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DELFOS
A Delfos los griegos lo consideraban el ombligo de la tierra, el lugar más sagrado, la madre de todos los mitos. Todos los caminos de la antigua Grecia llegaban a él, donde ya en el siglo VIII a.C. existía un templo del dios Apolo. Luego se instalaron aquí todos los dioses, se levantó el ónfalos, la piedra donde se encuentra el centro del mundo, y se rindió respeto, durante siglos, a las manifiestaciones de la suma sacerdotisa, la Pitia, por cuya voz, se creía, hablaba el mismísimo Apolo. La visita a Delfos, Patrimonio de la Humanidad, hoy permite admirar el teatro, el estadio antiguo, el templo de Apolo, el auriga que regaló Policelo de Sicilia y, piedra arriba, la cima del monte Parnaso, el más cantado por los poetas.

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ATENAS
Solo por conocer el conjunto monumental de la Acrópolis, que se alza en lo más alto de la roca sagrada, sería motivo suficiente para visitar la caótica y profundamente mediterránea capital griega, pero es que además es también un lugar imprescindible para conocer de primera mano el arte de vivir de los atenienses y, de paso, pisar los escenarios en los que en el primer milenio antes de Cristo florecieron las grandes artes y la democracia. ¿Qué es lo que no puedes dejar de conocer? Pues el Ágora Antigua, que fuera el centro comercial, político y social de la vieja Atenas; recorrer las tabernas que se abren en las estrechas y tortuosas callejas del barrio de Platja, subir al monte Lycavittos o a la colina Filopappos, conocer el gran Museo de la Acrópolis, ir de tiendas por el elegante barrio de Kolokani, visitar las evocadoras ruinas del templo de Zeus Olímpico o disfrutar de la animada plaza Syntagma, corazón de la ciudad.

48 horas en Atenas, un exceso de monumentalidad

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CORFÚ
Durante su viaje a Ítaca, Ulises hizo su última parada en esta isla griega situada en el mar Jónico. Hoy, pasa por ser una de las más turísticas del Mediterráneo. Guarda paisajes abruptos, como el Monte Pantocrátor, playas imprescindibles como Jalicunas, Marahias, Skudi, Bitalades, Perulades, el Canal D´Amour y una de las capitales más bellas de Grecia, que da nombre a la isla, cargada de iglesias bizantinas, monasterios y fortalezas venecianas en sus callejuelas medievales.

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MONASTERIOS DE METEORA
El gran tesoro de Meteora son los monasterios que, colgados del cielo, coronan las cimas de gigantescos farallones rocosos modelados por el tiempo y la erosión. Desde tiempos inmemoriales ascetas y ermitaños vieron en este lugar el escenario perfecto para dedicarse a la oración y al retiro, aunque no fue hasta el siglo XII cuando cristianos ortodoxos crearon la primera comunidad monástica. Se inició así, la construcción de estos monasterios encaramados al borde del abismo, ‘escaleras’ para acercarse a la Divinidad. Durante el siglo XIV, el momento de máximo esplendor constructivo, llegaron a existir en Meteora 24 monasterios; hoy solo seis de ellos acogen a un puñado de monjes y monjas entre sus vetustos muros.

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RODAS
En el año 227 a.C. un terremoto hizo añicos el Coloso de Rodas, el ciclópeo protector del puerto de la mayor de las islas griegas del Dodecaneso. De lo que fuera una de las Siete Maravillas de la Antigüedad no queda ya ni rastro, pero el halo de leyenda y misterio de Rodas sigue intacto gracias a su fastuoso legado histórico, artístico y natural, entre los que que cuenta la acrópolis de la ciudad de Lindos (en la imagen), una ciudadela natural fortificada sucesivamente por los distintos pueblos y con vistas espectaculares de los puertos vecinos y de la costa. No es lo único, porque además de su herencia cultural, la isla también tiene playas como las de Tsambica o Faliarki, lugares tan singulares como el valle de las Mariposas o rincones donde practicar el snorkel o el buceo.

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PAXOS
La pequeña isla de Paxos es una de las joyas de las islas Jónicas. El refugio ideado por Poseidón para vivir su amor con Anfítrides es apenas un botón de apenas diez kilómetros de largo y unos cuatro de ancho que es pura esencia mediterránea. Lo es en sus tres recogidas poblaciones (Gaïos, Loggos y Lakka), en sus puertos con animadas tabernas, en sus casas venecianas, en sus caminos interiores entre olivos centenarios, pero, sobre todo, en las aguas que la bañan, ideales para navegar a merced del viento a bordo de un velero o una goleta y llegar a sus playas de suaves guijarros y calas recónditas, pero, sobre todo, a su menos accesible costa oeste. Aquí la erosión ha creado un paisaje con acantilados de cientos de metros de altura, arcos rocosos y unas espectaculares cavidades a las que llaman cuevas azules, que se prestan a adentrarse en su interior en una embarcación a motor.

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CRETA
La isla más grande de Grecia es la cuna de la civilización minoica y famosa por sus playas de arena blanca y aguas turquesas que se extienden por sus mil kilómetros de costa, sus montañas blancas y los restos de una historia gloriosa que cuenta que fue aquí donde nació Zeus y Dédalo construyó el Minotauro. Pero también por sus grandes montañas del interior, como Levká Ori (las montañas blancas), profundas gargantas como la de Samaria, monasterios como los de Arkadi y Preveli; importantes ciudades en la costa norte –Chania, Rethymnon, Herakleion o Irakli, la capital- y pequeños pueblos pesqueros al sur, como Loutro, solo accesibles por mar. Además de todo ello, posee los restos más importantes de la antigua civilización minoica, cuyos sitios arqueológicos se encuentran en el palacio de Knossos (en la imagen), Festos y Gortina, testimonios de un pasado glorioso.

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ISLAS CÍCLADAS
Las Cícladas encarnan el acervo de imágenes que comúnmente se tienen de Grecia. Una cincuentena de islas desperdigadas por el mar Egeo, entre las que Santori y Mikonos son las imprescindibles. Mikonos es la más cosmopolita y la más popular, pero es también un laberinto de casas cubistas con puertas en añil cuyas terrazas cuelgan sobre el mar. Su perfil lo marca un conjunto de blancos molinos de viento que se concentran principalmente en Chora –la capital de Mikonos, con su pintoresca Alefkandra, su Venecia particular– y en Ano Mera –el otro municipio de la isla–. En la panorámica también despuntan la iglesia de Paraportiani, la más antigua, y los monasterios de Kastro y de Panagia Tourliani. Aunque es una isla pequeña, MIkonos tiene kilómetros de playas y calas para todos los gustos, desde la de Panormos, al norte, una de las más salvajes, a las más transitadas del sur, como Paradise, ideal para los que buscan un ambiente festivo, o la familiar de Megali Ammos. También imprescindible en Mikonos, acercarse en barco a la deshabitada isla de Delos, con uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del país heleno, o ir enlazando el resto de las islas Cícladas, unidas por ferry.

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SANTORINI
La volcánica Santorini es la joya de las Cícladas y diferente a cualquier otra isla del Egeo. A la que ha servido a los fabulistas para imaginar mitos se viene hoy a buscar sus casas y hoteles encalados agarrados a las laderas de su escarpada orografía, sus vistas espectaculares sobre el mar y la vida que le otorgan sus restaurantes y discotecas. Imprescindible acercarse al atardecer al pueblo de Oia, uno de los pueblos más bellos de esta isla griega, y también uno de los más famosos gracias a sus espectaculares puestas de sol. Situado en lo alto de un acantilado, sus casas se apiñan en calles estrechas donde también asoman iglesias con sus cúpulas azules y terrazas soleadas.

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OLIMPIA
Olimpia es una parada imprescindible en el Peloponeso por ser el lugar donde en el 776 antes de Cristo, hace casi 3.000 años, se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la historia, dedicados a Zeus. Hoy se pueden visitar gran parte de los restos de tantos siglos de gloria, que acogieron además, a una de las siete Maravillas de la Antigüedad: la estatua de Zeus, obra de Fidias. El recinto arqueológico acoge varios templos y palacios, el taller de Fidias y los primeros escenarios de los Juegos: la palestra, el hipódromo, el gimnasio y el estadio. Y hasta se puede correr por la primera pista olímpica de atletismo, entre la tribuna que aplaudió a los primeros campeones y el altar que honra a Zeus.

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