Una recepción, un concierto o simplemente una visita minuciosa y secreta permiten entonces disfrutar, de una manera única, de la extraordinaria belleza de un conjunto por el que pasan cada año tres millones de visitantes, y que en estas horas, más aún cuando se suma la fabulosa iluminación nocturna del monumento, ofrece su cara más deslumbrante y sorprendente. El sonido del agua, la arquitectura y la riquísima decoración de arabescos que ilustra estos palacios, tan pobres y sólidos por fuera como suntuosos por dentro, ponen el resto de emoción a la experiencia.
Hay quien ha llegado hasta aquí para celebrar una boda; otros han disfrutado del agasajo de un amigo, una institución o una entidad privada, y los hay simplemente que se han organizado para poder ver la Alhambra de una manera distinta, alquilándola durante unas horas. Todos se han sentido como Reyes, Reyes de aquella España andalusí que escribió una de las páginas más brillantes de la Edad Media. Una manera singular de entender la Historia, el lujo y la vida, como en el más evocador de los Cuentos de la Alhambra, del genial escritor estadounidense Washington Irving.
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