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Es un laberinto de valles que se extiende desde la esquina noroccidental de León hacia la provincia de Lugo, un recóndito territorio con el que la naturaleza ha sido especialmente generosa. Los Ancares deben al aislamiento, propiciado por su difícil orografía, la peculiaridad de vivir suspendidos en el pasado. Con sus formas de vida tradicionales y su ritmo ajeno a la prisa, esta comarca se resiste a los embates la modernidad.

 

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Así se aprecia en su paisaje intacto, declarado Reserva de la Biosfera. Un paisaje que remonta el curso de cuatro ríos (Ancares, Burbia, Cúa y Fornela) para elevarse después a majestuosas montañas que alcanzan los 2000 metros, tapizadas de castaños, nogales y robles centenarios que conviven con el brezo que cubre las laderas.

Es esta vegetación, junto con el clima cambiante, la que hace que Los Ancares muden de color cada temporada. Pocos lugares exhiben con tanta precisión esta hermosa variedad cromática: de la gama de rojos, pardos y anaranjados del otoño a la alfombra blanca de del invierno, de la explosión floral de la primavera, refrescada por los riachuelos y cascadas que fluyen con el deshielo, al verde arrebatador que brilla con el sol veraniego.

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LAS CABAÑAS DE ASTÉRIX

Pero es en la actividad humana donde mejor se puede comprobar la autenticidad de esta región, anclada en la vida de antaño. Especialmente en las pallozas, las robustas viviendas de planta circular que son la seña de identidad de estas tierras. Aquí donde familias y ganado convivían hasta hace apenas medio siglo, hoy encontramos un testimonio vivo de la prehistoria.

 

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Edificadas con muros de piedra y tejados de paja, estas arcaicas casas de montaña hunden su origen en la cultura céltica. Hay quien dice que fueron ellas las que inspiraron el colorido poblado de Astérix que se resistía a la invasión de los romanos. Realidad o leyenda, lo cierto es que a duras penas se mantienen en pie, amenazadas por los estragos del tiempo.

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Pereda de Ancares, Balouta y Piornedo (esta última ya en territorio gallego) son algunos de los pueblos a los que acudir para contemplar estas construcciones que hoy son como una especie de fósil. En Piornedo, incluso existe un museo, Casa do Sesto, donde se muestran los usos y costumbres que definen a estos precarios hogares que dejaron de ser habitados en 1970.

 

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ARTE RUPESTRE Y UN MONASTERIO MEDIEVAL

Más allá de las pallozas, a Los Ancares se viene a descubrir curiosidades tan interesantes como el Castro de Chano, en el Valle de Fornela, un asentamiento astur del siglo I a. C. cuyos fotogénicos restos asoman entre las laderas. O el conjunto arqueológico de Peña Piñera, en el municipio de Sésamo, un farallón que sirvió de lienzo a un esquemático arte rupestre desarrollado en el Postpaleolítico. 

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Por el camino, mientras se avanza por sinuosas carreteras, hay que detenerse en Vega de Espinareda para contemplar el que está considerado uno de los monasterios más importantes de León dentro del estilo neoclásico: el de San Andrés de Espinareda, originario del siglo X, pero reconstruido en varias ocasiones tras sucesivos incendios. Un templo que en la Edad Media destacó por su desarrollo cultural, económico y espiritual y que compite en vistosidad con el puente romano de este pueblo, que enmarca la playa fluvial más codiciada del verano.

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Pero a Los Ancares se viene, sobre todo, a disfrutar de una naturaleza que tiene su razón de ser en la acción de los glaciares. Una infinita red de senderos cruza esta región, atravesando sus verdes valles y ascendiendo a cumbres desde las que se vierten vistas maravillosas.

La llegada de la primavera es excelente para aventurarse en largas caminatas que tendrán siempre como marco tupidos bosques de hayas, abedules, avellanos y chopos. Bosques que son el hábitat natural de multitud de especies como el corzo, el rebeco, el jabalí, el ciervo o el gato montés, además de todo un repertorio de aves como cernícalos, buitres, gavilanes, águilas culebreras…

Y que también acogen, aunque con mucha menos presencia, a dos de las especies más emblemáticas de nuestra geografía: el urogallo, que se encuentra entre las criaturas protegidas, y el emblemático oso pardo, que transita por los colmenares, aunque, para tranquilidad de los visitantes, resulta difícil encontrar.

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FOGONES DELICIOSOS

Falta, claro, el apartado gastronómico, fundamental en estos parajes. En cualquiera de los pueblos podrá degustarse una riquísima cocina tradicional, famosa por su contundencia. Como en toda la provincia, no falta la buena cecina, el producto estrella de León, ni el calórico botillo (costilla, el rabo de cerdo, lengua, carrillera y espinazo suelen ser sus ingredientes), ni los pimientos asados de El Bierzo, más ligeros y deliciosos.

 

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Y como curiosidad, y dada la cercanía a Galicia, también en Los Ancares se rinden a las delicias del cefalópodo. Sobre todo, en el pueblo de Espino, a dos kilómetros de Vega de Espinareda, donde hasta se celebra la Feria del Pulpo los días 1 y 15 de cada mes.

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