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CHATEAU DE CHANTILLY

Para pasear por sus extensos y variados jardines con estanques, admirar una extraordinaria colección de pintura –la segunda más importante de Francia después del Louvre–, contemplar una biblioteca única con miles de obras –incluidos manuscritos medievales– y conocer todo lo que rodea al mundo del caballo gracias a su museo y a sus espectáculos ecuestres. Este palacio a una hora de París es una joya. Debe su apariencia a Enrique de Orleans, duque de Aumale y quinto hijo del último rey de Francia, que, tras la Revolución Francesa, lo convirtió en un auténtico museo. Hoy en él podemos admirar desde cuadros de Rafael o Fray Angelico a la Gioconda desnuda, atribuida a Leonardo da Vinci. Si se dispone de más tiempo, a 15 minutos queda la ciudad de Senlis, con un bien conservado entramado medieval alrededor de su catedral gótica.

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BEAUVAIS

A Beauvais, a 60 kilómetros de la capital francesa, hay que entrar por el puente de París para contemplar las mejores panorámicas de esta villa famosa por sus tapices, por sus casas tradicionales con entramado de madera y cerámica, por sus coquetos restaurantes y cafés, el Museo de Olse –instalado en el Palacio de los Obispos–, pero, sobre todo, por admirar su incompleta catedral de San Pedro. Un prodigio de la arquitectura gótica, con imponentes vidrieras y su famoso reloj astronómico.

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AMIENS

El camino continúa hacia el norte y, enlazando de nuevo con la carretera A16, se llega a la capital de la región de la Picardía, conocida por su catedral gótica, una de las más impresionantes de Francia. Pero en esta pequeña ciudad hay que dedicar tiempo también a descubrir el colorido barrio Saint-Leu, repleto de cafés y restaurantes con terraza asomadas al río Somme, pasear por zonas verdes, como el Jardin du Roy, visitar la Casa de Julio Verne -en la que el escritor vivió largos años–, también las colecciones del histórico Museo de Picardía y tomar una típica barque à cornet para navegar por los jardines flotantes de Hortillonnages, surcados por kilómetros de canales y pequeñas islitas.

 

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GERBEROY

A 22 kilómetros de Beauvais, en el departamento de Oise, está la siguiente parada, este coqueto pueblo soñado por los amantes de las flores, y es que se le conoce como el de «las mil rosas», a las que dedica un festival en el mes de junio. El paseo por sus callejuelas adoquinadas, en las que se levantan antiguas casas de adobe y entramado de madera de los siglos XVII y XVIII, resulta una auténtica experiencia sensorial, perfumado por sus flores. A su aire bucólico se suman los jardines en terrazas sobre las ruinas del castillo que inspiraron al pintor impresionista Le Sidaner.

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COSTA DE ÓPALO

El litoral del norte de Francia es todavía un desconocido, y, sin embargo, este tramo costero de 120 kilómetros que linda con Bélgica y se asoma al Canal de la Mancha –se extiende desde la comuna de Bray-Dunes a la de Berck-sur-Mer– reúne espléndidos paisajes de dunas, largas playas de arena, blancos acantilados, estuarios, bellos espacios naturales y poblaciones marineras con un encanto especial. Los célebres cabos Blanc-Nez y Gres-Nez, la bahía de Canche, las dunas de l’Ecault o las marismas de Clairmarais son algunos de sus reclamos, junto a ciudades como Calais o Boulonge-sur-Mer, conocida por su puerto y el campanario Patrimonio de la Humanidad de su ciudadela.

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FOLKESTONE

Nada más cruzar con nuestro coche el Eurotúnel que, desde Coquelles (Calais) pasa bajo el Canal de la Mancha, toda una obra de ingeniería, pisamos suelo británico en Folkestone, donde finaliza el tercer túnel más largo del mundo. Un municipio costero del condado de Kent, popular como importante destino de vacaciones desde el siglo XIX con una característica arquitectura victoriana. Pasear por sus parques a lo largo de la costa con excelentes vistas a Francia, asomarse a sus acantilados y recorrer sus torres defensa son algunos de los imprescindibles en ella.

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DOVER

A menos de 20 minutos de Folkestone está la ciudad portuaria de Dover, que domina, desde lo alto de los acantilados, su gran castillo medieval, testigo de sucesivos intentos de conquistas. Después de un recorrido por sus estancias, que recrean la vida en una fortaleza de los tiempos del rey Enrique II, uno de los monarcas ingleses más poderosos durante el Medievo, hay que caminar por los senderos al borde de sus acantilados de color blanco de hasta 100 metros de altura, que contrastan con el verde de los prados que se asoman al precipicio.

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CANTERBURY

A orillas del río Stour, Canterbury pasa por estar entre las ciudades más bonitas de Inglaterra y queda a solo 26 kilómetros de Londres. Es la capital cultural y espiritual del condado de Kent, ya que su arzobispo ostenta el papel de líder de la Iglesia de Inglaterra, por eso, cualquier visita debe comenzar por la catedral gótica, una joya de la arquitectura, declarada Patrimonio de la Humanidad junto con la iglesia de San Martín –la más antigua de Inglaterra– y la abadía de San Agustín. Pero hay que pasear por sus calles, sobre todo por la principal Mercery Lanes, para sentirse en un verdadero pueblo medieval, y toparse con la monumental puerta Christ Church Gate. Habrá que dedicar tiempo además para contemplar las vistas desde las West Gate Towers, acercarse a las ruinas de su castillo normando y vivir su auténtico ambiente universitario.

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RYE

Si Canterbury nos ha sorprendido, a 45 minutos al sur de Folkestone está el que quizá sea el pueblo más bonito del sur de Inglaterra. En el condado de East Sussex y a solo 3 kilómetros del mar, lo que atrae de este bucólico lugar anclado en el Medievo son sus callejuelas de piedra flanqueadas por casas con entramados de madera, que tiene su mejor imagen en Mermaid Street. También hay que prestar atención a la Ypres Tower –el castillo–, a sus pasadizos y sobretechados –como el estrecho Needles Passage–, a las comerciales Market Road y High Street y a las vistas desde el campanario de la iglesia de St Mary.
 

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AYLESFORD

La última parada antes de llegar a Londres la hacemos en esta villa histórica en la ribera del río Medway que llegó a ser propiedad de Guillermo el Conquistador y cuya iglesia dedicada a San Pedro y San Pablo tiene orígenes normandos. Su convento carmelita de The Friards es un lugar para descubrir, incluso quedarse a dormir.

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