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Son las que más suenan: Estambul, Capadocia, Éfeso… y también otras que no lo son tanto: la playa de Ölüdeniz, Side, la bahía de Kekova. Un resumen en imágenes de lo más granado de este país mediterráneo  / © Shutterstock

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PLAYA DE ÖLÜDENIZ

Es una de las más espectaculares del Mar Egeo, en la costa occidental de Turquía. Un entorno de lo más natural rodea a esta playa de arena blanca y aguas azul turquesa limpias y transparente donde no hace falta bucear para ver a las numerosas especies marinas que habitan en ellas. La playa posee dos partes principales, una de mar propiamente dicho, y la llamada Laguna Azul, que se conecta con la anterior por un boscoso pasaje entre montañas  / © Shutterstock

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ESTAMBUL

Esta ciudad turca no deja de causar admiración como cruce de Oriente y Occidente. Con opulentas mezquitas, bazares, palacios y barrios con sabor arrimados bien al Cuerno de Oro, que cerca el más estricto casco histórico, bien a las aguas del Bósforo que lo separan y al tiempo lo unen al continente asiático, se entiende que su nombre se incluya en esta lista / © Shutterstock

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PAMUKKALE

Su nombre en turco significa castillo de algodón, y esto es lo que parece esta maravilla turca situada a una hora en avión de Estambul, en la región de Denizli. Una blanca y esponjosa montaña de cal situada en medio de un valle sereno y muy verde cuyas aguas azules reposadas en terrazas naturales y formadas a lo largo de los siglos poseen facultades curativas, gracias a su alta concentración de minerales.

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SIDE

El que fuera uno de los puertos comerciales más importantes de la zona desde su fundación por colonos griegos en el siglo VII a.C. pasa hoy por ser una de las ciudades más turísticas de Turquía. Side combina playas, buen ambiente y lugares históricos. Sus ruinas están consideradas entre las más destacadas del Asia Menor, entre las que se encuentran las del Templo de Apolo.

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CAPADOCIA

Capadocia es uno de esos lugares que hay que ver para creer, un paisaje tortuoso, hermoso y onírico fruto de un largo proceso de erosión a lo largo de millones de años y conformado por caprichosas rocas cónicas, rascacielos natuales, espléndidas sendas, misteriosas ciudades subterráneas e iglesias excavadas en la roca. La mejor panorámica se disfruta desde un globo / © Shutterstock

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BAHÍA DE KEKOVA

Hace 1900 años, un terremoto sumergió bajo el mar la ciudad de Simena. La bahía que quedó tras el cataclismo es hoy uno de los paisajes más fascinantes del mediterráneo turco. Navegando por sus aguas transparentes se observan las ruinas de los antiguos edificios licios y romanos / © Shutterstock

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ÉFESO

Los 24.000 espectadores que podía acoger el más grande de los dos teatros de la ciudad de Efeso dan una idea del tamaño que alcanzó en sus días de gloria la que hoy es una de las zonas arqueológicas más extensas del mundo y de las mejor conservadas de las muchas que atesora la costa turca / © Shutterstock

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BODRUM

En plena costa del mar Egeo, en Turquía, la luz mediterránea invade al atardecer el bullicioso puerto de Bodrum, la antigua Halicarnaso, el alma de esta ciudad coronada por el castillo construido por la Orden de San juan de Jerusalén y con sus típicas casas blancas mirando al mar, sus cafetines, animados bares y las terrazas de la playa de Kumbahçe. Una excelente base de operaciones para recorrer en una goleta las deliciosas caletas e islotes de esta costa, hacer submarinismo en el golfo de Gökova y extasiarse con el color del mar / © Shutterstock

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CASTILLO DE ALANYA

Dada su posición geográfica y estratégica, Alanya fue un importante centro de diferentes culturas. En lo alto se admira su castillo, construido en su mayor parte en el siglo XIII y levantado sobre restos de época bizantina y fortificaciones romanas antiguas. Hoy es un museo al aire libre con espectaculares vistas sobre el mar.

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ANTALYA

Situada en un acantilado sobre el Mediterráneo, con vistas al mar y a la montaña, el encanto de esta joya turca reside en su puerto, pero sobre todo en ese aire que recuerda a las urbes de las islas griegas, con sus casitas blancas, sus callejuelas y sus playas de aguas cristalinas. En la antigüedad se llamaba Panfilia, que significa "la tierra de las tribus”.

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