de Barxacova.

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ALLARIZ

Por su entorno natural y su rico patrimonio, pocas localidades de Galicia pueden hacer sombra a esta villa ourensana. Vertebrada por el río Arnoia y Reserva de la Biosfera, cuenta con el mayor claustro barroco de España –en el convento de Santa Clara– y un rehabilitado casco histórico medieval de calles empedradas, iglesias monumentales y un bonito paseo a orillas del río en el que se ven rehabilitadas algunas fábricas de curtidos y los molinos hidráulicos que dieron prosperidad a la villa. Su tradición textil perdura en los numerosos outlets de las firmas gallegas que hoy se ubican en los bajos de sus viviendas.

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VERÍN Y EL ENTROIDO

Su recinto amurallado, que llegó a tener 2 kilómetros de perímetro, 11 baluartes y foso, es testigo de la importancia que tuvo Verín en otro tiempo. Pero Verín, que da nombre a toda una comarca, también es famoso por muchas otras cosas: sus aguas termales, indicadas para curar distintas afecciones, sus manantiales y el entroido, que es como por aquí se conoce al carnaval gallego. Un importante enclave para saborear el buen vino de Monterrei y perderse después por los abruptos paisajes del Parque Natural O Invernadeiro.

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