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¿CÓMO LLEGAR A LAS AZORES?

Solitarias en pleno Atlántico, casi a medio camino entre Europa y América, la historia de las nueve islitas de este archipiélago portugués es la de sus volcanes, porque cada una es hija de los colosos submarinos de los que fueron surgiendo en múltiples erupciones. Para llegar a este paraíso intacto desde España hay vuelos directos con compañías como Iberia o Vueling con conexiones con Ponta Delgada, capital del archipiélago en algo más de tres horas. Entre las islas hay conexiones sencillas a diario, en avión o en ferri, esta última opción es la más práctica.

 

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¿QUÉ HACER EN LA ISLA DE FAIAL?

Hace años los balleneros recorrían estas aguas en busca de cetáceos, pero afortunadamente dejaron de cazarse en la década de los ochenta. Ahora se hace algo mejor, salir en su busca para admirarlas. Desde el puerto de Faial podemos salir a observar delfines y ballenas. Residentes o migratorias, hasta 24 especies de cetáceos frecuentan todo el año el archipiélago de las Azores, desde distintos tipos de delfines y cachalotes hasta ballenas jorobadas o las descomunalmente grandes ballenas azules. Una oportunidad única de disfrutar de estos animales en su hábitat.

La última de las erupciones en las Azores ocurrió hace algo más de medio siglo en esta isla y duró trece meses. En un paisaje desolado que contrasta con el intenso verde de las colinas alrededor, allí el Centro de Interpretación del Volcán de Capelinhos (arquesnaturais.azores.gov.pt) nos invita, con sus películas tridimensionales y demás instalaciones, a iniciarnos en las fuerzas telúricas que modelaron el archipiélago del anticiclón.

En la pedanía de Ribeirinha arranca una ruta entre cráteres, paisajes lunares y bosques de laurisilva que cruza de este a oeste toda la isla.

Imprescindible el paso por Horta, la capital de la isla, y acercarse a algunas de la playas de arena negra volcánica como Porto Pim o Praia do Almoxarife.

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¿QUÉ HACER EN LA ISLA DE PICO?

Justo enfrente de Faial, a media hora en ferri, está esta isla con bodegas y viñedos cultivados entre campos de lava incluidos en la lista de la Unesco, y un interesantísimo Museo de los Balleneros, la vieja fábrica en la que se procesaba su aceite, su carne y hasta sus huesos.

Pico también cuenta con muchos de esos caminos que antaño usaban los campesinos y que tienen vistas al cono perfecto del volcán do Pico, el techo de Portugal, que se eleva 2351 metros sobre el mar.

 

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¿QUÉ HACER EN SAO MIGUEL?

Es la más grande de estas joyitas portuguesas. Con sus 65 kilómetros de largo por 14 de ancho, es tan diversa que bien podría dedicarse toda la estancia a ella, entre el coqueto casco histórico de Ponta Delgada y los paseos por sus bosques llenos de flores, su escarpada costa de calas y acantilados y los cráteres y lagos volcánicos de Fogo, Sete Cidades –por donde discurre una preciosa ruta senderista de una decena de kilómetros– o los valles de Furnas.

Otros senderos recomendables son el del Salto do Cabritos, que parte y culmina en las Calderas de Ribeira Grande, o el de los Moinhos (molinos) de Ribeira Funda, entre cuyos arroyos toparse con petirrojos, mirlos y hasta milanos.

No te puerdas subir hasta la laguna de Furnas, donde los lugareños aprovechan el calor del suelo para cocinar en hornos bajo tierra sus famosos cozidos. Y por supuesto, degustarlo. El restaurante del hotel Terra Nostra (bensaudehotels.com) es una buena opción.

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¿QUÉ HACER EN TERCEIRA?

Terceira es otro acierto seguro. Sembrada de prados a rebosar de hortensias y pueblitos adornados por la curiosa arquitectura de unas capillas rurales a las que les dicen imperios, esta isla es famosa, sobre todo, por la belleza de la ciudad de Angra do Heroísmo, Patrimonio de la Humanidad, con iglesias y palacios engalanando sus plazas adoquinadas. Tampoco hay que dejar de lado el casco histórico de Praia da Vitoria.

 

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LAS OTRAS ISLAS

De quedar aún tiempo, todavía aguardan islas todavía menos concurridas como São Jorge, Santa María, Graciosa, Flores y Corvo, donde alquilar una casita rural frente al océano y buscar nuevos caminos por los que perderse en soledad.

 

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