La costa de Llanes

Llanes es un caso excepcional de contraste y variedad de paisajes. En su continuo combate con el Cantábrico, ha ido moldeando su costa de forma caprichosa. Es por eso que se encuentran playas de arena flanqueadas por acantilados que aguantan sin desmoronarse el embate del oleaje. La proximidad de la sierra del Cuera actúa de barrera térmica y consigue atemperar aún más ese clima suave, con pocas oscilaciones, que distingue a toda la costa oriental asturiana y que sirve de reclamo turístico.

Enclavadas en espacios de gran atractivo natural, y a menudo salpicadas de castres (islotes), las playas llaniscas, por su peculiar orografía, son un mundo aparte que a nadie dejará impasible. Si el arenal de Poo semeja un lago sin aparente comunicación con el mar, en el de Toró los visitantes pasan a engrosar el bosque de pináculos rocosos que la distinguen. Por no hablar de Cuevas del Mar, donde el roquedo, agujereado con gran plasticidad, semeja una obra de arte bien coloreada. La Canal, en Pría, amén de reducida, tiene unas piedras semisumergidas en las que muchos quieren ver la silueta del monstruo del lago Ness. La misma fascinación se desgrana en Torimbia, majestuosa, la gran dama del Norte a la que se accede una vez rebasado el pintoresco cementerio de Niembro.

Desde Barro se puede observar el curioso reflejo de la iglesia y las cruces en el agua. En este camposanto rodó el director José Luis Garci algunas escenas de su película «El abuelo». Pero si hay un arenal que cause perplejidad ése es Gulpiyuri, declarado Monumento Natural al igual que Cuevas del Mar y Colvijero. Gulpiyuri aprovecha una hondonada circundada por praderías que comunica subterráneamente con la rompiente a causa del derrumbe del acantilado erosionado. Aquí no se atisba el horizonte del Cantábrico, es cierto, pero, como por encantamiento, el oleaje lo regurgita acompasadamente. Un consejo: todas estas playas conviene visitarlas durante la bajamar.