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Desde las cumbres pirenaicas que envuelven Roncesvalles, hasta las suaves llanuras de Viana, la región ofrece un recorrido rico en paisajes y en atractivos, pues atraviesa Pamplona, se desliza hacia el cruce de caminos de Puente la Reina, avanza por Estella, asombra en la quietud del monasterio de Irache y termina con un chapuzón de historia en la elegante Viana. Una ruta perfecta para los adictos al contraste.

RONCESVALLES

La primera parada del Camino de Santiago en Navarra lleva dando la bienvenida al peregrino desde el siglo XIII: «La puerta se abre a todos, enfermos y sanos. Así a los católicos, como a los paganos, a judíos, herejes, ociosos y vanos». Dos son sus joyas arquitectónicas: la Real Colegiata de Nuestra Señora, un elegante templo considerado el primer edificio gótico de España –en cuyo interior no hay que perderse el ajedrez de Carlomagno–, y la capilla del Sancti Spiritus, la construcción más antigua de la localidad

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SELVA DE IRATI

Nada más salir de Roncesvalles, a 59 kilómetros de Pamplona, el río Arga serpentea entre valles y lleva desde Burguete hacia el que es uno de los bosques de hayedos y abetos más extensos y mejor conservados de Europa, tras la Selva Negra alemana. Un paraíso de cuento donde los abetos, las hayas, los tilos, los tejos, los acebos y los avellanos nos hacen sumergirnos en un mundo antiguo y apetecible, repleto de susurros tranquilizadores. 

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PAMPLONA

A poco más de 40 kilómetros de Roncesvalles aparece orgullosa la silueta de la capital del Arga, una ciudad norteña y vanguardista que ha hecho de la calidad de vida su bandera. La primera población importante que encontraban los peregrinos tiene como centro la plaza del Castillo, excelente punto de partida para trazar una ruta que pasa por la famosa calle Estafeta, la suntuosa catedral, la bellísima plaza de San José, el bonito mirador del Rincón del Caballo Blanco, el paseo del Redón, la iglesia de San Cernín o la calle Mayor. La importancia de sus murallas es clave en el Camino, que se adentraba en el burgo por el Portal de Francia (en la imagen). Las murallas, que rodean buena parte de la ciudad ofrecen maravillosos paseos con vistas sobre el valle del río Arga. No hay que irse de Pamplona sin pasar por la capilla de San Fermín, en la iglesia de San Lorenzo y dar un paseo por la cuidada Ciudadela, un hermoso parque que antaño sirvió para defender la ciudad y que hoy es el orgullo de sus habitantes.

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PUENTE LA REINA

A una veintena de kilómetros de la capital navarra llegamos a la siguiente parada jacobea, en el cruce del Camino Aragonés y Navarro. El trasiego de conchas, báculos y peregrinos anima sus medievales calles empedradas y nos lleva casi sin querer a una de las imágenes más bellas de la ruta: el soberbio puente de estilo románico que da nombre al enclave y data del siglo XI.

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NUESTRA SEÑORA DE EUNATE

A apenas 8 minutos en coche, en el municipio de Muruzábal se encuentra esta misteriosa construcción de fines desconocidos. Se sabe que sus muros datan del siglo XII pero son muchas las preguntas que quedan sin respuesta. También conocida como la Iglesia de las 100 puertas, la leyenda asegura que posee accesos mágicos con el más allá. Aunque se la ha querido asociar con los templarios todavía no hay documentos que acrediten el parentesco arquitectónico.

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ESTELLA

Desde Puente la Reina y hasta Estella se viaja en paralelo con algunos tramos de la antigua calzada romana que unía los dos municipios. Una vez en este burgo medieval nacido por y para el Camino de Santiago, lo primero es ver su famoso puente románico de un solo arco. Su casco antiguo, muy bien conservado, se articula alrededor de la calle San Nicolás, conocida desde antaño como la ruta de las tiendas. Hoy conviene dejarse caer para curiosear por la calle de Curtidores. De su riqueza arquitectónica hablan sus muchas iglesias, especialmente la del Santo Sepulcro, primer templo de peregrinos de Estella. No hay que perderse el palacio de los Reyes de Navarra, construido en el siglo XII y testigo solitario de la arquitectura civil románica en Navarra. No muy lejos se encuentra otra iglesia románica impactante, la de San Pedro de la Rúa (en la imagen).

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MONASTERIO DE IRACHE

Nada más salir de Estella, enclavado en las faldas del mítico Montejurra es uno de los monasterios más antiguos de Navarra, dado que ya existía en 958, aunque luego los benedictinos, en el siglo XI, siguieron engrandeciendo esta monumental construcción. El que fue el primer hospital de peregrinos de Navarra, anterior al de Roncesvalles, y llegó a albergar una Universidad, estuvo habitado hasta 1985. El recorrido por su interior permite admirar la iglesia románica, el bello claustro plateresco y la torre herreriana, entre otras dependencias.

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NACEDERO DEL RÍO UREDERRA

La impresionante cascada de aguas esmeralda es una de las visiones naturales más bellas de Navarra. Estas aguas subterráneas que brotan a la superficie en medio de un espectacular circo rocoso de altos paredones prácticamente tapizados por una fuerte vegetación son diariamente buscadas por los coleccionistas de paisajes inolvidables. La fuerza de la cascada ofrece además rápidos y piscinas naturales, ideales para todo tipo de deportes. Para llegar hay que tomar el desvío desde el pueblo de Baquedano. Es una ruta corta y sencilla que discurre a la fresca sombra de encinas, robles, quejigos y arces.

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VIANA

Dejando atrás las localidades de Los Arcos y Torres del Río, llegamos a Viana, último enclave de la ruta Navarra del Camino de Santiago. Una vez en la plaza del Coso y avanzando por la calle Mayor contemplaremos la novelesca silueta de la iglesia de Santa María, famosa por su bellísima portada renacentista, por su impresionante altar mayor y por lo ajetreado de su historia. Construida en lo alto de una colina para hacer frente al Reino de Castilla, su pasado indómito y aventurero no termina ahí, pues hasta aquí se acercan aquellos que quieren ver la tumba del gran guerrero César Borgia, hijo del Papa Rodrigo Borgia, y personaje cinematográfico donde los haya. Por eso, en Viana se impone recorrer la ruta de César Borgia que nos llevará desde Viana hasta la Barranca Salada, donde el guerrero encontró la muerte en marzo de 1507.

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