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Más allá de las más conocidas donde el verano es sinónimo de fiesta, y en muchas ocasiones demasiada gente, el Viejo Continente esconde otras islas donde disfrutar tranquilos del mar, practicar deportes acuáticos, dar largos paseos, empaparse de su cultura, y vivir las mejores puestas de sol del verano. Después de un largo invierno, ahora nos merecemos esto.

La belleza imperturbable de las islas Borromeo 

Esta vez nos adentramos en el continente para descubrir algunas de las islas más hermosas de Europa. Se encuentran en medio del lago Maggiore, en la región italiana del Piamonte, que, como sus vecinos, son una auténtica maravilla de los Alpes italianos.

Las Borromeas son un grupo de tres islas pequeñas, la más grande es la Isla Madre, ocupada por un palacio del siglo XVI, el palacio Borromeo –que podemos visitar– y un jardín botánico. Junto a ella está isla Pescatori, antaño fue de pescadores y hoy está llena de coquetos restaurantes y hotelitos boutique. Y la más encantadora de todas, isla Bella (en la imagen), con un fastuoso palacio y un jardín barroco, la joya de la corona, levantado sobre terrazas que cuelgan frente al lago llenas de flores, estatuas y pavos reales blancos.

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Chipre, la isla de Afrodita 

Playas cristalinas, bosques vírgenes, un interior montañoso y un puñado de espacios Patrimonio de la Humanidad nos esperan en esta isla mediterránea asentada entre tres continentes.

Su litoral se ha hecho famoso por estar catalogado entre los más limpios del mundo y en él encontramos Pafos, la ciudad Patrimonio de la Unesco. Imprescindible conocer su legado arqueológico, como la Tumba de los Reyes (en la imagen) o la Casa de Dionisios, pasear por alguna de las muchas (y buenas) playas de su entorno o deambular por el puerto y llegar al castillo medieval. También hay que acercarse a Petra tou Romiou, las rocas donde la leyenda señalan el nacimiento de Afrodita. Pafos es un buen punto de partida para descubrir el resto de la isla. 

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Hvar, esencia croata 

Havar presume de tener más horas de sol que el resto de las islas croatas y no son pocas, más de 1000 desparramadas por el Adriático. Esta es alargada y ondulante, sofisticada, hedonista, la reina de la costa. Su interior está tapizado de espesos bosques de pinos, olivos y cipreses e inmensos campos perfumados de lavanda, una flor con la que elaboran jabones, cremas o aceites de esencias que venden en los mercadillos locales. Su costa posee deslumbrantes calas de aguas color esmeralda. Y en este entorno privilegiado brillan unos cuantos cascos históricos exquisitos: la ciudad de Stari, en la costa norte; Jelsa, más el este, con bonitas plazas donde sentarse a tomar un buen pescado; O Hvar Grad (en la imagen), la capital, una joya medieval de influencia veneciana. 

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El discreto encanto de Milos 

En el archipiélago de las Cícladas, aunque mucho más discreta que sus compañeras Santorini o Mikonos, encontramos esta pequeña isla donde se halló en 1820 la famosa Venus de Milo, hoy en el Louvre. Y es que la diosa no pudo elegir mejor lugar para mostrar su torso a los mortales que este espacio que atesora más de 70 playas fascinantes.

Entre sus arenales, las hay más solitarias y románticas, otras perfectas para familias, o las más hedonistas, a las que acuden los jóvenes a lucirse al sol. Para conocer la isla desde el mar hay que alquilar una thalassitra, una embarcación de madera tradicional de tres palos, que nos llevará a descubrir rincones y cuevas secretas para sumergirnos en aguas cristalinas. 

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Isla de Sky, belleza natural inigualable 

La joya del archipiélago de las Hébridas, al oeste de Escocia, y también la mayor, es la isla de Sky. Se accede a ella se hace por carretera, atravesando un puente desde la ciudad de Kyle of Lochalsh y continuando por la A-87 que recorre toda la costa oriental de la isla y pasa por Portree (en la imagen), su capital. Con su coqueto puerto de casitas en tonos pastel, en esta ciudad tranquila se disfruta de excelentes pescados frescos y marisco en alguno de sus restaurantes. Portree puede ser un buen lugar para asentarnos y, desde allí, recorrer con excursiones esta isla de sugerentes paisajes. Imprescindibles la península de Trotternish, la cascada Mealt Falls, el castillo de Dunvegan o una visita a Talisker Distillery, la única destilería de la isla.

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São Miguel, un vergel en el Atlántico 

Solitarias y en pleno Atlántico, a medio camino entre Europa y América; tan portuguesas como cualquier otra de las islas del país vecino, pero estas ajenas al turismo de masas. Las nueve islitas que forman el archipiélago de las Azores son un vergel en medio del inmenso océano.

La más grande de estas joyas es la de São Miguel, a la que llegan los vuelos del continente. Para recorrerla hay que detenerse en el coqueto casco histórico de Ponta Delgada, pasear por los bosques llenos de flores, descubrir los cráteres y lagos volcánicos de Fogo y Sete Cidades (en la imagen, con una magnífica ruta senderista) o los valles de Furnas. Imprescindible ascender hasta la laguna de Furnas, donde los habitantes aprovechan el calor del suelo para cocinar en hornos bajo tierra sus famosos cozidos y probar esta delicia. Para los amantes de las actividades marítimas, en Azores encontramos hasta 24 especies distintas de cetáceos que frecuentan las aguas del archipiélago durante todo el año. Delfines, cachalotes y hasta descomunales ballenas azules se ven en una excursión en barco desde sus costas.  

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Ré, la isla de las bicis 

Frente a las costas de La Rochelle encontramos esta isla atlántica, de aire mediterráneo, clima suave durante todo el año y magníficas playas de arena fina. Conocida como la isla Blanca por el color de sus casas (pintadas así por normativa), está llena de glamour y rincones coquetos. Sus 89 kilómetros cuadrados pueden descubrirse en bici, porque es una isla totalmente plana con carriles bici que la recorren de punta a punta, un paraíso para los amantes de este medio de transporte sostenible. En todas las oficinas turísticas ofrecen planos de los carriles bici que conectan sus pueblos e información de dónde alquilarlas (en la imagen, Saint-Martin-de-Ré).

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Formentera, el paraíso está aquí 

Una isla de reducidas dimensiones, con 69 kilómetros de costa que encierran algunas de las playas y calas más bellas de Europa. Más tranquila que su vecina Ibiza, esta isla plana y estrecha, de unos 20 kilómetros de longitud, con la práctica totalidad de su espacio semivirgen, es una sucesión interminable de playas y rincones marineros para disfrutar de unas largas vacaciones donde vivir sin prisas.

¿Qué ver? Su capital, San Francesc Xavier, con callejuelas en torno a su plaza, salpicadas de comercios y barecitos regentados por lugareños y aventureros de medio mundo que han acabado en este pequeño paraíso. No te pierdas la siempre premiada Ses Illetes (en la imagen), la playa más espectacular de la isla, el faro del Cap de Barbaria, la magnífica cala Saona rodeada de un denso bosque de pinos y, por supuesto, practicar algún deporte acuático y hacer rutas en bicicleta. Cosas sencillas en la isla tranquila.

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