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MIRAVET
A orillas del caudaloso Ebro y pegado a la pared rocosa de la montaña, este pequeño y bonito pueblecito ofrece con sus casas asomadas al cauce y su castillo templario vigilante en lo más alto una imagen difícil de olvidar. Desde el Molí Salat, antiguo embarcadero, las viviendas del casco antiguo se colocan desafiando al Ebro y, pasado el Portal, principal puerta que daba acceso a la población, se alinean entre el río y las rocas hasta encontrar la iglesia Vieja, con su plaza mirador. En el llano, saliendo del Arenal, donde está la playa, el pueblo se estira hasta llegar al barrio del Raval o de los altareros. Pero si hay algo por lo que destaque Miravet es por su fortaleza, que en su día fue atalaya musulmana y se muestra imponente en lo alto con una impresionante vista del río Ebro, conocido como el Riu, que por aquí forma un meandro de una hectárea y media de una increíble riqueza ornitológica / © Shutterstock.

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SANTES CREUS
Hace mil años, los monjes cistercienses se establecieron en las fronteras del nuevo Reino de Cataluña, construyendo un puñado de monasterios que bien pudieran ser escenario de El nombre de la Rosa. El de Santes Creus, en el municipio de Aiguamurcia, se enclava en un valle apacible, entre viñas y arbolado, lo que desmuestra el buen gusto de esta orden monástica a la hora de elegir retiro. Junto con Poblet y Vallbona de les Monges, compone el triángulo de arquitectura y espiritualidad que es la Ruta del Císter y es el único en el que ya no existe la vida monástica. El virtuoso claustro gótico, la iglesia con su icónico rosetón y las tumbas reales convierte el cenobio en uno de los conjuntos cistercienses más bellos de Europa / © Rafael Delgado.

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ESCALADEI
Solo 44 habitantes viven en este pequeño pueblecito emplazado en el corazón del Montsant, que se lo debe todo a la que fue la primera cartuja de la península Ibérica, levantada aquí en el siglo XII por orden del rey Alfonso I el Casto para repoblar la tierra tras la Reconquista. Fueron precisamente los cartujos los que introdujeron el cultivo de la vid en el Priorat y levantaron esta auténtica maravilla de piedra y contemplación que es la cartuja de Escaladei. Una visita a sus restos, a su iglesia y a sus tres claustros permite conocer hoy los orígenes de la comarca y, de paso, adentrarse en uno de los paisajes naturales más fascinantes de Tarragona / © Rafael Delgado.

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TORTOSA
El perfil del impresionante castillo de la Zuda, convertido en Parador de Turismo, domina esta ciudad desde lo alto. Fue alcazaba árabe, porque Tortosa estuvo en manos de los musulmanes cuatro siglos, y fortaleza cristiana después. Hoy es el mejor mirador de esta ciudad declarada conjunto histórico artístico y asentada en la ribera del Ebro. Entre su patrimonio monumental sobresale también la soberbia catedral de Santa María, que empezó a levantarse en gótico francés para terminar en un peculiar estilo catalán, pero también sus Reales Colegios renacentistas de San Lluís, Sant Jordi y Sant Domènech, la Llotja del Mar, sus palacios próximos a la catedral y los jardines del Príncipe.

Vacaciones inolvidables con la familia en la Costa Daurada

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MONTBLANC
Capital de la comarca de la Conca de Barberà, este municipio del interior de la Costa Daurada luce con orgullo tener el recinto amurallado mejor conservado de toda Cataluña. El magnetismo de sus murallas y baluartes y de su núcleo antiguo, así como su vinculación con la leyenda de Sant Jordi, representada durante su Semana Medieval a finales de abril –una fiesta de interés turístico– son sus principales avales. No hay mejor punto de partida para descubrir la ciudad que las alturas del Pla de Santa Bàrbara, el montículo donde se estableció el primer castillo y al que se accede desde El Foradot, uno de los portales más emblemáticos. Pero sin duda, otra forma es recalar en su plaza Major (en la imagen), punto neurálgico de la vida montblanquina para después admirar algunos de sus edificios más representativos, como la iglesia de Sant Miquel, el Palacio Real o la antigua iglesia de Sant Francesc, que acoge la oficina de turismo y da acceso al recinto amurallado / © Rafael Delgado.

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SIURANA
Encaramado en un peñón de piedra caliza y oteando un paisaje de valles y acantilados sobre las montañas de Prados y el pantano de Siurana, esta pequeña localidad es, por méritos propios, un pueblo de cuento donde pasear por sus retorcidas callejuelas empedradas jalonadas de casonas medievales y rincones perfumados de geranios, admirar las ruinas del castillo árabe que lo corona y disfrutar de sus puestas de sol desde sus miradores, especialmente el más espectacular, el Salto de la Reina Mora, donde según la leyenda, saltó con su caballo blanco la hermosa reina Abdelazia, quien prefirió acabar así con su vida antes que verse sometida al ejército cristiano que sitiaba la fortaleza / © Rafael Delgado.

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PRATDIP
Pratdip debe su nombre a los dips, los perros vampíricos que aparecen en su escudo y vertebran las leyendas seculares de la villa. Por eso, a la entrada un monumento dedicado a ellos recibe al viajero. Rodeado por las montañas de la sierra de Llaberia, el pueblo tiene en el castillo que lo corona el mejor testimonio monumental, muestra de su fortificación medieval, como también lo son las dos torres de defensa que aún siguen en pie en la parte más antigua de la localidad. En torno a la iglesia de la Natividad discurren calles estrechas perfectas para el paseo y de interés también los miradores que la rodean y la ermita de Santa Marina, con notables pinturas murales / © Rafael Delgado.

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LA VILELLA BAIXA
Al abrigo de la Sierra de Montsant y en la confluencia de dos ríos, este pequeño pueblo tiene en su puente de piedra sobre el río Montsant una de sus principales rincones, como en sus altísimas casas sobre el barranco de Escaladei, que por algo se le conoce como el ‘Nueva York del Priorat’. Caminando por la Calle que no pasa, la más antigua del pueblo, se observan sus trazos medievales, hasta llegar a la plaza de la iglesia, dedicada a San Juan Bautista y que data del siglo XVIII / © Rafael Delgado.

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ALTAFULLA
Altafulla tiene el honor de acoger en su municipio costero una de las grandes y lujosas villas rústicas que orbitaban alrededor de Tárraco, la de Els Munt, cuyo origen se remonta a mediados del siglo I d.C. Un incendio la devastó en buena parte dos siglos después, pero se salvaron sus mosaicos, sus excepcionales termas y la memoria de sus ilustres huéspedes. Tras la visita a la villa romana y a su centro de interpretación, Altafulla también merece un tiempo para admirar su iglesia neoclásica dedicada a San Martín y el castillo de Montserrat, reconstruido en el siglo XV / © Rafael Delgado.

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REUS
En la capital del Baix Camp hay tres realidades que convierten cualquier escapada en una experiencia deliciosa: los primeros destellos de la genialidad de Gaudí, su hijo más ilustre; el elenco de sublimes edificios modernistas y, por supuesto, el ritual del vermut. Reus es el epicentro del modernismo gracias a la prosperidad que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando fue el principal exportador de vermut y productos textiles. Una ruta recorre las 24 casas modernistas de su casco urbano y tiene parada en la casa de Antoni Gaudí, donde el genial artista pasó su infancia y juventud, y también en el Instituto Pere Mata y la Casa Navàs, proyectados por el arquitecto Domènech y Montaner. Pero para coordenada que engarza Reus y el Modernismo con un apellido universal, el Gaudí Centre. Después hay que apuntarse a la costumbre de vermutear en Reus, esa deliciosa ceremonia de mediodía, justifica, en sí mismo, una escapada a la ciudad, y por supuesto visitar su novedoso Museo del Vermut© Rafael Delgado.

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