1/9 © Fátima. Foto: Susana Ríos

La estación elegida para celebrar la boda condiciona completamente el vestido de la novia. Por eso no sorprende que haya novias, como Fátima, que se decanten por el otoño. Meses en los que las temperaturas suaves permiten llevar capas o elementos que en verano se vuelven imposibles. 

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Fátima asegura que tenía muchas dudas con eso de crear un vestido desde cero, pero "sabía que no iba a encontrar un vestido ya confeccionado que me llenase completamente y además me apetecía mucho disfrutar el proceso de creación". La gallega asegura que conocía el trabajo de Isabel Núñez, había visto muchos de sus diseños y decidió visitar el atelier que tiene en Vigo.

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"La verdad es que todo fue fluyendo. Tenía claro que quería un vestido sencillo pero elegante, sin grandes volúmenes y cómodo, que me permitiese disfrutar al máximo. Isabel me propuso la idea de un vestido convertible y me encantó. Al principio barajamos varias opciones, pero la que me enamoró fue la capa. Tenía una caída preciosa e Isabel hizo un diseño espectacular".

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Sencillo fue también el peinado de la novia, una bubble ponytail que soltó al terminar la cena para presumir de una coleta ondulada.

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Y el ramo, un diseño sorpresa, obra de Xulian floristería, que Fátima vio solo 15 minutos antes de la boda. "Confié plenamente en ellas. Les di algunas ideas de cómo me gustaría que fuese (sencillo, un poquito silvestre y con mucho verde) y lo dejé en sus manos", asegura.

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Hablar de la historia de Fátima y Rubén es hacerlo de kilómetros. Se conocieron en octubre de 2014 cuando ambos disfrutaban de un viaje por Praga, Viena y Budapest. Ella iba con su madre, él con un amigo. “Al ser un viaje organizado, pasamos muchas horas juntos y sin buscarlo ni tan siquiera darnos cuenta surgió el amor. Nos separaban cientos de kilómetros en nuestro día a día, pues Rubén es madrileño y yo de Santiago de Compostela, pero recuerdo la última noche de ese viaje, en Viena, nos hicimos la promesa de volver a vernos, de seguir conociéndonos, y así fue”.

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A ella y a Rubén, como a tantas otras parejas, la crisis sanitaria les ha hecho celebrar una boda diferente, más íntima, con medidas de seguridad y restricciones. Pero eso no impidió que, como la novia explica, disfrutaran de "uno de los días más bonitos de nuestra vida".

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"No nos vamos a engañar, ha sido complicado y con mucha incertidumbre. Nos hicimos la promesa de no perder nunca la ilusión en unos meses que se antojaban complicados, y creo que eso nos ha ayudado mucho. Siempre fuimos muy conscientes de la situación y sabíamos que en cualquier momento nuestros planes podían torcerse, pero siempre mantuvimos las ganas, la ilusión y la esperanza. Las últimas semanas previas a la boda, fueron sin duda las más difíciles", explica ella.

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Pero pudieron celebrar su gran día. ¿Lo más especial? "Las emociones, sin duda. Fue una boda súper emotiva, probablemente también por la situación que estamos viviendo, y después de tanta incertidumbre vernos en el altar ese día fue una sensación maravillosa e inexplicable"

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