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Valles con iglesias medievales únicas, paisajes pintados por la floración de sus frutales, cascadas atronadoras, lagos de montaña espectaculares, jardines al borde del mar o playas para disfrutar fuera de temporada. Porque cada mes merece una escapada, aquí tienes algunas sugerencias para el año que ahora comienza.

 

ENERO: VALLE DE BOÍ (LLEIDA)

El Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici es un ecosistema único en España, cuyo paisaje modelado por diversas glaciaciones ha dado lugar a un escenario de circos de paredes escarpadas, valles en forma de U y centenares de lagos. Pero no son solo las maravillas naturales las que animan a conocer esta porción pirenaica, también el conjunto de iglesias románicas medievales que se descubre en su vertiente occidental, tan sobresaliente que ha merecido formar parte del Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y que cubiertas de nieve ofrecen una imagen insólita. En total son ocho y una ermita, entre las que sobresalen las de Sant Climent de Taüll, la más icónica, y la de Santa Maria de Taüll. Para entender el conjunto hay que visitar el Centro del Románico del Valle de Boí, situado en Erill la Vall. © Diputació de Lleida. Patronato de Turisme.

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FEBRERO: SIERRA DE MADRID

Con la nieve ya cayendo con generosidad por las cumbres, qué mejor que iniciarse en los paseos con raquetas de nieve en la Sierra de Madrid. La zona de Siete Picos es la más cercana al puerto de Navacerrada, con la orografía más benigna y mínimos riesgos. Por el camino Schmidt se cruza la pista del Bosque, por donde los esquiadores bajan veloces, y se entra en un bosque de cuento navideño bordeando el alto del Telégrafo mientras se disfruta de unas vistas fabulosas: Valsaín, La Granja, Peñalara (el ‘techo’ de Madrid), la Bola del Mundo y la Maliciosa. Una propuesta de paseo de dos o tres horas apto para toda la familia. Las rutas las organizan empresas como Amadablam Aventura (amadablaaventura.es). © Shutterstock.

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MARZO: CIEZA, DE COLOR ROSA (MURCIA)

A finales del invierno, cuando todavía media España tirita de frío y el paisaje es una foto en blanco en negro, miles de melocotoneros florecen en la localidad murciana de Cieza, pintando de deslumbrante color rosa las tierras de la Vega Alta del Segura. Nada tiene que envidiar la estampa a la del cacereño valle del Jerte o la de la lavanda en la Provenza francesa. Para disfrutar del espectáculo, lo mejor es seguir el Paseo Ribereño, un itinerario circular de siete kilómetros que recorre ambas márgenes del río bordeando las huertas más próximas a la población. Otra opción es dar una vuelta de 21 kilómetros en coche siguiendo la ruta La Parra-El Horno-El Acho, que permite contemplar el campo ciezano desde los mejores miradores. © Asociación fotográfica de Cieza.

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ABRIL: JARDINES DE LA COSTA BRAVA (GIRONA)

Por la explosión de color y perfume, los jardines más célebres de la Costa Brava regalan en primavera toda una experiencia sensorial. Son los de Cap Roig, en Palafrugell; los de Santa Clotilde, en Lloret de Mar, y el Jardín Botánico de Marimurtra, en Blanes. Exóticas ensoñaciones vegetales, con miles de especies procedentes de todos los rincones del mundo, que son un referente paisajísto de este espectacular rincón del litoral mediterráneo.

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MAYO: POZO DE LOS HUMOS (SALAMANCA)

En un profundo recoveco de la Ribera salmantina, un poco más abajo de donde a Las Arribes se le suman las aguas del Tormes, se descubre el espectáculo natural del Pozo de los Humos, una de las cascadas más impresionantes de Castilla y León. Por un cortado rocoso la gigantesca cola de caballo se precipita desde una altura superior a los 50 metros configurando un paraje sorprendente, casi inimaginable en medio de este paisaje castellano, un área de escasas precipitaciones y rala arboleda. El conjunto de la cascada y el pozo rocoso en el que se precipita son visibles desde dos miradores. Uno se alcanza desde Pereña por una pista de tierra señalizada y por la que se puede llegar en coche. Existe también un mirador situado justo en el lugar, al que se llega desde Masueco. El hombre primitivo debió de percibir lo insólito de un espectáculo que también apabulla por el atronador rugido que provoca el agua en su caída, ya que en el entorno inmediato se han localizado abrigos rocosos con inscripciones y pinturas rupestres. © Shutterstock.

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JUNIO: LAGOS DE COVADONGA (ASTURIAS)

Porque es una de las maravillas paisajísticas y naturales de España y porque se cumple el centenario de su declaración como parque nacional, el primero de nuestro país, no hay mejor elección para el mes de junio que Picos de Europa y uno de sus rincones más emblemáticos: los lagos de Covadonga. En Cangas de Onís arranca esta clásica incursión que asciende hasta la basílica de Covadonga y la Cueva Santa, uno de los principales centros de peregrinación cristiana en Asturias e íntimamente ligar al inicio de la Reconquista, y, continuando por una estrecha y retorcida carretera, que pasa primero por el mirador de la Reina –el mejor mirador para extasiarse con la grandiosidad del paisaje– y después por el Centro de Visitantes de Pedro Pidal, llega hasta el conjunto de lagunas naturales de origen glaciar, especialmente los lagos de Enol y la Ercina, las dos superficies lacustres más conocidas.

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JULIO: PLAYAS DE CÁDIZ

Las de Caños de Meca, las de Zahara de los Atunes, la de la Victoria… Cádiz tiene un catálogo de playas espectaculares que para sí muchos quisieran. Más de ochenta arenales para todos los gustos: calas; ensenadas; kilométricas; con historia, como la de Trafalgar; de película, como la de La Caleta; de colores, como las de Tarifa; ideales para la práctica del surf; con ruinas romanas a sus pies como Bolonia. Con la luz atlántica como compañera de viaje y la N-340 como hilo conductor se pueden ir enlazando algunas de las más espectaculares, como las que se encuentran entre Caños de Meca y Tarifa. Un viaje perfecto paa disfrutar del mar sin aglomeraciones en el mes de julio. © Patronato Provincial de Turismo de Cádiz.

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AGOSTO: CAÑONES DEL SIL (LUGO/OURENSE)

En la Ribeira Sacra, frontera entre Lugo y Ourense, el río Sil ha esculpido unos cañones de belleza sobrecogedora. La mejor forma de admirarlos es en una embarcación y agosto es un mes ideal para disfrutar de uno de sus mejores enclaves: el Cabo do Mundo (en la imagen), en la zona lucense, donde el río dibuja una espectacular curva que se disfruta desde el mirador del mismo nombre y que, por su forma, la de un meando, ha dado lugar a una de las playas fluviales más impresionantes, la de la Cova. Sus agrestes paredes han sido domesticadas en bancales de viñedos de los que se obtiene un vino elaborado con la variedad de uva Mencía. © Turgalicia.

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SEPTIEMBRE: GUADALUPE (CÁCERES)

Candidata a convertirse en Maravilla Rural 2017 de Toprural y tomar el testigo del pueblo también cacereño de Hervás, Guadalupe es una de esas localidades que hay que conocer. Según la leyenda, la Virgen se apareció en este lugar en el siglo XIV a un pastor y como homenaje se levantó una ermita que tiempo después se ampliaría para convertirse en el monasterio en torno al cual hoy gira la vida de este pueblo. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una de las mayores construcciones de arquitectura religiosa en Europa, con su iglesia gótica, su claustro mudéjar y una colección de cuadros de Zurbarán en su interior. Pero Guadalupe es además un conjunto de pintorescas calles estrechas y empedradas que se cruzan con plazas irregulares, a las que asoman balconadas llenas de flores y tiendas de artesanía. © Extremadura Turismo.

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OCTUBRE: SIERRA DE CAMEROS (LA RIOJA)

Otoño es la mejor época para pasear por la sierra de disfrutando del colorido de los hayedos y robledales y buscando setas. Pero es que, además, en este entorno donde nace el río Iregua, el primer fin de semana de octubre se celebra la Fiesta de la Trashumancia en la Venta de Piqueras, en la que se recrea la tradicional marcha de pastores y rebaños a tierras del sur de la península. Siguiendo el discurrir del río se va descucubriendo la comarca riojana de Cameros enhebrando puentes medievales, ruinas de majadas y pueblos nostálgicos –Torrecilla en Cameros, Pradillo, Villoslada, Nieva, Ortigosa…– cuyos templos y casonas fueron levantando gracias al comercio de la lana. © Shutterstock.

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NOVIEMBRE: BILBAO

Noviembre es un buen mes para conocer la que ha sido elegida ‘Mejor Ciudad Europea 2018’. Un galardón concedido por la organización de The Academy of Urbanism que reconoce las buenas prácticas urbanísticas de capital vizcaína, que competía con Viena (Austria) y Liubliana (Eslovenia). Con la ría como eje vertebrador hay que ir descubriendo sus imprescindibles: el museo Guggenheim, el más moderno de sus símbolos, atracado en su orilla, pero también las estrechas calles del Casco Viejo y el Ensanche mientras se hace parada para degustar algún pintxo, que aquí, de comer, también saben mucho.

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DICIEMBRE: PLAYAS DE MENORCA

Con temperaturas suaves y sin afluencia de gente, diciembre también invita a una escapada diferente, por ejemplo, para conocer las playas de Menorca, que las hay para todos los gustos: pequeñas y recoletas, resguardadas entre acantilados, pero también grandes y abiertas a un Mediterráneo tranquilo. Y ademas en sus aguas caben todas las tonalidades de azul. En el norte está Cala Morell, Cala Pilar y Cala Pregonda, además de Binimel.là y Cavallería. En la costa este, Cala Presili y Cala Tortuga, en el parque natural de S’Albufera des Grau. Y en el sur, la pequeña de Binidalí; Son Bou, la más larga de Menorca; Cala Escorxada; Trebalúger; las hermanas Mitjana y Mitjaneta; las otras hermanas de Macarella y Macarelleta y Cala Turqueta, antes de acabar en Son Saura.

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