Defensora incansable de su singular forma de hacer arte, Marisol Escobar fue asociada con el pop art, pese a que muchas veces se rehusó a ser encasillada. Su camino se cruzó con el de Andy Warhol, precursor del movimiento artístico surgido en la década de 1950, de hecho, apareció en dos de sus películas. Su obra se ha exhibido en diversos museos, donde se ha destacado no solo su multifacética carrera, sino también su crítica, hacia las convenciones sociales, su valor autobiográfico y su tendencia satírica.
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María Sol Escobar nació en París el 22 de mayo de 1930, hija de padres venezolanos. De familia adinerada, pudo viajar por mucho desde niña, dividiendo su tiempo principalmente entre Caracas, Estados y París. Cuando tenía apenas 11 años su madre se suicidó, lo que la llevó a sumergirse en un profundo silencio que terminaría hasta pasados sus 20 años, antes de eso solo habló lo estrictamente necesario.
"A lo largo de mi vida he aprendido a ser paciente, a susurrar, a no gritar, a mirar más allá de un cuadrado, a fluir con el mar, a respirar el viento y a estar orgullosa de ser artista".
En 1946, se mudó con su padre y su hermano mayor a Los Ángeles y adoptó el nombre con el que se le conocería en el mundo del arte años después: Marisol. Se formó en el Otis Art Institute y el Jepson Art Institute en Los Ángeles, y también estudió pintura en la École des Beaux-Arts de París, además tomó clases de pintura, escultura y cerámica en varias escuelas de Nueva York y con instructores individuales, incluido Hans Hofmann.
Tras llegar a Nueva York, donde entonces dominaba el expresionismo abstracto, Marisol conoció a una variedad de artistas como Willem de Kooning, Frank O'Hara, Alex Katz, Ruth Kligman y William King. Su gran debut se produjo en 1957, en la Galería Leo Castelli, donde, desafiando su escaso dominio de la ebanistería, expuso esculturas de madera, relieves policromados y terracotas. Fue sorprendida por un gran éxito que la llevó a Roma por un tiempo, por lo que regresó a Nueva York dos años después.
A su regreso, un hallazgo en la casa de los artistas Conrad Marca-Relli y Anita Gibson en East Hampton marcó el rumbo de su obra. Una bolsa con figuras de sombreros que transformó en coloridas esculturas. En 1960 creó Tea for Three, obra a la que le agregó los colores de la bandera venezolana. En los años siguientes creó numerosas piezas esculturas similares, realizadas con diversas combinaciones de piezas de madera, objetos encontrados, elementos de yeso, acrílico, grafito y otros materiales.
“Nunca quise formar parte de la sociedad. Siempre me ha horrorizado lo esquemático, el comportamiento convencional. Toda mi vida he querido ser diferente, no ser como los demás. Me siento incómodo con los códigos de conducta establecidos”.
En 1962, Marisol conoció a Warhol y se integró a la escena artística del centro de la ciudad. Empezó a relacionarse con celebridades, estrellas del arte y miembros de la alta sociedad, lo que le influyó en la visión que otros tomaron de su arte. Andy se refirió a ella como “la primera artista femenina con glamour”.
En 1968, Marisol representó a Venezuela en la Bienal de Venecia y fue una de las cinco artistas mujeres –entre 150– invitadas a exponer en la Documenta 4 de Kassel. Después viajó a la India y distintos lugares del Sudeste Asiático, aparentemente intentando tomar un respiro de las aguerridas protestas contra la Guerra de Vietnam. Tras aprender a bucear, el océano se convirtió en su refugio e inspiración. Esculpió distintas variedades de peces creando además híbridos de animales y humanos usando moldes de su propio rostro. Sin embargo, su obra marina exhibida en Sídney en 1973 no fue bien recibida.
En los años siguientes, la artista llevó su arte al mundo de la escenografía y vestuario. Entre 1970 y 1991, colaboró con Martha Graham, Louis Falco y Elisa Monte en nueve producciones teatrales. También se volcó hacia el dibujo y centró muchas de sus creaciones en manos, pies y cuerpos, además de retratos.
En sus últimos años, Marisol sufrió Alzheimer, por lo que no pudo seguir produciendo arte al mismo ritmo. Pero nunca lo abandonó del todo, pues se aferró sobre todo al dibujo. A su muerte, legó una parte significativa de su producción al Museo de Arte AKG de Buffalo: cientos de esculturas y obras sobre papel, y miles de fotografías, diapositivas y películas. A inicios de 2024, su obra se exhibió en el Museo de Bellas Artes de Montreal.