¿Puede un perfume hacerte más feliz?

'Sí', responde la neurociencia, que también revela las claves para encontrar la fragancia que mejora instantáneamente tu humor

Por Amaia León

Es el último toque antes de una cita especial, pero también uno de los básicos en el ritual de cada mañana. El perfume es, junto a la máscara de pestañas, el producto de belleza más utilizado por las españolas. Y además de hacernos oler bien y constituir un elemento importante en nuestra imagen personal de cara a los demás, tiene un efecto psicológico inmediato: mejora nuestro humor y nos aporta confianza. En el Día Internacional de la Felicidad hemos querido conocer por qué es así y cómo convertir nuestra fragancia en el mejor impulsor de bienestar.

"El olfato es diferente a los demás sentidos. Mientras que la información recogida por los otros se envía a una estructura cerebral llamada tálamo, lo percibido través del olfato va directamente a la parte del cerebro que gestiona y se encarga de las emociones, la amígdala. Esto significa que los aromas tienen en nosotros un efecto mucho más emocional que cualquier otro sentido". Isabel Sousa responde así a nuestra pregunta de "¿cómo es posible que un perfume mejore nuestro humor?". Es experta en neurociencia aplicada al coaching, además de socia-fundadora de la Universidad de la Felicidad, y ella nos explica por qué algunas esencias como los cítricos, las flores, el pino o la hierba recién cortada nos producen una sensación de júbilo, según han demostrado diferentes estudios.

"En general, las personas compartimos en gran medida nuestras reacciones ante los distintos aromas. Algunos perfumes, como el aceite de almendras, favorecen que nuestro cerebro secreten neurotransmisores (mensajeros químicos que transmiten la información entre neurona y neurona) como la serotonina, también llamada “la hormona de la felicidad”", explica Isabel Sousa. En otros casos, la reacción positiva no se relaciona tanto con un efecto neurológico, sino con la dimensión de la memoria y los recuerdos.

"Si vivimos una experiencia vital significativa y esta se encuentra asociada a un olor determinado, cada vez que olamos ese aroma, volveremos al estado emocional en el que vivimos dicha situación. Es una reacción inconsciente. Por ejemplo, el olor de la colonia de bebés nos puede llevar a recordar cuando nuestros niños eran pequeños e inmediatamente sentir las mismas emociones que cuando les bañábamos siendo recién nacidos", afirma la experta.

Estas experiencias que se quedan fijadas a un aroma en nuestra memoria olfativa son las que pueden llevarte a detestar un perfume que todo tu entorno adora. "Las fragancias cítricas, por ejemplo, suelen transmitir energía, motivación y creatividad en general. Sin embargo, si por cualquier circunstancia una persona tiene asociado ese olor a una experiencia negativa (como que de pequeña, cuando tenía inflamadas las amígdalas, le obligaran a tomar limón para curarlo), su reacción ante los olores cítricos será distinta".

Según los perfumistas, las preferencias aromáticas de las mujeres van cambiando a lo largo de la vida: a los 20 años preferimos aromas florales intensos; a los 30, frescos y cítricos; a los 40 volvemos a las flores... Teniendo en cuenta la explicación de la neurociencia, nuestros recuerdos personales podrían ser los principales determinantes de esta variación de gusto. Por eso, si queremos dar con un perfume que nos ponga de buen humor, no podemos recurrir a fórmulas universalmente válidas, sino que tendremos que recorrer nuestra historia personal para encontrarlo.

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