Pero el arte no sólo está disperso por las calles de la ciudad, también habita en los museos: en el de Capodimonte, la pintura de los siglos XV al XVIII; en el Museo Arqueológico Nacional, todo el esplendor de la cultura grecorromana. Un espectáculo éste último, que también se puede admirar in situ con sólo visitar Pompeya y Herculano, dos maravillosas ciudades romanas a muy pocos kilómetros de Nápoles y a las que resulta muy fácil llegar bien en coche o en uno de los numerosos trenes de cercanías.
En sus calles, teatros, tabernas, prostíbulos y templos, un día rebosantes de vida, domina hoy un abandono y un silencio milenario. En el año 79 después de Cristo el Vesubio despertó de su letargo y cubrió, bajo un manto de cenizas y lodo, ambas ciudades sin dejar rastro de vida. Las figuras petrificadas de hombres y animales, halladas en las excavaciones en las más diversas actitudes, hablan por sí solas de una tragedia que aún en nuestros días sigue impresionando al visitante. Y después de este viaje al corazón del Mediterráneo, ¿no le seduce la idea de conocer todas estas maravillas?
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