Volviendo a San José, también la vida nocturna está contagiada de arte. En Arroyo, un bar de atmósfera indie, las salas son casi instalaciones artísticas, desde una en la que bailar tecno a otra en la que jugar con Nintendos. Cránea es un espectacular espacio presidido por una gran grúa promovido por unos participantes del Burning Man que se han traído de allí un concepto mestizo de esculturas, djs y la fundamental carta de combinados. Porque los cócteles, aunque no habían salido todavía, son la gasolina de Los Cabos. Puede que la pequeña barra de Nómada, en San José, sea el lugar en donde los preparan con más amor a la mexicana (destilados del país que van mucho más allá del tequila), pero están por todas partes: en playas, piscinas de hoteles, cubiertas de barcos… Una buena parte del éxito de Los Cabos entre las estrellas, habrá que reconocerlo, se debe a que siempre hay un mixólogo cerca para recordarte que, qué demonios, estás de vacaciones. Y que para todo mal, mezcal, y para todo bien, también.