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LOVAINA

Universitaria, y, por lo tanto, joven, Lovaina es la ciudad de la bicicleta por excelencia. Su centro está cerrado al tráfico y a la bonita calle Mechelsestraat se abren un buen número de tiendas y cafés con agradables terrazas que tienen a sus puertas bicicletas aparcadas. Así, pedaleando, se van admirando sus viejos edificios medievales, sus abadías y el barrio del Beaterio, Patrimonio de la Humanidad.

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YPRES

En el noroeste de Bélgica, Ypres es una ciudad preciosa y tranquila con mucha miga. Primero se descubre su historia en lugares como la Puerta de Menen, después sus lugares imprescindibles: la catedral de San Martín, la Grote Markt y, especialmente, la lonja de los Paños, protegida por la Unesco. Su red de casamatas construidas en el siglo XVIII (espacios subterráneos para la defensa y acuartelamiento de las ciudades) y las murallas se unen al conjunto.

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DINANT

A orillas del río Mossa y con las montañas de las Ardenas a sus espaldas, Dinant es una ciudad preciosa que tiene como uno de sus símbolos la antigua ciudadela, a la que se puede acceder salvando más de cuatrocientos escalones o a través de un funicular. Otro es la colegiata de Notre-Dame, coronada con su espectacular cúpula en forma de bulbo.

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BOSQUE DE HALLERBOS

A media hora de Bruselas, Hallerbos es un bosque de cuento de color azul y violeta. No todo el año, eso sí, porque solo cuando llega la primavera se cubre de un manto de cientos de miles de jacintos púrpura bajo sus hayas. Este espectacular y denso tapiz le otorga ese aspecto mágico que parece irreal.

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BRUJAS

Hay una perspectiva diferente para contemplar la belleza de esta ciudad de cuento y es la de subirse a una barca y dar un paseo por sus canales. Pero Brujas es pequeña y abarcable, y perfecta también para recorrer a pie sus calles de adoquines a la que van asomando arcos de ladrillo e iglesias de piedra. Sin duda es una de las urbes medievales mejor conservadas de Europa, con un centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad.

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DAMME 

El camino que separa Brujas del mar es un paseo encantador para hacer en coche, en bicicleta, a pie o en barco por los canales. Es el auténtico paisaje flamenco, con las casas a orillas del agua, los carriles-bici, y pueblos medievales con tanto encanto como Damme, con su pintoresco canal de Damse Vaart.

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GANTE

Gante, la que fue la ciudad más grande de Europa en el siglo XVI, se va a ver sus edificios gremiales reflejados en el agua, a admirar la fortaleza de los Condes, a contemplar la Adoración del Cordero Místico en su catedral, entrar en alguno de sus 18 museos, saborear los platos de los innumerables restaurantes del barrio del Patershol, participar de su animada vida universitaria o a dar un paseo cervecero. Pero también, a contemplar sus campanarios –el de la catedral de San Bavón, la Atalaya o Belfort y la torre de la iglesia de San Nicolás.

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GRUTAS DE HAN

Un pequeño tranvía lleva desde el centro del pueblo de Han-sur-Lesse, a dos pasos de Rochefort, hasta la entrada de esta cueva. Un mundo subterráneo que se recorre a pie por 2 kilómetros de galerías atravesando salas tan espectaculares como El Minarete; El Trofeo, con una estalagmita gigante de 7 metros de altura y 20 m de circunferencia, o la Cúpula. A media camino, un espectáculo de video-mapping y láser que relata la historia de la cueva.

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LA ROCHE-EN-ARDENNE

En un meandro del río Ourthe, La Roche es la perla de Las Ardenas, un pequeño pueblo medieval con un castillo del siglo IX que dicen habitado por fantasmas donde la naturaleza está omnipresente. Para darle más emoción a la visita, se hacen descensos en kayak o rafting por el afluente del río Mosa.

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BRUSELAS

En la capital belga hay muchos itinerarios que seguir. Está el de las coloridas y artísticas fachadas de la ciudad en la que nació Tintín, muchas de las cuales ambientan sus aventuras; el de las confiterías donde probar el mejor chocolate del mundo; el de los bares donde degustar la mejor cerveza. También se peude recalar en el barrio Europeo, sede de las principales instituciones de la UE; descubrir al Manneken Pis; sentirte pequeño en la Grand Place, “la plaza más bella del mundo”; ver de cerca la gigantesca estructura del Atomium, o pasar por las Galeries Saint-Hubert para ver sus tiendas exclusivas y sus suntuosos cafés. Será por opciones.

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ABADÍA DE VILLERS-LA-VILLE

Villers-la-Ville no sería más que un pequeño pueblo de la región de Valonia en el que casi nadie repararía si no fuera por su abadía cisterciense, una joya arquitectónica que, aun en ruinas, no puede ser un lugar más evocador, especialmente su iglesia, con sus bóvedas, arcos y rosetones a la vista. A su alrededor un jardín medicinal y medieval, en el que se cultivan más de un centenar de plantas utilizadas en el Medievo para cuidar a los enfermos, y creado con el sostén de la Fundación Yves-Rocher.

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