Cada año, millones de mujeres enfrentan el cáncer de mama. Pero hay algo poderoso que podemos hacer: detectar a tiempo y prevenir. Conocer nuestro cuerpo, realizar revisiones periódicas y escuchar sus señales no solo salva vidas, sino que también nos empodera para vivir con confianza y esperanza. Octubre, conocido mundialmente como el Mes de la Conciencia sobre el Cáncer de Mama, o “mes rosa”, nos recuerda justamente eso. Durante este mes, se busca informar, sensibilizar y promover la prevención y la detección temprana de una enfermedad que es uno de los tipos de cáncer más comunes entre las mujeres en todo el mundo.
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¿Qué es el cáncer de mama?
El cáncer de mama surge cuando las células de la mama comienzan a comportarse de manera anormal, desarrollando mutaciones en su ADN que las hacen crecer sin control. Estas células desordenadas se multiplican formando un tumor, capaz de invadir los tejidos cercanos e incluso, en algunos casos, desplazarse a otras partes del cuerpo. Esta enfermedad se ha convertido en la segunda causa principal de muerte por cáncer en mujeres en Estados Unidos. Aunque la detección disminuyó desde el año 2000, a partir de 2005 se ha observado un incremento pequeño pero constante. Si bien es mucho más común en mujeres, también puede presentarse en hombres, lo que recuerda que nadie está completamente exento de esta afección.
La importancia de la detección temprana
La detección temprana es la herramienta más eficaz para enfrentar esta afección, incluso antes de que aparezcan síntomas. Conocer nuestro cuerpo y explorarlo regularmente mediante la autoexploración mamaria, observando bultos, cambios en la piel, secreciones o retracción del pezón, permite identificar cualquier alteración de manera oportuna.
Complementariamente, la evaluación clínica anual por un profesional de la salud es fundamental, recomendándose comenzar a partir de los 25 años. Para las mujeres de entre 40 y 69 años, la mamografía, realizada cada uno o dos años, ayuda a descubrir tumores pequeños que aún no se palpan. Si se detecta alguna zona sospechosa, se realiza una biopsia para analizar una muestra de tejido y confirmar la presencia de células malignas. Detectar a tiempo esta afección salva vidas, ya que un diagnóstico temprano permite un tratamiento más eficaz y con menor riesgo de complicaciones.
Tratamiento
El tratamiento del cáncer de mama depende del tipo de tumor, su tamaño, etapa y características biológicas, y generalmente combina varias estrategias. La cirugía puede ser una lumpectomía, donde se extrae solo el tumor y un poco de tejido circundante, o una mastectomía, en la que se retira toda la mama. En ocasiones, también se extraen los ganglios linfáticos cercanos para verificar si hay diseminación. La radioterapia se utiliza después de la cirugía para destruir las células cancerosas que puedan quedar. La quimioterapia puede aplicarse antes de la cirugía para reducir el tamaño del tumor o después para eliminar células restantes.
Otros tratamientos incluyen la terapia hormonal, cuando el tumor es sensible a hormonas; la terapia dirigida, que ataca características específicas de las células cancerosas; y la inmunoterapia, que estimula al sistema inmunológico para reconocer y destruir células malignas. Cada caso es diferente, y los médicos combinan estos tratamientos según la etapa y las características del tumor para aumentar las posibilidades de éxito y reducir los efectos secundarios.
Prevención
Evitar factores de riesgo y fortalecer los factores de protección es clave para prevenir el cáncer de mama. Entre los elementos que aumentan el riesgo se encuentran la edad avanzada, la historia familiar de la enfermedad, mutaciones genéticas heredadas como BRCA1 o BRCA2, la exposición prolongada a estrógenos y ciertos hábitos de vida. Aunque algunos de estos factores, como la genética o la edad, no se pueden modificar, conocerlos nos permite tomar medidas preventivas y realizar revisiones periódicas para detectar cualquier cambio a tiempo.
Adoptar un estilo de vida saludable es fundamental: llevar una dieta rica en frutas y verduras, mantener una actividad física regular, limitar el consumo de alcohol y tabaco, y cuidar el peso corporal contribuye significativamente a reducir el riesgo. En definitiva, combinar la conciencia sobre los riesgos con hábitos saludables y controles médicos regulares es la manera más efectiva de proteger nuestra salud y prevenir la aparición de esta enfermedad.